La pobreza mundial es un tema que, al menos en teoría, parece tan viejo como el tiempo mismo. Después de décadas de avances significativos en la reducción de la pobreza extrema, las luces del progreso se están apagando rápidamente. Si alguna vez has intentado abrir un frasco de mermelada que te resistes con uñas y dientes, sabes lo frustrante que es. A veces, parece que todo el esfuerzo que has puesto se va por el sumidero, y eso es exactamente lo que está pasando con la lucha contra la pobreza en todo el mundo. Así que, ¿qué ha pasado? ¿Por qué esta década parece un terreno estancado en medio del caos?

Un vistazo al pasado: el ascenso constante

Durante más de 20 años, disminuimos la pobreza a un ritmo que nos hacía sentir esperanzados. La era de la globalización permitió a millones de personas en países como China e India salir de la penuria. En 1990, un asombroso 38% de la población mundial vivía con menos de 2,15 dólares al día. Sin embargo, gracias a políticas mejoradas, crecimiento económico y, por supuesto, un poco de ayuda de la tecnología, esa cifra se redujo a un 8,5% en 2024. Milagros, ¿verdad? Pero lo que las historias de éxito no cuentan son los estruendos del nivel de pobreza, que ahora vienen de una forma más sutil pero igual de devastadora: la pandemia, conflictos globales y un planeta que se calienta más rápido que nuestra paciencia al esperar por el microondas.

La llegada de la pandemia: una tormenta perfecta

La pandemia de COVID-19 fue, para muchos de nosotros, una experiencia casi de ciencia ficción. ¿Recuerdas esas largas semanas de encierro? El día en que decidí intentar cocinar pan en casa; un error épico que resultó en algo más parecido a un ladrillo que a un alimento. Esa fue mi calamidad personal durante un tiempo en que, para muchos, la calamidad apuntaba a un horizonte más gris y global.

Millones de personas perdieron la oportunidad de trabajar y, más importante aún, las medidas de protección económica para los hogares más vulnerables brillaban por su ausencia en muchos países. Las economías más frágiles, que ya estaban dando tumbos, encontraron su ginebra en la tormenta perfecta: los conflictos bélicos, las cadenas de suministro interrumpidas y la inflación galopante. Como resultado, la tasa de pobreza aumentó en 2022 por primera vez en décadas. No sería un chiste sobre el mal en un teatro, pero sí un recordatorio de lo frágil que es nuestra situación.

La carrera hacia el objetivo del 3%

El Banco Mundial ha fijado la meta de reducir la pobreza extrema al 3% para 2030. Suena fantástico, pero después de ver el panorama, uno se pregunta: ¿estamos hablando del mismo planeta? Las proyecciones más recientes indican que, si seguimos con el ritmo de crecimiento del PIB per cápita de la década anterior a la pandemia, es probable que mantengamos tasas de pobreza extrema por encima del 7%, más del doble de la meta. Si la pobreza fuera una competencia deportiva, habríamos confundido la línea de meta con la tribuna.

La dura realidad de los países más pobres

Los datos son abrumadores, pero aquí viene lo realmente triste: hay 1.700 millones de personas que viven en países con alta desigualdad, muchos de los cuales están en Latinoamérica y el África subsahariana. Parece que, en esta maratón, los que corren más rápido hacia atrás son, como no, los que menos recursos tienen. Y si lográramos una corrección a la tasa de pobreza de aquellos que viven con menos de 6,85 dólares por día, los tiempos de cambio se extenderían a más de un siglo. ¿Alguna vez estuviste atrapado en un atasco de tráfico? Ahora imagina que ese tráfico es de década tras década… no es bonito, ¿verdad?

La inclusión como meta: la prosperidad compartida

El mundo tiene un término que me gusta: prosperidad compartida. Es una forma elegante de decir que todos deberíamos estar nadando en la misma piscina, pero lamentablemente, la mayoría de nosotros nos encontramos al borde, chapoteando. El informe del Banco Mundial destaca que, para que todos alcancen un ingreso de 25 dólares por día (el estándar para considerarse un país de renta alta), la renta mundial debería quintuplicarse. Recuerda, ¡esto es un promedio! En África Subahariana, la situación es aún más dantesca, con un requerimiento de incremento de más de 12 veces. Si piensas en esto, te preguntarás si la globalización realmente ha sido un amigo o un enemigo para muchos.

El riesgo climático: un dilema interconectado

No podemos hablar de pobreza sin mencionar el elefante en la habitación, el cambio climático. La relación entre la pobreza y el clima es como un viejo romance destructivo: se atraen, se rechazan y, al final, a menudo se destruyen mutuamente. Los análisis apuntan que casi una de cada cinco personas podría experimentar pérdidas de bienestar debido a fenómenos meteorológicos extremos. El África subsahariana, como siempre, está en la primera fila.

Las políticas de lucha contra el cambio climático deben coordinarse, pero también deben ser inclusivas. Los países más ricos son los que más emisiones generan, pero a menudo tienen dificultades para mirar más allá de sus fronteras cuando se trata de ayudar a los países más pobres a adaptarse y prosperar. En un clásico giro irónico, es como si la fiesta diurna no se preocupara de las resacas de la fiesta nocturna; pero, ¿dónde queda la responsabilidad compartida?

Desafíos infinitos en la lucha contra la pobreza

Ahora, solo cuando crees que el panorama no podría volverse más sombrío, aquí van algunos datos adicionales. La inversión en capital humano y las infraestructuras siguen siendo mínimas en muchos de los países más necesitados. Y, claro, la carga de la deuda tiene a muchos gobiernos luchando por respirar mientras intentan sobrellevar la salud pública y los costos humanos de la desnutrición y la contaminación.

El entorno mundial se ha vuelto más desafiante; las proyecciones de crecimiento en los países más pobres nos dejan fríos. Alto endeudamiento y crecimiento lento son un cóctel letal. Y mientras tanto, la conversación continua sobre la pobreza parece girar en círculo.

Conclusión: La búsqueda de soluciones

Con todos estos desafíos en mente, la pregunta es: ¿qué podemos hacer? La respuesta es clara, pero complicada. Hay que priorizar las políticas que realmente se atrevan a abordar la desigualdad global y se muevan más allá de las soluciones rápidas. Mirar a largo plazo es esencial; nadie espera que un solo superhéroe salve el día. Necesitamos un equipo de héroes dispuestos a luchar contra la desigualdad, promover la educación y desarrollar un futuro sostenible que permita a todos prosperar. Crear un mundo más justo no es una tarea sencilla; es una construcción lenta y laboriosa, como intentar armar un rompecabezas en la oscuridad.

Así que sí, mientras la década de 2020 se perfila como una década perdida si no hacemos nada, todavía hay razones para la esperanza y la acción. No somos cómplices del fascinante espectáculo de la pobreza; en su lugar, podríamos ser los arquitectos de un futuro mejor. Pero, como siempre, ¿estamos realmente dispuestos a comprometernos? ¡La palabra está en la arena, amigos!

Y así cerraremos este viaje. La próxima vez que levantes un vaso de agua, recuerda a quienes todavía luchan por acceso a lo más básico. Porque, en última instancia, nuestro destino está entrelazado, y juntos, podemos formar un camino hacia un futuro más brillante. ¡Hasta la próxima!