La tasa de basuras. Suena sencillo, ¿verdad? Pero a medida que nos adentramos en el panorama actual de Leganés y su particular negativa a aplicar esta tasa, nos encontramos en medio de un cóctel de desavenencias políticas, responsabilidades ambientales y, posiblemente, un poco de confusión para los ciudadanos. Así que acomódate, que aquí va todo un recorrido que pinta a Leganés como el pequeño David que se enfrenta al gigante Goliat de las leyes del Gobierno.
La ley que nadie quiere cumplir
En un mundo donde la sostenibilidad se ha convertido en uno de los ejes centrales de las políticas globales, la Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular ha sido implementada en toda España con la esperada implementación de una tasa de basuras antes de abril de 2025. Si bien parece sensato –después de todo, la gestión de residuos debería tener un costo que refleje realmente su impacto ambiental–, no todos los municipios parecen estar de acuerdo. Leganés, bajo el mando del alcalde Miguel Ángel Recuenco (PP), ha decidido no mojarse. Pero ¿por qué?
Como decía mi abuelo, «cuando el río suena, agua lleva». La resistencia de Leganés a establecer la tasa parece no ser más que un intento por mantener una política fiscal «baja». En su defensa, el alcalde ha afirmado que su Ayuntamiento no incrementará la fiscalidad, y su argumento no es del todo descabellado. Pero, ¿realmente puede un alcalde ignorar las leyes nacionales y seguir pensando que está haciendo lo correcto?
El juego político: ¿strategia o insurrección?
Mientras otros municipios de la comunidad, como Torrelodones, han decidido a regañadientes acatar lo que se les impone, Leganés parece ser un caso especial. Esto me recuerda a aquellos amigos que, a pesar de haber sido convocados a la fiesta, deciden quedarse en casa porque «no es su tipo de música». Lo curioso es que el consejero de Presidencia, Justicia y Administración Local de la Comunidad de Madrid, Miguel Ángel García Martín, ha exhortado a todos a acatar «el sanchazo» de la tasa de basuras. Este término, «sanchazo», en sí mismo se presta al humor: incluso le pondría un hashtag en redes sociales.
¿Pero es eso suficiente para convencer a un alcalde que, claramente, ha decidido que su posición es más importante que la legislación vigente? Quizás Recuenco quiere demostrar que hay vida más allá de lo que dice el Gobierno. Lo curioso es que su partido, el PP, no se opuso a la ley durante su paso por el Parlamento. ¿Qué cambió entonces? ¿La política local se ha convertido en un juego de posturas a costa de la ciudadanía?
Alcaldes rebeldes: la resistencia de Alcobendas
Si pensabas que el día a día de Leganés es complicado, echemos un vistazo a Alcobendas. La alcaldesa, Rocío García, ha declarado sin ambages que “no los cobrará” salvo que el Gobierno central imponga la tasa. Aquí me imagino a los electores de Alcobendas mirando a su alcaldesa con esa mezcla de admiración y preocupación propia de un personaje de novela. ¿Es realmente una robots por la autonomía fiscal municipal o una estrategia para navegar por aguas turbulentas? Un crítico podría decir que García está jugando con fuego.
Y aquí es donde la leyurografía de la política se vuelve aún más enrevesada. La presidenta de la Federación de Municipios de Madrid, también del PP, ha sido clara: aunque no le gusta, hay que cumplir la ley. ¿Entonces? ¿No debería haber un debate más productivo y colaborativo entre regiones y partidos, en lugar de ignorar las responsabilidades ambientales?
El dilema ambiental: ¿realmente es una necesidad?
Después de un buen rato hablando de temas políticos, es fácil perder de vista el verdadero trasfondo de esta discusión: la gestión de residuos. En algún lugar entre las decisiones de los alcaldes y las tensiones entre partidos, están los ciudadanos de Leganés que, al final del día, solo quieren un entorno limpio y sostenible.
Recordemos que la Ley de Residuos establece que «las entidades locales establecerán una tasa que permita implantar sistemas de pago por generación y que refleje el coste real de las operaciones de recogida, transporte y tratamiento de los residuos». Es difícil discutir la necesidad de tal medida en un mundo donde el plástico es casi omnipresente y donde la cantidad de residuos que generamos se presenta como un verdadero desafío para el sistema.
Y aquí es donde entra mi anécdota personal: el otro día, mientras trataba de ordenar mi casa, me di cuenta de cuánto plástico acumulaba. No sé si a usted le ha pasado, pero abrir mi armario era como abrir una cápsula del tiempo hacia el futuro: un futuro lleno de residuos que jamás podrían descomponerse. ¿Cómo es posible que haya más conciencia sobre el reciclaje en un hogar que en las decisiones de un ayuntamiento?
Los retos que enfrentan los alcaldes de hoy
No hay que ser un genio para ver que ser alcalde hoy es un trabajo complicado. Entre la presión de cumplir promesas de campaña y la necesidad de implementar medidas que respeten el bienestar ambiental, muchos se encuentran en un dilema. Sin embargo, cuando un alcalde decide no cumplir una ley, ¿realmente está contribuyendo al bienestar de sus ciudadanos?
Imagínese en el lugar de Recuenco. En la balanza están dos opciones: cumplir la ley y elevar la fiscalidad, o mantenerse firme ante las promesas hechas en campaña. Sin embargo, una historia de resistencia no siempre termina en victoria. Como dice el refrán, «el que no arriesga no gana». Pero también es cierto que “el que no cumple, no gobierna”.
Mirando hacia el futuro: ¿qué pasará?
Desde el Consejo de Madrid han pedido a los ayuntamientos cumplir la ley.¿Se le hará algo a Leganés si deciden continuar su camino rebelde? Lo más provocativo es que, si la tasa no se aplica, quizás otros municipios a lo largo del país se sientan inclinados a hacer lo mismo. Esto podría desatar un efecto dominó que veríamos en varios rincones de España.
Por otro lado, la presión del Gobierno central en sí misma no parece suficiente para que algunos municipios cambien de actitud. Es como intentar empujar un coche que no arranca: puedes darle empujones todo el día, pero el motor se niega a funcionar.
Conclusiones: el dilema de Leganés y el efecto dominó
La situación de Leganés no es aislada; refleja un debate mayor sobre cómo gestionamos la crisis ambiental mientras lidiamos con el esencial juego político. La negativa de un solo municipio puede tener consecuencias que reverberan mucho más allá de sus límites, creando un mapa por el que otros podrían decidir navegar.
Como ciudadanos, depende de nosotros permanecer atentos a estos desarrollos. Y si Leganés se convierte en un ejemplo de resistencia, que sirva también como un recordatorio de la importancia de cumplir con nuestro deber para con el medio ambiente. Después de todo, uno de los grandes problemas de esta tasa de basuras es que si no se recolectan y gestionan adecuadamente, todos acabaremos en un lío de residuos que ni tú ni yo deseamos ver. ¿Quién quiere vivir en una ciudad que se asemeje más a un vertedero que a un hogar?
En última instancia, será esencial que los ciudadanos sigan de cerca estas decisiones y se pregunten: ¿es esta la Leganés que merecemos?