En el actual panorama económico, los fondos de inversión han vuelto su mirada hacia un sector tradicional que, a pesar de los desafíos, sigue ofreciendo rentabilidad: el campo español. ¿Quién lo diría? Los grandes inversores, que antes se aferraban al ladrillo como si fuera su taburete preferido en un bar, ahora están invirtiendo en tierras agrícolas. Y no es que estén buscando una nueva afición en la jardinería, sino que buscan ganancias en cultivos e inversiones rurales.

Un campo lleno de oportunidades

Si te dijera que hay más de 900 fondos de inversión que han puesto sus ojos en el campo español, ¿qué pensarías? ¿Un nuevo reality show sobre granjeros millonarios? La verdad es que, según un análisis de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), estos inversores han adquirido tierras valoradas en más de 100.000 millones de euros. Y no solo eso. La rentabilidad de ciertos cultivos ha aumentado en un entorno donde los pequeños y medianos agricultores luchan por sobrevivir. ¿Es este el nuevo oro verde del siglo XXI?

Algunos dirían que la ‘uberización’ del campo está en marcha, un término que trae consigo una sensación de transformación y miedo. Así lo dice José Luis Miguel, director técnico de COAG, que compara la situación actual del campo con la de otros sectores que han dejado de ser familiares y ahora están dominados por grandes cadenas. Mientras tanto, los agricultores que han labrado la tierra durante generaciones se ven acorralados por los altos costos de operación y la normativa constantemente cambiante.

Un mercado de cultivos altamente competitivo

Los números son impactantes y, a veces, difíciles de digerir. Según COAG, en los últimos 20 años, los costos de producción han aumentado un 92%, mientras que la renta agraria solo ha crecido un 49%. Esto significa que los pequeños agricultores están viendo menguar su poder adquisitivo mientras los grandes inversores siguen acumular tierras y riqueza. En el año 2024, el Ministerio de Agricultura estima que la renta agraria ha crecido más de un 14%, alcanzando los 37.759 millones de euros. Hablando de cifras, ¿quién no se sentiría tentado a invertir en cultivos como el aceite de oliva, cuyos precios se han disparado en medio de la escasez de producción?

La compraventa de fincas también está en auge. En 2023, se vendieron más de 148.000 fincas en suelo rústico y, hasta octubre de 2024, se han registrado cerca de 130.000 transacciones. Eso son muchas escrituras y muchas posibilidades. Como si fuera un moderno juego de Monopoly, pero en vez de propiedades verdes, estamos hablando de hectáreas de tierra de cultivo. ¡Y no solo dinero en juego! También podemos ver nombres de futbolistas como Jesús Navas o Raúl de Tomás entre los nuevos terratenientes, levantando un poco la ceja y preguntándonos: ¿será que están buscando su última recompensa por un buen partido?

¿Quiénes son estos financieros del campo?

Los inversores en agronegocios vienen en varias formas, cada uno con sus propios intereses y estrategias. Puedes pensar en tres tipos destacados:

  1. Empresas agroindustriales tradicionales: Ellos ya han estado en el juego por un tiempo.
  2. ‘Family offices’: Fortunas familiares que buscan diversificar y asegurarse un capital seguro en tiempos inciertos.

  3. Fondos de inversión, tanto nacionales como internacionales: Estos son los nuevos actores en el dramático escenario del campo.

Así lo explica Javier Martín de Colliers, destacando que los fondos de inversión son los que están más enfocados en lo financiero y llegan con un enfoque diferente: buscan cultivos leñosos como la almendra, el pistacho y los cítricos, que ofrecen economías de escala. En este sentido, estos fondos parecen más a esos jugadores de ajedrez que planean sus movimientos con muchos pasos de antelación, mientras que el agricultor familiar tan solo mira su campo.

¿El clima juega a favor o en contra?

Aunque la sequía ha afectado a muchos cultivos en los últimos años, los inversores mantienen su apetito por la tierra. Javier Martín señala que están interesados en fincas de regadío, donde la producción es mayor. El agua se convierte en el nuevo «rico» del juego del campo, y tener los derechos de riego es casi una carta ganadora. Por supuesto, es bastante irónico que, mientras peor sea el clima, más interesan las tierras mejor preparadas y con acceso a recursos hídrico.

Diversificación: el nombre del juego

Aquí es donde estos grandes inversores brillan: la diversificación. Si en un año la cosecha de aguacate no es buena en Málaga, no hay problema, sus inversiones en cítricos en Sudáfrica o almendras en Brasil les permiten compensar. ¿Quién lo diría? El mundo se está volviendo un pequeño pueblo agrícola global, donde un aguacate en la mesa puede haber viajado de una finca en América del Sur a un supermercado en Madrid.

Las grandes operaciones y los jugadores destacados

Cada día surgen más actores en este teatro de inversiones rurales. Por ejemplo, Trier Capital compró una finca de 2.000 hectáreas en Ciudad Real dedicada a olivar, pistacho y almendro. Y mientras tanto, Long Walk Farming, con su estrategia de arrendamiento, adquirió varias fincas en Cádiz. Estos movimientos son tan emocionantes como ver un tráiler de la última película de acción, donde cada escena promete más emoción que la anterior.

Entre los nombres que destacan, mención especial merece Natural Capital Fund, que adquirió granjas valoradas entre 70 y 80 millones de euros, incluyendo 1.900 hectáreas en varias ubicaciones de España y Portugal. Sin duda, las grandes sumas de dinero están en juego.

Transformaciones en el campo y futuro incierto

Entender cómo funcionan estos fondos es vital para comprender el futuro del campo. Los modelos laborales son diferentes; ya no hay un dueño que tiene trabajadores, sino empresas que contratan a su propia plantilla. ¿Es esto una evolución o un paso adicional hacia un mercado agrícola más precarizado?

La situación está lejos de ser simple. Las organizaciones agrícolas, como UPA y otras, luchan por defender el modelo familiar tradicional y empujar leyes como la Ley de la Agricultura Familiar que buscan asegurar la continuidad y el futuro de las explotaciones familiares. Según UPA, “las explotaciones familiares seguimos siendo mayoritarias en España”, pero también reconocen que su futuro está comprometido.

Reflexiones finales: ¿Qué nos espera?

La transformación del campo español no solo se trata de dinero y hectáreas. Se trata de cómo los pequeños agricultores son desplazados, y de cómo los grandes inversores moldean un sector que antes se consideraba solo un modo de vida.

Lo que está claro es que la inversión en el campo está aquí para quedarse, y mientras la renta agraria sigue creciendo, los pequeños agricultores se enfrentan a un enorme desafío. La pregunta es: ¿qué modelo de agricultura queremos para el futuro? ¿Uno dominado por grandes corporaciones o uno que valore la tradición y la conexión con la tierra?

Quizás deberíamos tomar una lección del viejo proverbio: «No todo lo que brilla es oro.» Aunque, en este caso, podría ser un aceite de oliva brillante que, en su esencia, lleva consigo la historia de generaciones. ¿Y tú, qué piensas? ¿Seguiremos permitiendo que este dilema se reproduzca en nuestras tierras o lucharemos por un espacio más equitativo?