El reciente paso de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) por la Comunidad Valenciana ha desatado una tormenta política y social, que ha despertado la curiosidad de muchos. Y es que, si hay algo que nos encanta discutir en este país, es el manejo de nuestras desgracias… y cómo no, ¡la política española! Así que, revisemos los detalles y la controversia que rodea a esta crisis, que ha dejado a la provincia de Valencia en una situación complicada y trágica.

Un resumen de lo sucedido

Para poner a todos en contexto, la DANA arrasó la Comunidad Valenciana, dejando tras de sí una estela de devastación que, hasta ahora, ha cobrado la vida de 205 personas, de las cuales 202 eran de la provincia de Valencia. La lluvia torrencial llegó de improviso, cual amigo que no fue invitado a la fiesta y que se convierte en el centro de atención, pero no por las razones correctas.

La Generalitat Valenciana, bajo la dirección de Carlos Mazón del Partido Popular (PP), se ha visto envuelta en una acalorada disputa con el Gobierno central, liderado por el presidente Pedro Sánchez del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). La Generalitat se defiende ante las acusaciones de que su gestión fue ineficaz, acusando a Moncloa de no asumir el control de la situación. ¿Es posible que en medio de la tragedia, el eterno tira y afloja de la política española haya hecho de las suyas?

La responsabilidad territorial

Desde el comienzo de este desastre, las acusaciones han volado. La Generalitat arguye que el Gobierno central tenía la potestad para declarar la situación 3 de emergencia, esa que se considera «emergencia nacional». Por supuesto, esto es como discutir con tu vecino sobre quién es el responsable de cortar el césped… ¡cuando ambos están demasiado ocupados llorando porque el jardín ha quedado arrasado!

El Gobierno, por su parte, menciona que Mazón «arrastró los pies», al no solicitar la mencionada situación de emergencia durante esas cruciales primeras horas. “El Gobierno podía haber asumido perfectamente y legalmente el mando”, aseguran desde la Generalitat. Pero, ¿acaso no estamos hablando de una situación donde la inacción es también una forma de acción?

La Guía del Ministerio del Interior establece que esta situación puede ser decretada de forma unilateral. No obstante, el Ejecutivo valenciano señala que, al tratarse de un fenómeno que afectó a varias comunidades, eso habilitaba al Gobierno para liderar la respuesta. Un juego de palabras y responsabilidades en el que, como en un partido de ping-pong, la pelota parece no tener dueño.

Intervención de la UME y la crítica a la lentitud

Uno de los puntos más polémicos ha sido la supuesta lentitud en la solicitud de intervención de la Unidad Militar de Emergencias (UME). La Generalitat defiende su rapidez, afirmando que se solicitó la intervención a las 15.00 horas, contradictorio a las afirmaciones del Gobierno que menciona una solicitud a las 20.36 horas. Así que en lugar de salvar vidas, estaban salvando cara, y la contienda continuó.

Si alguna vez te has visto en una discusión con tu pareja sobre quién se olvidó de hacer la compra y el tiempo sigue corriendo, sabes exactamente el estrés que conlleva tratar de coordinarse en momentos críticos. La vida parece un puzzle donde, a veces, las piezas simplemente no encajan.

La polémica de ES-Alert

Un tercer foco de tensión ha sido la alerta masiva enviada a los teléfonos móviles a través de ES-Alert. ¿Recibe tu teléfono una alarma en medio del caos y te dice que hay una tragedia en camino? Suena como un episodio de Black Mirror, ¿no?

El envío del mensaje de alerta se realizó a las 20:00 horas, cuando las inundaciones ya estaban arrasando la región. La Generalitat alega que la decisión de enviar esta alerta no depende solo de ellos, sino de un organismo técnico donde también había miembros del Gobierno supervisando. Una especie de балаган tándem, donde cada uno espera el movimiento del otro para decidir qué hacer. ¿No debería en una crisis estar establecido un protocolo más claro y una inmediatez que elimine la burocracia?

La respuesta suscitó críticas generalizadas, pues muchos consideraron que llegó demasiado tarde. La Generalitat, sin embargo, insistió en que se siguieron todos los protocolos pertinentes, pero las víctimas parecen tener otra opinión al respecto.

Cronología de avisos

Quizás lo más impresionante es que ya desde domingo la Generalitat había emitido alertas sobre posibles inundaciones. El lunes la elevó a nivel naranja y, el martes por la mañana, ya se hablaba de emerger en roja. Estas advertencias parecen un esfuerzo titánico, pero aún así, la tragedia se desató con tal ferocidad que dejó a todos en estado de shock.

Si alguna vez has tratado de hacer frente a una tormenta literal, sabrás que las predicciones son solo eso: predicciones. Muchos de nosotros hemos mirado al cielo y pensado, “¿ya podrás llover porque el pronóstico lo dice?” al tiempo que nos empapamos bajo un aguacero sorpresivo. Pero en este caso, la existencia de alertas y la realidad de su efectividad siguen siendo tema de debate.

El dilema de la responsabilidad

La consiguiente batalla de acusaciones plantea un dilema moral: ¿quién se lleva la responsabilidad aquí? A medida que las palabras vuelan, las personas afectadas se ven atrapadas en medio. Mientras los políticos intentan censurar los errores del otro, las verdaderas víctimas son aquellos que perdieron sus hogares o seres queridos en esta tragedia.

Como suelen decir, “el pescado comienza a pudrirse por la cabeza”, y en este caso, tanto la Generalitat como el Gobierno central tienen un papel que desempeñar. Pero, ¿por qué no se centran más en ayudar a los afectados en lugar de lanzarse dardos políticos? A veces pienso que los políticos son como aquellos amigos en la fiesta que sólo quieren impresionar a los demás, pero terminan hablando más de sus logros que de la verdadera razón por la que estamos ahí: ayudar.

Conclusiones

La DANA en Valencia ha revelado no sólo el impacto devastador de la naturaleza, sino también las luchas políticas que atraviesan el país. La culpa y la responsabilidad parecen un juego donde nadie quiere salir perdiendo. Mientras la Generalitat resalta sus protocolos y la acción oportuna, el Gobierno central busca reforzar su posición justificándose por las decisiones tomadas (o no).

El costo de esta guerra es demasiado alto y, a decir verdad, el verdadero desafío es cómo construir un sistema donde la coordinación entre territorios y organismos sea más fluida. La tragedia se puede minimizar si todos asumimos nuestras responsabilidades de una manera menos politizada y más centrada en la humanidad. En última instancia, lo que todos deseamos es un futuro donde estas tormentas no sólo traigan agua, sino también un aprendizaje colectivo y una respuesta más efectiva.

Quizás la próxima vez deberíamos llevar a cabo una mirada más crítica sobre la gestión de emergencias en lugar de culpar y mirar hacia atrás. Como en cualquier película de acción que valga la pena, el héroe es más efectivo cuando trabaja en equipo. Y, en este caso, ese equipo debería ser toda la sociedad. ¿No crees?