Los grandes eventos deportivos, como los Juegos Olímpicos o la Copa Mundial de Fútbol, no solo son espectáculos de atletas impresionantes; también generan un impacto económico significativo en los países que los albergan. Pero, ¿qué pasa realmente tras bastidores? ¿Los beneficios superan a los costos? ¡Vamos a descubrirlo!

Lo que gastan los países anfitriones: una mirada honesta

Imagina que eres el alcalde de una ciudad que acaba de ganar la lotería… ¡Tu sueño se ha hecho realidad! El evento está a la vuelta de la esquina, y eso significa más turistas, mayores ingresos y una oportunidad dorada para mostrar tu ciudad al mundo. Pero aquí está el truco: organizar un evento de tal magnitud no es barato.

Tomemos como ejemplo los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. A pesar de ser pospuestos, el costo total ascendió a unos 15.400 millones de dólares. ¿Realmente valió la pena? Durante meses, los medios de comunicación debatieron sobre si Tokio podría recuperar la inversión. Mientras tanto, las ciudades que han albergado eventos pasados también han tenido su cuota de desafíos.

Beneficios para la infraestructura local

Un argumento recurrente es que la inversión en infraestructura, como estaciones de tren, nuevos océanos de agua en las instalaciones deportivas y mejoras urbanas, puede generar beneficios a largo plazo. Pero, ¿es todo color de rosa? Se ha documentado que muchas de estas infraestructuras quedan infravaloradas o subutilizadas después de los eventos.

Un antiguo amigo mío que vivió en Londres durante los Juegos Olímpicos de 2012 me lo contó de esta manera: «La vida fue magnífica durante unos meses. Pero después, muchos de esos lugares se convirtieron en fantasmas». ¿Cuántas historias como esta hemos escuchado? Al final, el dinero que inicialmente se utilizó para modernizar la ciudad a menudo se convierte en un recuerdo de una oportunidad perdida.

El octágono de la economía. ¿Gana la ciudad o el país?

Es común que las ciudades se sientan como campeonas por recibir un evento de gran envergadura. Pero, a menudo, lo que sucede es que grandes empresas y patrocinadores se llevan la mayor parte de los beneficios. Cuando vemos a nuestros equipos favoritos ganar, rara vez pensamos en cómo esos éxitos impulsan la economía local.

Por ejemplo, en Rusia durante la Copa Mundial de la FIFA 2018, muchas ciudades investían en modernizar su infraestructura. Aunque la multitud vino, habitar los estadios no garantizó un retorno completo de la inversión. Las grandes marcas como Adidas o Coca-Cola se benefician indirectamente de la atención, mientras muchos locales luchan por recuperar lo que habían desembolsado.

Allí están los turistas… ¿o no?

Cuando se habla de eventos deportivos, una de las promesas más sonadas es el incremento del turismo. Sin embargo, las realidades son más complejas y me gustaría poner un ejemplo.

Recuerdo que una vez planeé un viaje a Brasil durante la Copa del Mundo. La primera impresión fue emocionante, pero los precios más altos desalentaron a muchos visitantes. En vez de llenar los restaurantes, los precios disparados significaron que había menos turistas de lo esperado. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿De verdad se benefician las pequeñas empresas locales o solo se llenan los bolsillos de los hoteles y restaurantes más grandes? Las estadísticas a menudo son engañosas.

El efecto contrario: Turismo negativo

Adicionalmente, eventos deportivos también pueden atraer una mala reputación. Famosos incidentes de vandalismo, violencia o disturbios eliminan cualquier turísmo positivo que podría haber sido generado. En el caso de los Juegos Olímpicos en Río, donde habré de ser honesto, me encontré asombrado ante la realidad que podía ser vista en la televisión. Las protestas, el descontento social, y la situación de los servicios básicos oscurecieron gran parte de la experiencia.

A raíz de esto, algunos estudios han sugerido que más de una cuarta parte de los visitantes se sienten menos inclinados a visitar un destino que ha sido sede de un evento deportivo controvertido. La pregunta es: ¿vale la pena arriesgar la reputación de un país para obtener beneficios de corto plazo?

Las marcas y el marketing multibillonario

Aquí es donde realmente brilla el oro. Las marcas y patrocinadores invierten miles de millones en derechos de patrocinio, y a menudo convierten el evento en un espectáculo publicitario. Estoy seguro de que muchos de nosotros podemos recordar ese icónico anuncio de Nike o el último comercial de Coca-Cola durante una final. La visión de sus logos se convierte en una cruzada que capta la atención de millones. Me pregunto si se preguntan sobre el efecto real en la economía local.

Así que, ¿realmente beneficia a las pequeñas empresas? La respuesta, en muchos casos, es no. Las pequeñas pizzerías y cafés suelen ver un paso efímero de aficionados, que optan por las grandes cadenas que han desembolsado millones en campañas promocionales.

Estrategias para el futuro

En este punto, es esencial mirar hacia adelante. Los eventos deportivos son una herramienta poderosa, sí, pero con un uso estratégico pueden transformarse en una bendición para las economías locales. Hacia esta dirección, varios expertos sugieren la necesidad de un análisis profundo de costo-beneficio, que mitigue los riesgos para las comunidades locales.

Un enfoque radical podría ser restringir la inversión en infraestructura para que esté dirigida a las necesidades de la comunidad. Además, sería ideal fomentar el desarrollo de empresas locales, y no sólo de las grandes corporaciones que tratan de maximizar sus márgenes de beneficio.

La importancia de la participación comunitaria

La participación comunitaria puede ser el gran salvavidas. Incluir a ciudadanos en la conversación—a menudo exclamamos que son quienes realmente comprenden el pulso de la ciudad, ¿no es así?—puede cambiar el rumbo de un evento. Esto ha sido demostrado en varios estudios sobre la respuesta de los locales, que encuentran en estas inversiones compartidas un sentido de pertenencia y poder.

No pretendo ser un genio y decirles a ustedes cómo gestionar todo esto, pero quizás consideremos en los próximos eventos deportivos la opción de promover un legado más duradero que la simple acumulación de entradas vendidas y merchandise.

Reflexiones finales

Entonces, volviendo a la pregunta original. ¿La inversión vale realmente la pena? Como muchas cosas en la vida, la respuesta es compleja. Desde mi punto de vista, es un continuo juego entre costos a corto plazo y beneficios a largo plazo. Es imprescindible que tanto las ciudades anfitrionas como los organizadores de eventos sean transparentes sobre el verdadero impacto. De lo contrario, corremos el riesgo de convertirnos en espectadores de lo que es una experiencia enigmática y miope.

Hay una frase que siempre me dice un amigo al final de cada evento: «Al menos viví una experiencia única». Quizás esté en lo correcto. Mientras haya entretenimiento, emoción y conexiones humanas, la esencia de los eventos deportivos perdurará. Solo espero que, al final del día, también podamos beneficiarnos de ello.

¡Nos quedamos con el desafío! ¿Seremos capaces de convertir estos eventos en verdaderas oportunidades de desarrollo? Queda en sus manos y en la nuestra, querido lector.