En un momento en el que la relación entre el poder político y las grandes corporaciones parece ser más precaria que nunca, las recientes declaraciones de Alberto Núñez Feijóo sobre la supuesta intervención del Gobierno en la gestión de empresas como Telefónica han desatado un intenso debate. Pero, ¿realmente estamos ante un caso de “alerta antidemocrática” o son solo los ecos de una lucha política más profunda? Acompáñame en este análisis donde exploraremos las implicaciones de la política en los negocios, el papel del gobierno en las empresas y, claro, un poco de humor para hacer más amena esta conversación.
El trasfondo de la polémica: Feijóo y su crítica a la intervención gubernamental
Alberto Núñez Feijóo, actual presidente del Partido Popular (PP), ha alzado su voz en contra de lo que él considera una inaceptable injerencia gubernamental en el ámbito empresarial. Durante su intervención en un acto de la Confederación Empresarial de la Comunidad Valenciana (CEV), feijóo expresó su preocupación por la reciente propuesta de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) de sustituir a José María Álvarez-Pallete como presidente de Telefónica por Marc Murta. Para Feijóo, este hecho es un claro ejemplo de cómo el gobierno está dispuesto a “controlarlo todo”, lo cual –en su opinión– pone en riesgo principios fundamentales como la libertad y la separación de poderes.
¿Hasta dónde llega la libertad empresarial?
Es fascinante pensar en cómo, en un país donde el término “libertad” se ha convertido en casi un mantra, las interpretaciones son tan variadas. Mi abuela solía decir que “la libertad de uno termina donde empieza la del otro”, y en este caso, el dilema radica en cómo balancear el control estatal sobre empresas que, por su tamaño e influencia, pueden tener impactos económicos significativos. Pero, ¿estamos realmente ante un ataque a la libertad, o los ciudadanos simplemente deben aceptar que el Gobierno tiene un papel que desempeñar?
Feijóo se refirió a la dificultad de programar consejos de administración en un sábado o un domingo como una violación de los derechos empresariales. Sin embargo, debo confesar que, de joven, yo mismo solía desear que las reuniones de mi grupo de estudio se realizaran un sábado, ¡porque, seamos sinceros!, perderme una fiesta para hablar de álgebra era un verdadero sacrificio. Pero, ¿se puede comparar ese mero sentimiento juvenil con el destino de una multinacional que cotiza en la bolsa?
Un vistazo a la relación entre empresas y Estado
La intervención del Estado en las empresas no es un fenómeno nuevo. De hecho, muchos países tienen modelos econonómicos que contemplan esta relación de una manera más directa. A nivel global, el caso de Tesla es un ejemplo de cómo el gobierno puede impulsar la innovación a través de subsidios y regulaciones. Pero claro, no todos los gobiernos son iguales, y esa es justamente la clave del asunto.
Feijóo, en su discurso, olfateó la “enorme inseguridad” que la acción gubernamental podría generar, sobre todo cuando se trata de instituciones que muchas personas consideran pilares de la economía española. No puedo evitar preguntarme: ¿puede un gobierno tener voz y voto en la gestión de empresas privadas sin que esto sea percibido como una violación de los derechos económicos?
Un viraje hacia el control: la percepción del miedo
En esta era de globalización y rapidez tecnológica, donde la información vuela como “whatsapp” en grupo, la percepción de un creciente control gubernamental puede generar caos en la psique colectiva. Recuerdo un momento en el que mis amigos y yo decidimos formar un club de lectura. Al principio, todo era diversión y libros, pero pronto se convirtió en una batalla por quién elegía los próximos títulos. Cada uno tenía su propia percepción de lo que era “mejor” para el grupo, hasta que tuvimos que establecer una votación. ¡Imagina inversionistas discutiendo sobre si comprar o no acciones de Telefónica mientras son interrumpidos por un consejo de administración movido por el Gobierno! Eso no suena divertido, ¿verdad?
El papel del Gobierno: ¿guardians de la democracia o manipuladores del ‘mercado’?
Las preocupaciones de Feijóo también se centran en la percepción de que, al intervenir en empresas y, a su juicio, violentar la libertad de empresa, el Gobierno está más “acorado que nunca”. Su argumento parece sugerir que, por alguna razón, el Gobierno actúa de manera desesperada para afianzar su control, utilizando a empresas como Telefónica como piezas en su tablero de ajedrez.
