Cuando se habla de Japón, es común imaginar un país lleno de tecnología avanzada, paisajes tradicionales y, claro, una rica cultura pop que abarca desde el anime hasta la gastronomía. Sin embargo, más allá de los clichés, Japón se enfrenta a problemas económicos y sociales que son mucho más complejos e inquietantes, particularmente en lo que respecta a la desigualdad intergeneracional. ¿Pero qué significa esto exactamente? ¿Estamos hablando de una sociedad rica a la que se le ha olvidado preparar el camino para las generaciones futuras, o simplemente estamos ante un fenómeno demográfico particularmente agudo?

Una inquietante frase que se ha popularizado en los círculos económicos es que Japón «está sentado sobre un saco de oro». Pero antes de que todos vayamos a comprar entradas para el próximo vuelo a Tokio con la esperanza de ver ese tesoro, es crucial agregar un poco de contexto a esta afirmación. Este «saco de oro» se refiere no a un vasto patrimonio de recursos naturales o a tecnologías innovadoras, sino a los ancianos. Y sí, has leído bien. El tesoro se traduce en la riqueza acumulada por las generaciones mayores, que, por razones obvias y menos agradables, está destinada a desaparecer con su tiempo.

La autoimagen de Japón: de sōchūryū shakai a kakusa shakai

Antes de avanzar, déjame explicarte un par de términos. En Japón, se hablaba de un ideal de «sōchūryū shakai», un concepto que se traduce como «sociedad de clase media». Durante las décadas de 1960 a 1990, Japón se consideraba una sociedad extremadamente igualitaria. Esta percepción se basaba en que todos, desde el empresario hasta el trabajador, parecían tener la misma oportunidad de avanzar, gracias a un sistema educativo meritocrático y unas empresas que se percibían como responsables socialmente. Qué lindo, ¿verdad?

Sin embargo, los tiempos han cambiado. La realidad ha mostrado que esa imagen de igualdad era más una ilusión que un hecho tangible. Hoy en día, las nuevas generaciones hablan del fenómeno de «kakusa shakai», o sociedad fracturada. Este cambio de vocabulario revela un trasfondo mucho más complejo y cruel: mientras los ancianos están apilando riqueza con cada año que pasa, los adultos de 30 a 40 años están frenando en la dura realidad de salarios estancados y acceso limitado a la vivienda.

Una pirámide demográfica que gira

Según datos recientes, aproximadamente el 50% de los 2,000 billones de yenes que representan la riqueza financiera de los hogares en Japón está en manos de personas de 70 años o más. ¿Te imaginas esto? Esto significa que, efectivamente, una gran porción de la riqueza está estancada en una sola generación. Mientras tanto, la juventud se enfrenta a un futuro incierto, marcado por la precariedad laboral y, en muchos casos, el trabajo no remunerado.

Un factor demográfico que, bien podría ser tema de telenovela, es la «maldición» del envejecimiento. Con más personas mayores que trabajadores jóvenes, Japón se enfrenta a un retraso en la transferencia de riqueza. Como dice el profesor David Chiavacci, esto no solo se debe a un estancamiento económico, sino también a la cultura de trabajo, que a menudo empuja a los jóvenes a aceptar trabajos de menor remuneración y menos beneficios.

La «edad de hielo del empleo»

Si creías que tenías problemas de empleo, permíteme presentarte a la «edad de hielo del empleo», un término que describe cómo la crisis económica de los años 90 dañó la empleabilidad de los jóvenes. En esta época, los baby boomers japoneses disfrutaron de una protección laboral que significaba que podían sostenerse mientras las nuevas generaciones no lograban conseguir un trabajo a tiempo completo. ¿Te parece familiar? Muchos de nosotros estamos sintiendo esta presión en nuestros propios países: trabajos mal pagados, el eterno dilema del alquiler y, por supuesto, el miedo a no poder salir adelante.

Adultos jóvenes y el dilema del ahorro

En un giro irónico, muchas personas mayores en Japón tienen tasas de ahorro mucho más altas que los jóvenes, lo que provoca un “atasco” en la acumulación de riqueza. Los baby boomers acumularon riqueza a través de un mercado laboral más favorable, mientras que sus hijos e hijas navegan por un mercado laboral donde ser contratado es un lujo y no una norma. Un economista del Banco de Desarrollo Asiático, Naohiro Ogawa, menciona que debido a este historial de involucramiento en el ahorro, muchos hogares de personas mayores están mejor equipados financieramente que los jóvenes.

¿Esto suena un poco agrio, no crees? Mientras tus abuelos se sientan en un cómodo sillón con sus ahorros acumulados a un lado, tú estás despotricando sobre tus deudas estudiantiles y tu último intento fallido de aplicar a un trabajo.

La gran transferencia de riqueza: realidad o mito

Como si la situación no fuera ya desconcertante, está la «gran transferencia de riqueza», un concepto que anticipa que cuando los ancianos finalmente pasen, todos esos bienes y ahorros desmadrados irán a parar, irónicamente, a la generación que ha sido históricamente desfavorecida en términos económicos. Pero aquí viene lo interesante: en Japón, incluso eso no es tan simple.

Uno de los factores que impide esta transferencia de riqueza es la explosión de los impuestos a las herencias, que ascienden hasta un impactante 55%. En lugar de perpetuar la riqueza en el linaje familiar, esto ha llevado a la situación en que las herencias «desaparecen» en tres generaciones. Las familias ricas que logran mantener su estatus han encontrado formas de eludir estos impuestos. Algunos optan por mudarse a países con impuestos más bajos, como Singapur y Australia. Es decir, si tienes el dinero, siempre puedes encontrar una salida, ¿verdad?

Un futuro incierto

Así que, aquí estamos, ante un dilema: ¿es realmente Japón un país repleto de riquezas o simplemente un lugar donde la desigualdad se ha vuelto insostenible? Esa acumulación de capital en manos de ancianos también pone en cuestión si las reformas socioeconómicas serán suficientes para igualar el juego.

La cultura de trabajo japonés, que valorecía tanto el esfuerzo, podría volverse en su contra, dejando a las nuevas generaciones en un punto muerto en términos económicos. Las políticas económicas tienen que lidiar con este «saco de oro», y la única pregunta que queda es si alguna vez será algo accesible para las generaciones jóvenes.

Reflexión final

Viendo la situación actual en Japón, es difícil no dejarse atrapar por el escepticismo. Venimos de una era donde la igualdad parecía un objetivo alcanzable; ahora, parece que estamos más cerca de un espejismo. Sin embargo, también es importante recordar que cada crisis abre la puerta a nuevas oportunidades. Desde el uso innovador de la tecnología hasta la creación de comunidades más inclusivas, quizás Japón pueda encontrar formas de romper este ciclo de desigualdad.

Así que la próxima vez que escuches sobre ese glorioso «saco de oro» japonés, recuerda que la verdadera riqueza es más que solo dinero y propiedades. Es sobre el bienestar de la sociedad, y, necesariamente, tiene que incluir la voz de las generaciones más jóvenes. ¡Así que mantengamos la conversación!