A lo largo de la historia, la ociosidad ha sido vista con desdén. ¿Cuántas veces hemos escuchado eso de que «el tiempo es oro» y hemos sentido la presión de estar siempre ocupados? Si te sientes identificado, no estás solo. Recuerdo una conversación con un amigo que, entre risas, me dijo: «Si no estoy trabajando, ¿está mi sabiduría en juego?» Una inquietud válida. Pero, como el escritor Robert Louis Stevenson nos invita a reflexionar, la ociosidad, lejos de ser un pecado, podría ser una virtud subestimada.
La ociosidad: un crimen social
Stevenson, un autor que bien podría haber escrito un libro titulado “Las maravillas de no hacer nada” (aunque quizá eso lo haga en un futuro paralelo), publicó un ensayo titulado En defensa de los ociosos. En él, señala que la ociosidad no es simplemente no hacer nada, sino la capacidad de disfrutar y apreciar las pequeñas cosas de la vida. De hecho, el autor enfatiza que “es mejor encontrar un hombre o una mujer felices que un billete de cinco libras”. ¿Qué nos dice esto sobre nuestra obsesión por la productividad?
Imagínate abriendo un regalo y encontrando una pequeña tarjeta que dice: «La felicidad es gratis». Por cierto, ¡dame eso en lugar de un billete de cinco libras! Es en esta línea que Stevenson nos inspira a repensar el valor del tiempo no invertido en trabajo y la importancia de permitirnos disfrutar la «vivibilidad de la vida». Aquí hay un pequeño guiño humorístico: si la felicidad tuviera una factura, ¿cuánto pagaríamos por ella? ¡Hazte una idea!
Una nueva tendencia laboral: la semana de cuatro días
¿Le gustaría que le dijeran que puede trabajar menos horas y ser más productivo? Suena casi demasiado bueno para ser cierto, pero eso es exactamente lo que se está discutiendo hoy en varias partes del mundo. En España, ha empezado a sonar la campana de la semana laboral de cuatro días, y no solo en una charla entre amigos o en un grupo de café, sino en las altas esferas de la política.
Las preguntas más apremiantes surgen: ¿Puede esto realmente funcionar? Según los análisis recientes, la respuesta parece ser un rotundo sí. Un estudio de la Universidad de Reading reveló que el 64% de las empresas que implementaron esta jornada reducida observó un aumento en la productividad. ¿No te parece increíble que, a veces, menos sea más? La clave aquí parece estar en la calidad del trabajo en lugar de la cantidad. Como un buen café: un sorbo puede ser suficiente para una experiencia intensa.
Reflexionando sobre la economía de la felicidad
A medida que los meses pasan en la era de la informática y la automatización, surgen nuevas inquietudes. ¿Estamos trabajando más que antes pero disfrutando menos? La generación digital, la misma que ha crecido con las maravillas del internet y las redes sociales, parece tener menos tiempo libre que aquellos que vivieron la época de la Transición. ¿No resulta curiosa esta paradoja? En un mundo donde la tecnología nos promete más tiempo, nos vemos atrapados en un ciclo de constante preocupación y agotamiento.
La última vez que revisé mis mensajes, noté que recibía más notificaciones de mi aplicación de trabajo que de mis amigos. ¡Sálvame! Es como si nuestras vidas estuvieran organizadas en horario de oficina. Por tanto, es comprensible que muchos, como yo, nos preguntemos: ¿qué harías con media hora más al día? O mejor aún, ¿qué harías con un día más de descanso?
La evolución del trabajo: del absentismo a la productividad
Hace unos años, hablar de reducir la jornada laboral no solo era considerado una locura, sino que muchas veces se ridiculizaba. Pero, sorprendentemente, tiempos más evolucionados han cambiado esa perspectiva. Los partidos políticos españoles, como Sumar, están impulsando esta causa, y no son los únicos: incluso los líderes del PP han comenzado a hacer sondeos sobre la viabilidad de una jornada laboral de cuatro días.
Esto me lleva a pensar en cómo a menudo somos muy reacios al cambio. Puede ser que nos recuerde a ese viejo amor del pasado que nunca se presentó. Pero, con datos de productividad en mano, la resistencia parece estar disminuyendo. La ciencia habla, y parece que los cambios se avecinan. Con el apoyo de entidades clave, este nuevo enfoque podría no ser solo una fase pasajera, sino el futuro de nuestra economía.
La aspiración hacia la conciliación
La búsqueda de la conciliación laboral y personal ha cobrado mayor protagonismo. La ociosidad, ese concepto que fue una especie de tabú, empieza a ser celebrado como un manifiesto del bienestar. En realidad, ¿acaso no merecemos esa felicidad que Robert Louis Stevenson defendía con tanto fervor?
Un claro ejemplo de esta evolución se ha dado en la cultura popular. Desde la sátira de los Pantomima Full, que a través del humor reflejan las frustraciones de la generación postburbuja, hasta el himno reciente de Biznaga: “Vivir para vivir, no para trabajar”. No puedo evitar tener una sonrisa al pensar en esa letra. ¿Acaso deberíamos hacer más espacio en nuestras vidas para vivir, en lugar de simplemente trabajar?
La espiral de la conversación pública
Desde que Íñigo Errejón izó la bandera de la semana laboral de cuatro días en 2021, el concepto ha pasado de ser un buen proyecto a encabezar todo tipo de foros y discusiones. Lo fascinante aquí es que, en poco tiempo, ha logrado exportar la idea de la ociosidad a lugares donde antes casi no se hablaba de esto; el cambio está, por fin, en el aire.
Incluso en un mundo donde la automoción y la inteligencia artificial avanzan más rápido que nuestras habilidades de adaptación, el anhelo de regresar a lo esencial se fortalece. No es un secreto que, con los avances tecnológicos, deberíamos tener más tiempo libre. Si esa promesa se cumple, ¿realmente estamos listos para aprovecharlo?
Mirando hacia el futuro: ¿será este el primer paso?
Quizás lo que Stevenson necesitaba no era un fan club, sino más bien un grupo de pensadores del siglo XXI que lleven su mensaje más allá. Y aquí es donde entra cada uno de nosotros. Volviendo a la conversación sobre la semana laboral de cuatro días y su potencial impacto en nuestras vidas, la importancia de la empatia juega un papel central. ¿Cómo podemos ser más conscientes de las necesidades de nuestros compañeros de trabajo y de nuestra propia salud mental? ¿Es el camino más corto hacia una mejor calidad de vida?
Quiero dejarte con esta idea: la próxima vez que sientas que el tiempo se te escapa, detente un momento. ¿Es la ociosidad realmente un lujo o una necesidad? Lo que parece claro es que, al igual que un libro de Stevenson, este debate continúa resonando. Ya sea en las charlas de café o en las decisiones que se toman al más alto nivel, esta búsqueda de equilibrio en la vida laboral es un tema que nos toca a todos.
Conclusión
Así que, la próxima vez que sientas la presión de hacer más, recuerda la frase de Stevenson: “¿A qué viene, por el amor de Dios, tanta agitación?”. Vivir para vivir, no para trabajar, puede no solo ser una consigna, sino una forma de vida. La semana laboral de cuatro días puede ser solo un paso en una dirección que desafía todo lo que sabemos sobre el trabajo y el ocio. Y, mientras tanto, sería genial que todos aprendieramos a aceptar la ociosidad como parte natural de la vida. Después de todo, unas vacaciones mentales nunca lastiman a nadie. ¿Y tú, qué harías con un poco más de tiempo libre?