Esto me lleva a pensar en la necesidad de un balance. ¿Debería el Gobierno tener voz en asuntos privados que afectan a la economía de la nación o es mejor dejar que los empresarios naveguen las aguas del mercado por sí mismos? ¿Están realmente los beneficios a largo plazo superiores a las decisiones impulsivas del día a día? Como en el caso de tantas decisiones arduas, esto podría estar más allá de una simple respuesta “sí” o “no”.
La economía de hoy: entre la política y el mercado
“Dejemos que los números hablen”, podría opinar un economista. Las cifras son, sin duda, el lenguaje universal de las decisiones financieras. En su discurso, Feijóo destacó el impacto que estas decisiones podrían tener sobre la economía. Habló de un plan para la reconstrucción pospandemia de Valencia que exigirá inversiones millonarias: 12.000 millones de euros en diez años. La cantidad es asombrosa, y solo de imaginármelo me da escalofríos. Me gustaría ver a mi abuela con un talonario de cheque por esa cantidad, intentando repartir “la nueva igualdad” entre sus nietos – cada uno con el mismo nivel de “chocoroles” en su bolsillo, por supuesto.
¿Un cambio de rumbo necesario?
Mientras observamos cómo se desarrolla esta situación, es posible que algunos se pregunten si todo esto es únicamente un juego político o si realmente podría haber un cambio de rumbo en las políticas empresariales en España. La oportunidad que representa el análisis crítico de la relación entre el Gobierno y grandes empresas como Telefónica podría surgir como una ventana para abordar una reforma más profunda.
Las observaciones de Feijóo tienen resonancia entre muchos sectores. El miedo a la injerencia gubernamental puede representar algo más que una simple preocupación política: podría muy bien ser un reflejo de la incertidumbre económica que todos enfrentamos actualmente y que, lamentablemente, parece no irse a corto plazo.
La voz del ciudadano en la economía moderna
A medida que nos adentramos más en esta desconcertante relación entre el poder político y la gestión empresarial, es fundamental nunca perder de vista la voz del ciudadano común. Cada vez que un político habla sobre “lo que es mejor para España”, es probable que se le olvide incluir a los antiguos comerciantes que ya no pueden sostener sus negocios, o que una nueva regulación pudiera limitar el crecimiento de las pequeñas empresas que luchan por sobrevivir en medio de la competencia de gigantes como Telefónica.
A fin de cuentas, el equilibrio entre gobierno y empresas solo puede lograrse si hay un diálogo claro y sincero entre todos los actores en juego. La meta no debería ser “controlar” a las empresas o usar a estas como herramientas políticas, sino crear un ecosistema en el que tanto el Estado como el sector privado puedan prosperar juntos.
Reflexionando sobre el futuro
En este contexto, vale la pena preguntarnos: ¿hacia dónde nos dirigimos como sociedad cuando el proceso democrático que sustentamos parece desdibujar la frontera entre la política y la economía? ¿Tendremos que prepararnos para una nueva era de empresas “manipuladas” por el poder político?
La respuesta puede ser tan compleja como desearlo: el futuro puede ser una brillante combinación de recursos estatales y empresa privada trabajando en conjunto por el bien común, o podría también derivar en un escenario más sombrío si no se toman medidas adecuadas. Para nuestra tranquilidad y la de las futuras generaciones, esperemos que las decisiones que se tomen sean las correctas.
Conclusión: un diálogo necesario y urgente
Lo cierto es que la situación de Telefónica y la intervención del Gobierno no solo plantea preguntas sobre el futuro de esta compañía, sino también sobre el delicado equilibrio entre política y empresa en España. La noticia de la propuesta de la SEPI ha resonado en todo el país, creando un clima de incertidumbre que no solo afecta a las empresas, sino también a todos nosotros como ciudadanos.
Así que aquí lo dejamos, entre más preguntas que respuestas. Como dicen, “en tiempos de incertidumbre, más preguntas son mejores que menos respuestas”, y solo el tiempo dirá si la actual situación será un punto de inflexión hacia una nueva era de libertad empresarial o si nos llevará hacia un posicionamiento de control político que muchas personas temen.
En cualquier caso, algo es seguro: necesitamos un diálogo abierto y honesto, donde todos los involucrados, incluidos los ciudadanos, sean escuchados. Y quién sabe, quizás un día podamos reírnos de este momento como un episodio cómico de nuestras clases de historia… si es que logramos salir de este lío, claro.