Introducción

Si hay algo que caracteriza a la generación Z y parte de los millennials en España, es la forma en la que han vivido una serie de eventos que han moldeado su perspectiva. Desde el 11-M hasta la pandemia del Covid-19, estos jóvenes han tenido que navegar por un mundo lleno de incertidumbres y retos, teniendo poco tiempo para detenerse a reflexionar sobre su situación, mientras las crisis políticas y económicas se acumulan como si fueran el nuevo rol de una serie de Netflix.

Pero, ¿son realmente una generación perdida? José Pedro Manzano, Carmen González, Martín Carrasco y Anne Coll son solo algunos ejemplos de cómo, a pesar de las adversidades, muchos jóvenes han encontrado la manera de salir adelante. En este viaje de exploración, compartiremos sus historias, el contexto que los rodea y cómo, a su manera, todos están tratando de dar forma a un futuro más brillante.

¿Una generación perdida?

Esa pregunta me recuerda a una conversación en una reunión familiar donde mi tía siempre insinúa que mi generación ha tenido “todo en bandeja”. Me gustaría ver qué diría si conozca a algunos de estos jóvenes inspiradores.

La realidad es que José Pedro, con tan solo 30 años, ha viajado a más de 20 países, ha trabajado en instituciones prestigiosas como la Universidad de Oxford, y se ha ganado el Premio Arquímides por su investigación en conexiones cerebrales. Pero, a pesar de sus logros, no ha dejado de sentir la presión de un mundo laboral que ofrece cada vez menos certidumbres.

Las sombras del pasado

Cuando hablo de la «generación olvidada», me refiero a una generación que ha crecido con la resaca de la burbuja inmobiliaria y que ahora enfrenta una crisis de vivienda y sueldos precarios. Carmen González, quien ha dedicado años a sus estudios, no solo cuenta con un impresionante currículo académico, sino que también ha tenido que luchar contra la percepción de que su esfuerzo académico no valdría nada. De hecho, en sus años de estudiante, un profesor le dijo que era una generación perdida.

¿Alguna vez alguien te dijo que era “una batería de piedra”? Eso puede doler, pero Carmen lo tomó como una motivación. Hoy se siente afortunada de haber logrado un puesto en la Universidad de Salamanca a pesar de las dificultades.

Navegando la incertidumbre

¿Qué hay de las vivencias compartidas en este grupo que se ha visto afortunadamente fortalecido por su entorno? La incertidumbre laboral ha sido un tema recurrente, y a menudo parece que, para algunos, la solución pasa por votar o no votar. Martín Carrasco, quien fue parte de las acampadas del 15-M, siente que, tras la decepción por las promesas incumplidas de los políticos, muchos jóvenes han optado por el clickactivismo, donde simplemente hacen «me gusta» a una publicación en lugar de involucrarse realmente.

Humor y reflexión

Hablando de clickactivismo, recuerdo una vez que, tras un anuncio de un nuevo grupo político, le dije a un amigo que al menos puedo contar cuántas veces ha cambiado su perfil de Facebook en las últimas semanas. ¿Nos falta acción después de tantos años en redes sociales? O quizás la acción debería hacerse más local.

La verdad es que la interacción social de hoy en día se está viendo dramatizada por el uso de la tecnología. Estos jóvenes son un crisol de experiencias: han sido criados en un mundo de internet, lo que les ha permitido conectarse, pero también ha alimentado la ecoansiedad mencionada por el filósofo Gregorio Luri.

La dualidad de ser global y local

Podemos considerar a estos jóvenes como “glocales”: por un lado, son altamente influenciados por la cultura global, pero, por otro lado, sienten una conexión intensa con sus raíces locales. Esto se refleja en cómo están construyendo sus identidades en el marco de un mundo interconectado, pero a la vez cada vez más segregado.

La llegada de la informalidad y la colaboración

En este nuevo contexto, gracias a la tecnología, ha surgido una ola de colaboración y cooperativismo. Anne Coll, ingeniera industrial, ilustra bien este concepto. Aunque mezcla su carrera con estudios de postgrado, tiene la flexibilidad de moverse en distintos ambientes gracias a lo que el mercado laboral ahora ofrece.

Podemos ver que, aunque hay que ser sincero, este grupito de jóvenes ha lidiado con una infraestructura laboral muy diferente. Dicen que es más fácil innovar que encontrar un trabajo estable. La ironía reside en que, mientras luchan por un empleo, se ven empujados hacia la economía colaborativa, donde empezamos a ver formaciones nuevas como el coworking y el cohousing.

Oportunidades de formación en tiempos de crisis

Los datos son claros: la educación en España ha mejorado en términos de acceso, y, a pesar de los retos que enfrentan al graduarse, se han construido bases sólidas para muchos. Entre 2007 y 2022, el abandono escolar temprano ha disminuido, gracias a iniciativas y programas que mantienen a los jóvenes en el sistema educativo.

José Pedro, con su experiencia, resalta cómo esta generación, aún enfrentando conflictos y barreras, ha encontrado una forma de salir adelante. “Mientras algunos compañeros abandonaron los estudios para trabajar en la construcción”, reflexiona, “yo seguí en la universidad por el simple hecho de querer aportar algo diferente”.

¿La moraleja? Los jóvenes de hoy han vivido más experiencias que sus padres y están más formados. Es el ascensor social funcionando, aunque en cuentagotas.

El feedback generacional

Sin embargo, a pesar de esta mejora en la formación, el mercado laboral presenta un escenario complicado. Carmen, Martín y Anne han sentido la presión de la precarización laboral. Con sueldos inferiores a la media, el éxito académico no siempre se traduce en estabilidad económica. ¿Por qué es tan difícil alcanzar la estabilidad financiera con tantos títulos y experiencias?

En el fondo, el sistema está estructurado para favorecer la rapidez en el acceso a profesionales sin embargo, la desigualdad laboral está aún más acentuada entre la juventud y los adultos, como señala Carles Feixa. Frustración al cubo.

La búsqueda de soluciones

Lo que muchos se preguntan es si esto es un ciclo inevitable. La respuesta no es tan sencilla. José Pedro menciona que “la tecnología es más importante que la política para cambiar el mundo”, y mientras buscan hacer una diferencia a través del asociacionismo, se han dado cuenta de que la acción local es fundamental.

Anhelan poder hacer un impacto positivo en sus comunidades, una meta que se había difuminado en la mente de aquellos que dirigieron la política hasta ahora. Esta corriente de pensamiento podría ser la clave para entender una generación que, a pesar de su desencanto, sigue buscando formas efectivas para cambiar las dinámicas y no simplemente dejarse llevar por los caprichos de un sistema que parece haberlos olvidado.

Conclusión

Pero, volviendo a reflexionar, no se puede negar que José Pedro, Carmen, Martín y Anne son más que casos de estudio; son reflejos de todo un colectivo que, sumido en un mar de incertidumbres, busca forjar su propio camino. A pesar de las dificultades, pueden considerarse afortunados por el acceso a una educación de calidad, a experiencias únicas y a un mundo en constante cambio.

La realidad es que la generación olvidada no es una pérdida, sino una transición: un grupo que ha aprendido no solo a sobrevivir, sino a adaptarse y superarse. Y, al igual que ellos, muchos otros están en el proceso de encontrar su voz, su lugar y su futuro, equilibrando la realidad con la esperanza.

¿Nos queda ahora más que esperar para ver cómo evolucionan? Tal vez sí, pero nunca debemos perder la fe en la capacidad de cada uno de ellos para crear un espacio propio en este mundo complejo.