Recientemente, hemos sido testigos de un giro importante en la política laboral europea, especialmente respecto a las prácticas no remuneradas. Algo que, de hecho, ya no debería ser visto como tabú, al menos no en un continente que se proclama defensor de los derechos humanos y laborales. La ministra española de Trabajo, Yolanda Díaz, y otros ocho Estados miembros han elevado la mano para decir: «¡Basta ya!» a este fenómeno que sigue amenazando la dignidad de muchos jóvenes. Pero, ¿qué significa esto realmente y por qué debería importarnos?
Un cambio de rumbo en el Consejo de Ministros de Empleo de la UE
Durante el primer Consejo de Ministros de Empleo de la nueva Comisión Europea, la ministra Díaz no se anduvo con tapujos. En un contexto donde la precariedad laboral se asoma como una sombra implacable, afirmó que el texto de la nueva directiva no cumple con los estándares legislativos europeos. No puedo evitar recordar aquella vez en la universidad cuando me ofrecieron una «práctica» que en verdad era solo una forma elegante de decir «trabajo no remunerado». ¿A cuántos de nosotros, jóvenes, nos ha pasado? Es casi una rite of passage hoy en día, pero este ciclo de explotación debe romperse.
Díaz dejó claro que no se puede permitir que nuestros jóvenes sean utilizados como mano de obra barata bajo la etiqueta de «formación». Y añado: ¿quién de nosotros no se ha preguntado si estos trabajos de prácticas realmente aportan valor al aprendizaje o son solo una excusa para que las empresas obtengan una mano de obra «fresca» y económica? La respuesta es clara: esta forma de trabajar debe tener un límite.
La directiva que divide a Europa
La nueva directiva en discusión tiene por objetivo establecer estándares mínimos de calidad en las prácticas que se ofrecen. Esto incluye normas sobre la duración, pero algunos países, apoyados por la presidencia húngara, desean restringir su alcance, dejando fuera a aquellas iniciativas esencialmente educativas. Es como si tratasen de hacer un cóctel en el que solo te sirviesen un trago a medias, el que no sacia tu sed, ¿verdad? ¿De qué sirve un aprendizaje real si se está excluyendo el componente fundamental de la dignidad laboral?
Además, hay una preocupación relacionada: la apertura a discriminar a los becarios al establecer motivos justificados de un trato diferente. Esto, sin duda, representa un retroceso en el avance por derechos laborales que tantos en Europa hemos luchado por conseguir. En nuestra búsqueda de la igualdad, ¿realmente hemos retrocedido a la época de la explotación casi feudal?
Defensa de derechos laborales en España
Desde un prisma español, la ministra Díaz ha sido tajante. No se puede apoyar una normativa que no avanza en derechos laborales. El compromiso del gobierno español con el Pilar Social Europeo es claro: se defiende que las prácticas deben aportar formación real y no ser una simple excusa para la explotación. Me acuerdo de esa frase que use en mis ensayos universitarios: «El conocimiento es poder». Nos ha tomado siglos conseguir derechos laborales, ¿y ahora pretendemos ponerlos en peligro por un par de prácticas sin remuneración?
Este tipo de políticas que garantizan derechos laborales es un claro intento de proteger a quienes están en la frontera del empleo: los jóvenes. Es sorprendente que en un mundo donde la tecnología avanza desmesuradamente, sigamos viéndonos forzados a negociar lo que debería ser un estándar: un ambiente de trabajo digno y condiciones laborales justas.
Una perspectiva sobre la Europa Social
Díaz defiende que Europa debe centrarse no solo en la economía; en su lugar, debe haber un equilibrio: dignidad y bienestar social. Si pensamos en ello, la situación económica es solo una parte de la ecuación. La vida no se mide solo por cifras y gráficos, sino también por cómo se siente cada individuo en su entorno laboral. Es ahí donde radica la verdadera riqueza de un país.
Imaginen por un momento, una Europa donde todos tienen acceso a trabajos dignos y formación adecuada. Donde un joven no se vea obligado a aceptar trabajos remunerados a cuenta gotas para poder acumular experiencia mientras se alimenta de noodles instantáneos. Sería una Europa donde los jóvenes no fueran tratadas como mano de obra desechable. La ministra ha declarado su intención de «ensanchar y codificar los principios del Pilar Europeo de Derechos Sociales». ¿No es eso lo que todos deseamos?
La mirada hacia el futuro
La vicepresidenta también planea reunirse con la nueva comisaria de Derechos Sociales y Habilidades, Roxana Mînzatu. En esa reunión se discutirán las prioridades legislativas, incluyendo los derechos de los trabajadores respecto a la creciente inteligencia artificial. ¡Wow! ¿Se imaginan? Por un lado, la perspectiva de las prácticas dignas y, por el otro, la muerte de muchas oportunidades laborales tradicionales, gracias a la robótica. La juventud de hoy, en esta vorágine moderna y tecnológica, enfrenta retos inimaginables. Uno se pregunta, ¿dónde quedarán entonces nuestros ideales de protección y dignidad laboral?
Conclusiones: hacia dónde vamos
Es evidente que el tema de las prácticas no remuneradas es un campo de batalla en el que se disputan los derechos de la juventud europea. La lucha es ardua, pero es un camino que debemos recorrer. La voz de quienes estamos a favor de la dignidad laboral se hace cada día más fuerte. Y aquí quiero ser honesto: aunque la tarea es difícil y a menudo parece que avanzamos dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás, no debemos rendirnos.
Serán necesarias muchas más reuniones, debates y proyecciones de políticas para llegar al consenso, pero cada victoria, por mínima que sea, cuenta. A medida que nos adentramos en la década de 2020 y en un mundo en constante cambio, la exigencia de derechos laborales básicos y dignidad en el ámbito laboral debe ser uno de nuestros lemas. Al fin y al cabo, todos queremos sentir que nuestas contribuciones son valoradas, ya sea en forma de salario o de aprendizaje significativo.
Así que, a todos los jóvenes que leen esto, recordemos algo: no estamos solos en esta lucha. Cada vez que denunciemos la explotación laboral, cada vez que construyamos comunidades alrededor de la dignidad en el trabajo, estamos un paso más cerca de un futuro donde el conocimiento y el respeto por los derechos laborales sean el estándar. Y eso, mis amigos, es una victoria que vale la pena perseguir.