La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que afectó varias regiones de España ha dejado a su paso no solo daños materiales, sino también un mar de promesas incumplidas y descontento entre los diferentes actores involucrados. En medio de declaraciones optimistas de autoridades locales y autonómicas, muchos empresarios y comunidades se sienten aún atrapados en un lodo del que parece no haber salida. Hoy, vamos a hacer un recorrido por la situación real en los parques industriales afectados y a reflexionar sobre cómo la teoría y la práctica a menudo no coinciden.

Entre promesas y realidades: La visión de los empresarios

Cuando escuchas a un político afirmar que se han completado todas las tareas de rehabilitación, es natural que levantes una ceja. Recuerdo aquella vez que le prometí a mi madre que limpiaría mi habitación antes de que ella volviera de vacaciones. «¡Claro que sí, mamá!», le dije con la mejor de mis sonrisas, mientras el desorden seguía acumulándose. ¿Les suena familiar?

Miguel Ángel Bolinches, copropietario de Mosquistop en Chiva, expresó su frustración al afirmar que el presidente del Gobierno valenciano, Carlos Mazón, había declarado que todo estaba “completamente rehabilitado” en las áreas industriales afectadas. Bolinches simplemente no podía creerlo, y no es para menos. Entre barro y escombros, su realidad contrasta brutalmente con las afirmaciones optimistas del gobierno.

Un viaje a la “normalidad”

La “normalidad”, esa palabra mágica que tanto se utiliza en tiempos de crisis, se convierte en un espejismo. En Catarroja, por ejemplo, la alcaldesa Lorena Silvent ha desmentido categóricamente la supuesta normalidad en el polígono El Bony. “No existe tal normalidad”, insistió, mientras apuntaba a los vehículos siniestrados y las calles llenas de escombros.

Entonces, aquí surge una pregunta retórica: ¿qué entendemos realmente por “normalidad”? ¿Es volver al estado previo a la calamidad, o hay algo más que deberíamos considerar? Los empresarios afectados no solo buscan limpiar escombros, sino que quieren reconstruir una comunidad laboral que ya se encontraba en desventaja estructural antes del desastre.

El contrato que despierta sospechas

Un aspecto que ha llamado la atención es la forma en que se han adjudicado los contratos de limpieza y rehabilitación. El diario elDiario.es reportó que uno de los primeros contratos fue otorgado a STV Gestión, una firma con la que está asociada la secretario autonómico de Comunicación, José Manuel Cuenca. Este tipo de prácticas puede generar la percepción de que las decisiones están influenciadas más por la política que por la necesidad real de rehabilitación.

Es como si en vez de sacar el barro, algunos estuvieran más ocupados en sacar ventaja de la situación. Honestamente, esto apesta. La falta de transparencia en la adjudicación de contratos públicos se convierte en una olla a presión que, inevitablemente, terminará estallando.

Cuentas claras: ¿dónde están los recursos?

Los números a menudo hablan más que las palabras. 6.5 millones de euros fueron prometidos para rehabilitar 40 parques industriales y, sin embargo, las comunidades locales parecen estar usando fondos propios para sobrellevar la situación. En Riba-roja, el alcalde Robert Raga destacó que ¡dos millones de euros han sido gastados solo por el Ayuntamiento para limpiar! Es más, el Ivace, que supuestamente debería estar al mando de las tareas de rehabilitación, ha aportado apenas entre un 15% y un 20%.

Y aquí viene otra pregunta: ¿por qué las comunidades locales tienen que asumir las responsabilidades que deberían ser gestionadas a nivel autonómico? Esto se asemeja a una carrera en la que los mismos corredores tienen que cargar además con el peso de su propio equipaje. ¡No es justo!

La llamada a la acción: ¡más que palabras, necesitamos acciones!

La Federación Valenciana de Parques Empresariales ha expresado su anhelo por un «plan Marshall» que incluya ayudas europeas para asumir la magnitud de la crisis. Y no es para menos. La idea de tener que lidiar con una “DANA social” es aterradora. ¿Qué significa eso? Que si las empresas no reciben la ayuda que necesitan, el riesgo de despidos y cierres se vuelve real y palpable.

Todos hemos estado allí, navegando por aguas turbulentas. Les cuento que, en una ocasión, me vi obligado a cerrar una tienda online debido a problemas de logística y mal tiempo. No era solo mi negocio, era una parte de mi vida que se desmoronaba. Cada vez que un empresario tiene que cerrar su negocio, se afecta no solo a sí mismo, sino a toda una cadena de empleados, proveedores y comunidades.

Reflexiones finales: La importancia de escuchar a las partes afectadas

La empatía en tiempos de crisis es esencial. Escuchar las voces de quienes están realmente en el terreno debería ser una prioridad. En lugar de ignorar las reclamaciones, sería constructivo para los líderes locales y autonómicos dar un paso adelante y abordar las necesidades reales de las comunidades afectadas.

Por lo tanto, mientras las promesas se arremolinan en el aire como hojas en un viento otoñal, es fundamental que no perdamos de vista la realidad. La reconciliación entre las palabras de los políticos y la experiencia vivida por los empresarios y ciudadanos debe ser una RIGUROSA prioridad.

¿Estás de acuerdo? ¡Déjanos tu opinión en los comentarios y hablemos sobre cómo podemos trabajar juntos para que situaciones como estas no vuelvan a ocurrir!

Conclusión

Total, que la realidad que vivimos en algunos de nuestros parques industriales es un reflejo de cómo a veces las promesas políticas y la política en sí pueden no ser la panacea que necesitamos. Queda mucho por hacer y la lucha por una reactivación real y efectiva está más viva que nunca. ¡Así que sigamos firmes, empoderemos a nuestras comunidades y trabajemos juntos hacia una quedar más sólida y resistente ante cualquier adversidad!

Porque al final del día, como bien dijo una vez un viejo amigo: “Las crisis no solo traen problemas, sino la oportunidad perfecta para construir algo mejor”. Y eso es, al final, de lo que se trata la resiliencia. ¿No es así?