La historia política de Estados Unidos es más enrevesada que una telenovela mexicana. Se desarrolla en capítulos donde los giros inesperados son más frecuentes que un meme de gatos en Internet. Y, en esta ocasión, el regreso de Donald Trump al centro de atención tras ganar las elecciones presidenciales del 5 de diciembre es la trama más candente. Pero, ¡ay amigos! No se trata solo de una victoria electoral; es también una segunda oportunidad para quienes asaltaron el Capitolio, que se sienten más patriotas que nunca. ¿Deberíamos reír o llorar ante estas circunstancias?

Una victoria electoral y un pasado tumultuoso

Todo comenzó con una sorpresa. Mientras que muchos se habrán preparado para celebrar el fin de la era Biden, decenas de millones de estadounidenses vieron con esperanza el retorno de Trump, hartos de una inflación que les ha dejado los bolsillos tan vacíos como un frascón de ketchup al final de un asado. La gente no aguanta más la ideología identitaria que, según ellos, ha ido tomando fuerza en el partido Demócrata. Así que, con entusiasmo, decidieron otorgarle el poder a Trump, un personaje que nunca ha sido conocido por esconder sus intenciones ni por su ambigüedad.

Ahora, ¿quién lo diría? Justo un mes después de su victoria, el mismo día en que la maquinaria de Gobierno se resetearía para certificar la victoria de Biden en 2020, esos mismos legisladores asomaban por el Capitolio, donde el pasado 6 de enero de 2021 habían presenciado uno de los instantes más horribles de la política estadounidense. ¿Puede ser que todos estos años han estado al borde de un colapso nervioso? Y si las cosas continúan así, ¿quién sabe qué nos depara el futuro?

Cuando el asalto al Capitolio se convierte en un acto de «patriotismo»

Recoger los fragmentos de lo que ocurrió el 6 de enero es como intentar armar un rompecabezas de 5,000 piezas en la oscuridad. Aquel día, más de 1,500 asaltantes fueron imputados por intentar tomar la sede del Congreso. Pero, curiosamente, la victoria en las elecciones por parte de Trump ha llevado a algunos a creer que su accionar había sido justificado. Para ellos, el dinero del contribuyente, la pérdida de vidas y los agresivos enfrentamientos con los agentes del orden son solo «daños colaterales» en la lucha de un patriota. La forma en que algunos celebran o apoyan a estos delincuentes es sorprendente, ¿no lo creen?

Es un fenómeno digno de estudio psicológico: personas que participaron en lo que en cualquier libro de historia sería retratado como un intento de golpe. Pero para ellos, se han convertido en héroes. Cuesta imaginar lo que pasaba por la mente de esta gente mientras rememoraban el día en que tomaron el Capitolio. ¿Habrá habido alguien que balbuceó «esto va a salir en las portadas»?

La promesa de la clemencia presidencial

En toda su sabiduría, Trump no ha perdido tiempo en hacer promesas de clemencia desde su llegada al poder. En su primera entrevista luego de ser electo, prometió actuar rápido, y desde entonces muchos de esos «patriotas» se han sentido como si su condena pudiera ser borrada con un simple decreto. «Estaremos buscando a esos valientes guerreros que han sido tratados injustamente», susurrarían al oído sus seguidores. Pero vamos, cada vez que una persona habla de «valientes guerreros», mi alerta de «esto no está bien» suena a toda marcha.

De acuerdo a sus declaraciones, los culpables de asalto recibieron un mal trato y están sufriendo en la prisión. La cuestión más perturbadora es que hay un cierto nivel de empatía hacia aquellos imputados. Se habla de ellos como rehenes, prisioneros políticos e incluso se han calificado actos de violencia como «algo natural». Es aquí donde el caos comienza a desdibujar la línea divisoria entre lo <> y lo <>. ¿Es realmente una cuestión de perspectiva?

La narrativa de los «prisioneros políticos»

En esta trama desenfrenada, varios de los protagonistas del asalto han reclamado su título de «prisioneros políticos». Trump ha sido el principal defensor de esta narrativa, refiriéndose a ellos como «patriotas» confundidos. En su análisis, muchos de estos manifestantes estaban allí porque realmente creían en lo que hacían. ¿Sinceramente? Quizás la frustración y el descontento fueron el cóctel explosivo que les hizo sentir que el asalto era un acto de justica. Pero, ¿no es una locura condonar cualquier acción que implique violencia?

En mi experiencia personal, me recuerda a mis años en la escuela secundaria. Todos teníamos ese amigo que siempre buscaba sus propios intereses, incluso si eso significaba hacer algo totalmente inapropiado. Era una especie de balanza: ¿hay que aplaudir a quienes se rebelan ciegamente contra la autoridad?

Conclusión: un país dividido en varias narrativas

A medida que más de un centenar de los asaltantes retornan a casa con menos peso en sus condenas, aquellos que se opusieron a este asalto permanecen en asombro. La balanza de la justicia parece más inclinada a un lado que al otro. Para algunos, esta narrativa de redención y libertad se ha convertido en una forma de resistencia; otros, en cambio, ven solo una señal de que el camino a seguir será más complicado.

Trump parece seguir escribiendo su propia historia, una narrativa donde el asalto al Capitolio y las consecuencias pueden ser reinterpretadas y transformadas en una especie de elogio de la virtud. Pero la pregunta que queda está en el aire: ¿realmente sabemos dónde está la línea entre el héroe y el villano? En el relato de la política actual, esa línea se desdibuja más cada día.

Así que, sí, amigos. La política tiene un extraño sentido del humor, y nosotros estamos aquí, observando. ¿Estamos destinados a formar parte de esta historia o a ser meros espectadores de un drama que nunca termine? Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es segura, siempre habrá algo que comentar y, si tenemos suerte, algo de qué reírnos, porque ¿quién podría escribir un guion tan disparatado?