La Agencia Tributaria española se enfrenta a uno de los desafíos más complicados de su historia reciente. Recientemente, en un evento de gran relevancia, la directora general de la Agencia, Soledad Fernández Doctor, hizo una intervención que ha dejado a muchos rascándose la cabeza. “Se está hablando mucho de la financiación singular”, dijo, y continuó apuntando que no tenía mucho que aportar sobre el tema. Perdonen que me ría, pero en un entorno donde más de 700 inspectores de Hacienda se encuentran inquietos, es casi un chiste de mal gusto. ¿Realmente cree que podemos ignorar el elefante en la habitación?

Las conversaciones sobre la cesión de competencias a la Agencia Tributaria Catalana han encendido los ánimos y generado un clima de preocupación entre muchos profesionales del sector. ¿Por qué? Aquí está el núcleo del asunto: las implicaciones políticas y fiscales de esta posible separación no solo podría conformar una nueva manera de gestionar los recursos en Cataluña, sino que también podría poner en entredicho la cohesión del sistema fiscal español en su conjunto.

Un poco de historia

Primero, hagamos un pequeño viaje a través de la historia. La Agencia Tributaria se creó en 1990, y desde entonces, ha sido el pilar básico de la recaudación fiscal en España. En las últimas tres décadas, los inspectores han luchado incansablemente para combatir el fraude fiscal, logrando avanzar mucho en este frente. Sin embargo, la posibilidad de fragmentar la gestión fiscal entre el Estado y las comunidades autónomas se presenta como un experimento con el que no todo el mundo está de acuerdo. ¿Es realmente necesario?

Cuando escucho la palabra “experimento”, me vienen a la mente algunas experiencias que he tenido en mi propia vida. Por ejemplo, cuando intenté hacer mi primer soufflé. La receta sonaba sencilla, pero cada vez que lo horneaba, el resultado era más parecido a un ladrillo que a una delicada obra de arte culinario. En el fondo, me di cuenta de que no todas las innovaciones salen como uno espera. ¿Podría ocurrir lo mismo con este nuevo modelo de financiación?

La inquietud de los inspectores

La presidenta de la Asociación de Inspectores de Hacienda del Estado, Ana de la Herrán, no se ha andado con semánticas: su mensaje es claro. Durante el XXXIV Congreso del cuerpo, advirtió sobre los peligros de dividir la Agencia y fragmentar su funcionamiento. En otras palabras, si seguimos este camino, podríamos estar dando un paso atrás en la lucha contra el fraude fiscal en lugar de avanzar.

Conversando con varios inspectores en el congreso, el ambiente estaba cargado de ansiedad. Algunos compartieron anécdotas sobre cómo habían visto crecer su capacidad para detectar y combatir el fraude en las últimas décadas, y cómo temen que una separación afecte este progreso. Es como si construyeran un castillo de cartas, y ahora alguien quiere soplar para que todo se derrumbe. Al final del día, ¿quién se beneficia de un sistema fiscal más débil? Desde luego, no somos nosotros, los ciudadanos comunes, que simplemente buscamos cumplir con nuestras obligaciones fiscales.

Una defensa del sistema actual

La respuesta de Soledad Fernández parece ser más bien una defensa genérica de la Agencia Tributaria y su papel en la gestión fiscal. Habló sobre la importancia de un sistema fiscal cooperativo y corresponsable, enfatizando que esto podría coexistir con las demandas de las comunidades autónomas. Esto plantea la cuestión: ¿puede realmente una Agencia Tributaria fragmentada funcionar de manera eficiente? Si algo nos ha enseñado el pasado es que, en ocasiones, la colaboración es clave para el éxito.

Imagina que en tu trabajo, de repente, tus responsabilidades se dividen entre varios jefes en lugar de un solo supervisor. Switchear entre estilos de gestión, prioridades diversas y otras peculiaridades puede convertirse en un caos. No quiero ser pesimista, pero creo que la historia ha demostrado que la unidad en un sistema es esencial para su funcionamiento óptimo.

La reacción del público y la política

No vamos a olvidar que toda esta situación no surge en un vacío. Las tensiones políticas entre el gobierno central y el gobierno catalán siempre han tenido un peso significativo en el debate. Es un escenario conocido, donde las distintas visiones sobre la autonomía y la financiación se convierten en un juego de ajedrez.

En este contexto, la declaración de Soledad Fernández puede verse como un intento de calmar las aguas, pero ha tenido el efecto contrario. El clima en el Congreso era de inquietud y descontento. Las palabras de la directora de la Agencia tributaria carecerían de un verdadero compromiso ante la inminente posibilidad de que Salvador Illa, el líder socialista catalán, se convierta en presidente y que esto lleve, eventualmente, a la cesión de recursos y competencias fiscales a Cataluña.

Me recuerda a un mal día de mi infancia cuando mi madre intentaba calmarme antes de llevarme al dentista. Ningún caramelo podía sedarme mientras sabía lo que venía. Este es el mismo tipo de sensación que muchos inspectores experimentan hoy. Saben que una crisis se avecina y no pueden ignorarla. Además, la falta de una respuesta clara por parte del Ministerio de Hacienda ha alimentado la sensación de incertidumbre.

Firmado de puño y letra

Las palabras pueden ser poderosas, pero las acciones en el ámbito político son aún más impactantes. Desde aquí, es fundamental que el diálogo y la cooperación se mantengan activa. La fragmentación de la Agencia no solo pone en peligro la recaudación fiscal, sino que también podría crear un callejón sin salida en el que diferentes comunidades autónomas luchen por sus propios intereses, creando una especie de Guerra Fría fiscal en España.

Imaginemos un nuevo territorio en el que no hay un marco común y cada comunidad establece su propia normativa y tasas. Sería un camino lleno de complicaciones, como una trama de telenovela en un canal de televisión nacional. Así que, ¿quién realmente gana en este juego?

El futuro de la Agencia Tributaria

A medida que miramos hacia adelante, el futuro de la Agencia Tributaria española parece estar en una encrucijada. Mantener la cohesión fiscal y la integridad del sistema debe ser prioritario para los legisladores, y este es un momento crítico para pensar no solo en el presente, sino en el futuro de la recaudación fiscal en nuestra nación. ¿Podrá la Agencia evolucionar y adaptarse a los nuevos desafíos sin sacrificar su esencia?

En resumen, la Agencia Tributaria debe ser vista como un organismo dinámico que no puede verse restringido por límites geográficos o políticos. La resolución de esta crisis radica no solo en la política y los acuerdos, sino también en la voluntad y el coraje de los que están dentro del sistema para buscar una solución que beneficie a todos.

Al final del día, ¿no es la adecuada recaudación fiscal la que sostiene nuestra infraestructura social, nuestras escuelas, nuestros hospitales y, en última instancia, nuestro bienestar? Al igual que aquel soufflé que nunca conseguí hacer bien, la recaudación fiscal y la justicia tributaria requieren paciencia, diligencia, y un compromiso genuino de todos los involucrados para ser verdaderamente efectivas.

Así que, amigos lectores, sigamos de cerca esta historia. La próxima vez que vean un artículo sobre la Agencia Tributaria, esperemos que no sea otro “experimento” fallido, sino el inicio de una era nueva y esperanzadora.