Cuando recibí el informe Draghi, un escalofrío recorrió mi espalda. Con títulos como «Europa se está quedando atrás: el diagnóstico tecnológico» y menciones de nuestras amadas empresas tecnológicas, no podía dejar de pensar en cómo es posible que un continente que alguna vez fue el centro de la innovación se haya convertido en un actor secundario en el escenario global. Después de todo, ¿quién no se ha sentido parte de una historia en la que la heroína se olvida de sí misma y termina siendo rescatada por un superhéroe lejano? En este caso, los superhéroes son nada menos que EE. UU. y China, que, con sus avances tecnológicos, están sacando ventaja a Europa. Pero, ¿por qué estamos aquí y qué significa esto para el futuro de nuestra tecnología?

El diagnóstico de Draghi: ¿qué nos dice realmente?

El pasado lunes 9, el informe Draghi dejó claro que Europa está en una encrucijada. La triste realidad es que dependemos de terceros países para aproximadamente el 80% de los productos y servicios digitais que necesitamos. Eso suena bastante desalentador, ¿verdad? Pensemos en esto: si Europa fuera un equipo de fútbol, sería como si dependiera de las jugadas de un equipo rival para poder marcar un gol.

Una dependencia que asusta

A medida que el informe se desglosa, nos encontramos con estadísticas alarmantes y advertencias que nos hacen cuestionarnos si realmente estamos listos para competir. ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste sobre una nueva start-up europea que haya captado la atención mundial? Seamos sinceros: a menudo nos encontramos hablando de las mismas empresas famosas, como Google, Apple o Huawei, mientras que nuestras propias maravillas parecen quedarse en un rincón oscuro.

La proliferación de empresas tecnológicas en EE. UU. y China ha dejado a Europa en la sombra. Por ejemplo, el mercado de inteligencia artificial ha crecido a pasos agigantados en estos países, mientras que en Europa todavía nos encontramos discutiendo si la IA es una herramienta o un monstruo que nos va a quitar el trabajo. Me acuerdo de una conversación en un café, en la que un amigo mío dijo: «Si la IA comienza a hacer mi trabajo, ¡mejor que empiece a pagarse el café también!» ¡Y no le faltaba razón!

La historia detrás de la dependencia

Para entender nuestra dependencia tecnológica, debemos mirar hacia atrás. En las últimas décadas, Europa ha sido la cuna de innovaciones extraordinarias. Pero, en lugar de seguir adelante con estas bases sólidas, hemos visto cómo se desmoronaban a medida que otras regiones del mundo se lanzaban al mercado con fórmulas más audaces, arriesgadas y, en muchos casos, innovadoras.

No estoy aquí para hacer una crítica destructiva, pero miren a nuestra política y regulaciones. En lugar de fomentar un entorno amigable para que las startups florezcan, a menudo nos encontramos con marcos normativos que ahogan la innovación. ¿Recuerdan cuando queríamos regular todo lo que hace falta un permiso hasta para hacer un pastel de manzana? Bueno, ¡pues así estamos!

Los ejemplos claros

Tomemos el área de las telecomunicaciones. Mientras que en EE. UU. y Asia ya están disfrutando de la 5G, en Europa estamos aún debatiendo los beneficios y desventajas. Al final, parece que seguimos en el mismo lugar, y las otras regiones están paseando libremente a nuestro alrededor como si estuvieran en un mercado.

¡Y no hablemos de las inversiones! ¿Sabías que muchas de las grandes figuras de la tecnología están invirtiendo sus recursos lejos de Europa? Es casi como si hubiéramos puesto un cartel que dice «¡Inversores, pónganse en fila, pero por favor, no aquí!». Claro, el dinero vuela hacia donde más se valora: un entorno propenso a aprovechar las oportunidades.

Una mirada al futuro: ¿qué podemos hacer?

Ahora que hemos establecido la cruda realidad, surgen preguntas sobre cómo podemos revertir esta tendencia. ¿Hay esperanza para que Europa resurja como un titán tecnológico? Aquí es donde entra la parte más emocionante. La respuesta es un rotundo sí. Hay muchos aspectos que podemos abordar:

Empoderar a las empresas locales

Es crucial que empecemos a mirar hacia adentro y empoderar a nuestras empresas locales. ¿Cuántas veces has oído el comentario de que «si no lo hacemos nosotros, alguien más lo hará»? Bueno, es tiempo de actuar. Deberíamos promover políticas que permitan a las startups y a los emprendedores crecer y experimentar sin estar bloqueados por obstáculos burocráticos.

Imagina un mundo en el que, al igual que cada vez que celebramos la llegada de un nuevo iPhone, celebremos un avance europeo en tecnología. Piensa en lo emocionante que sería recibir un mensaje que diga «¡Europa lanza su propia versión del metaverso!».

Invertir en educación y formación

Ninguna revolución tecnológica es posible sin una inversión sólida en educación. Es necesario que nuestro sistema educativo evolucione para responder a las necesidades del mercado laboral. Pero también debemos atrevernos a pensar en la educación más allá de lo técnico; la creatividad y la empatía también juegan un papel fundamental en la innovación.

Recuerdo mis días en la universidad, donde me aparecía el profesor de informática con una camiseta de Star Trek. ¡Realmente pensábamos que íbamos a ser los próximos Scottie de la tecnología! Pero la realidad era diferente: concepts complejos, códigos enigmáticos y poco apoyo emocional. Es hora de que nuestras futuras generaciones se conviertan en ingenieros y soñadores.

La colaboración es la clave

Por último, la colaboración debería ser una fibra fundamental en el tejido empresarial europeo. Tal vez podríamos aprender un poco de las más recientes iniciativas de alianzas entre empresas. La competencia es buena, sí, pero ¡la colaboración puede ser aún mejor!

¿Qué tal si combinamos fuerzas para compartir recursos y desarrollar nuevas tecnologías entre diferentes naciones de la UE? Sería como los Vengadores, pero de la tecnología. ¿Quién sabe? Puede que aún tengamos alguna carta bajo la manga.

Conclusión: escribiendo la próxima historia de Europa

A medida que cierro este artículo, no puedo evitar sentir un destello de esperanza. Sí, el informe Draghi nos presenta una perspectiva sombría, pero también nos brinda la posibilidad de reflexionar sobre lo que podemos hacer para cambiar la narrativa. La historia de Europa aún no ha terminado, ni mucho menos.

La clave está en abrazar la innovación, fomentar la colaboración y, sobre todo, recordar que somos parte de un todo más grande. Si trabajamos juntos, tal vez en unos años podamos sentarnos en un café y reírnos mientras escuchamos a alguien decir: «¿Recuerdas cuando pensábamos que Europa se había quedado atrás?».

En última instancia, el futuro depende de nuestras decisiones hoy. Y eso es algo que cada uno de nosotros puede ayudar a construir. ¡Vamos Europa, es hora de recuperar nuestro lugar!