La economía del escaqueo en el trabajo tiene sus matices. Se nos presenta como una opción moderna y flexible, pero detrás de las aplicaciones que nos traen la comida a la puerta de casa hay un entramado de leyes, derechos laborales y algunas historias bastante tristes. ¿Alguna vez te has detenido a pensar en lo que implica realmente pedir ese delicioso sushi o esa pizza extra grande? No, no estoy hablando de las calorías; se trata de entender la complicada realidad de los riders en España.

Una reforma que llegó con polémica

En 2021, el Gobierno de Pedro Sánchez impulsó la tan comentada ‘ley rider’ con la esperanza de regularizar un sector que había estado surgiendo de manera casi clandestina. En teoría, la ley obligaba a las plataformas de entrega a contratar a sus repartidores, poniendo fin a la figura del falso autónomo. Sin embargo, como en muchas películas, la trama se volvió más complicada. Mientras algunos repartidores pedían a gritos ser considerados empleados, otros preferían mantener su autonomía, aunque eso significara trabajar bajo condiciones poco claras. Un dilema, ¿verdad?

Imagina que eres un repartidor en pleno apogeo, disfrutando de la libertad de elegir tus horas y tus tarifas, pero el riesgo de tener que lidiar con un accidente sin cobertura o de ser explotado en un sistema de «alquiler de cuentas» acecha como una sombra. ¡Qué divertido!

La tragedia de Pujan

La historia de Pujan, un repartidor nepalí de Glovo que perdió la vida trágicamente en un accidente en Barcelona, se convirtió en un punto de inflexión. En lo que equivale a una protesta moderna, sus compañeros defendían su derecho a un trabajo digno y seguro, incendiando sus mochilas amarillas. Pujan tenía 23 años y trabajaba sin contrato, escondido tras la opacidad que ofrece el sistema laboral de las aplicaciones.

Este evento trágico no solo movilizó a sus compañeros, sino que también puso de relieve la necesidad de que las plataformas, como Glovo y Uber, se hagan responsables de sus trabajadores. Esa mochila amarilla yaciendo en el asfalto se transformó en un símbolo de todas las luchas que los repartidores viven día a día, un recordatorio de que detrás de cada entrega hay un ser humano.

La respuesta de las empresas

La llegada de la ley realmente no sacudió a todas las empresas por igual. Mientras Just Eat se adaptó rápidamente y formalizó a todos sus repartidores bajo contrato, Glovo y Uber optaron por diversas estrategias. Glovo, con su famoso «si no puedes vencerlos, únete a ellos», eligió continuar con su modelo original. Por otro lado, Uber, que al principio se declaró en conformidad, finalmente permitió que sus repartidores optaran por la figura de autónomo. Y aquí es donde la situación se complica aún más.

La compañía de comida a domicilio lanzó una pregunta desconcertante en una carta a la ministra de Trabajo: «¿Debemos seguir el ejemplo de Glovo y trabajar con autónomos para seguir compitiendo en igualdad de condiciones?». ¿Te imaginas tener que contestar eso? Es como si le preguntaras a un pez si prefiere vivir en el mar o en una pecera: ¡el mar es vasto, pero también peligroso!

La realidad de los falsos autónomos

A pesar de la legislación, el castillo de naipes que sostiene la regulación laboral sigue tambaleándose. Existen cientos de mensajes en grupos de WhatsApp donde se ofertan cuentas de Glovo para alquilar. ¡Increíble! La ley puede ser brillante sobre el papel, pero en la práctica, un sistema que permite a la gente alquilar cuentas a cambio de una comisión parece burlarse de ella. En otras palabras, hay quienes están dispuestos a todo para entrar a un mundo que muchos consideran una trampa legal.

Como dice el viejo refrán: «donde hay un hueco, hay un español». Esto, en parte, puede explicar el fenómeno de las personas indocumentadas que operan como “falsos autónomos” en aplicaciones de entrega. Pero aquí entra el tema espinoso de la falta de regulación. ¿Podemos culpar a los que buscan sobrevivir en un contexto complicado?

Desigualdad en la cancha de juego

Las quejas de empresas como Just Eat son legítimas. La compañía ha denunciado que la competencia se mueve en un «terreno de juego diferente», ya que mientras ellos cumplen con la ley y absorben gastos adicionales, sus competidores tienen la libertad de ahorrar hasta un 50% al evitar los costos laborales. En el juego de las aplicaciones de entrega, ¿es justo que algunas empresas jueguen de manera más «transparente» mientras que otras operan por debajo de la mesa?

La respuesta del Gobierno y del sindicato

A medida que las verdades se desenredan, UGT y Uber han intentado generar un cambio. En octubre de 2023, se firmó un Memorando de Entendimiento que, aunque no tiene fuerza legal, representa un primer paso hacia una mayor regularización laboral. Pero, como todo acuerdo que no es vinculatorio, una pregunta persiste: ¿realmente hará este memorando una diferencia tangible en la vida de los repartidores?

La lucha por los derechos

Los repartidores han encontrado diversas formas de protestar por sus derechos en estos últimos años. Si un repartidor decide unirse a un sindicato, es probable que descubra que no es el único que ha tenido experiencias desfavorables. La creación de redes de apoyo sigue siendo crucial en esta batalla por la dignidad laboral. Al tiempo que la ley está al servicio de las plataformas, los derechos de los trabajadores deben ser prioritarios. Ay, el eterno ciclo del poder y el poder.

Reflexiones finales

La situación de los ‘riders’ es un reflejo del mundo laboral moderno, donde las plataformas digitales parecen haber dejado atrás los derechos humanos básicos por el bien de los beneficios. ¿Es esto lo que queremos seguir viviendo? Cada pizza entregada, cada hamburguesa fugaz, es una historia oculta que merece ser contada. Porque, al final del día, la cuestión no es solo sobrevivir, sino vivir con dignidad.

Quizás, al final de esta odisea, los repartidores sean capaces de recordarnos una lección importante: que su lucha es también nuestra lucha. Cada vez que pidas comida a domicilio, ten presente que detrás de esa bolsa de papel hay un luchador que intenta que su voz sea escuchada. ¿No deberíamos escuchar sus historias antes de decidir qué pedir para cenar? ¡La próxima vez que te llegue ese sushi, ya sabes a quién se lo debes!