La economía europea se enfrenta a desafíos monumentales que podrían reconfigurar la balanza de poder económico mundial. La nueva Brújula de la Competitividad lanzada por la Comisión Europea (CE) suena tan prometedora como un café de la mañana: reconfortante, cálido, pero quizás un poco insípido una vez que le das el primer sorbo. ¿Realmente está la CE equipada para manejar la feroz competencia que le lanza China y Estados Unidos? En este artículo, vamos a desmenuzar el informe Draghi, la respuesta de Europa, y lo que realmente necesitamos para no quedarnos atrás en esta carrera por la innovación y el progreso.

¿De qué hablamos cuando hablamos de competitividad?

Antes de entrar en detalles, hagamos una pausa y pensemos en la palabra «competitividad». Es un término que, en muchos contextos, recuerda a una de esas competiciones infantiles de carrera de sacos: emocionante al principio, pero pronto se convierte en una mezcla de risas, tropezones y un sentimiento de frustración a medida que los niños, en lugar de correr, acaban revolcándose en el barro. ¿No es así?

La Brújula de la Competitividad se presenta como un plan para mejorar la economía de la UE, pero a la vista de los problemas que enfrenta, como la escasez de inversión o el estancamiento en sectores clave, uno no puede evitar preguntarse: ¿es esto suficiente?

La situación actual: un vistazo al informe Draghi

El Informe Draghi destacó la imperante necesidad de una inversión sustancial: ¡850,000 millones de euros al año! para cerrar las brechas que Europa ha dejado abiertas. Sin embargo, en lugar de abrir el grifo de inversiones frescas, la CE ha decidido que es más interesante hacer malabares con los recursos existentes. Sí, has adivinado bien: el viejo truco de reasignar presupuestos.

La pregunta es: ¿Podremos realmente lograr algo significativo con lo que ya tenemos, o necesitaríamos una pequeña inyección de adrenalina, o mejor dicho, de cash fresco?

La falta de recursos: un desequilibrio con consecuencias

Mientras que los gigantes estadounidenses y chinos dominan terrenos clave como la inteligencia artificial y la manufactura de microchips, Europa sigue jugando a la escondida en un rincón oscuro. Olvidémoslo, ya llegó a tal extremo que hasta los coches eléctricos, un bastión de nuestra historia industrial, ahora están en manos de los fabricantes chinos.

Esto me recuerda a aquella vez que preparé una cena para amigos con los ingredientes que quedaban en mi despensa. Al final, el plato generó más risas que aplausos, y creo que la metáfora puede extenderse a la forma en que Europa está tratando de afrontar la competencia global.

La visión tradicional de la solución: más mercados, menos regulación

La respuesta, que por alguna razón parece surgir de un libro de texto de economía de los años 80, sostiene que todos estos problemas se resuelven confiando en los mercados. ¿Alguien más se está riendo amargamente en este momento? Después de todo, no es como si las grandes corporaciones nos hubieran fallado en el pasado – espera, oh, sí, sí lo han hecho.

Las empresas europeas se han hecho tan grandes que algunas parecen inmunes al progreso. Han estado tan enfocadas en maximizar sus beneficios que, a veces, parece que se olvidaron de que la sostenibilidad a largo plazo también cuenta. Así, la Brújula de la Competitividad se convierte en una caminadora estática: parecería que estamos haciendo ejercicio, pero al final del día, seguimos en el mismo lugar.

El papel de los fondos de inversión y la fragilidad del sistema

Y hablando de estas grandes empresas, no podemos ignorar el papel que juegan los fondos de inversión extranjeros. En un momento, todos estaban buscando gangas y, de repente, Europa se ha convertido en un mercado regulado por estas entidades cuyas prioridades son más inmediatas y menos altruistas. Lo que tenemos aquí es una mezcla de la ley del corto plazo en lugar de una estrategia de largo plazo.

Admitámoslo: muchas de estas decisiones están tomando una dirección que se siente más como una montaña rusa y menos como un paseo por el parque. ¿Realmente queremos dejar el destino económico de Europa en manos de quienes sólo buscan la máxima rentabilidad? Esa es una pregunta que podemos plantear, quizás mientras disfrutamos de una copa en la terraza.

Un enfoque diferente: el Estado como emprendedor

Si miramos hacia atrás en la historia, vemos que el Estado tiene el potencial de ser un gran facilitador. La industria de Airbus, por ejemplo, es un testimonio de que la colaboración entre sectores público y privado puede rendir frutos significativos. El abordaje colaborativo fue clave para hacer frente a los titanes de la aviación estadounidense.

A pesar de los retumbos del mercado, propongo que se considere una estrategia de planificación que permita al Estado convertirse en un socio activo en lugar de ser un mero observador en esta dinámica competitiva. ¿Podríamos imaginar un futuro donde el gobierno y las empresas trabajen juntos para crear un ecosistema donde todos prosperen?

La oportunidad en la adversidad

Tal vez, uno de los mayores secretos para navegar en tiempos difíciles es ver la adversidad como una oportunidad para reconstruir. Este es el momento perfecto para que Europa empiece a pensar en grande, a avenar ideas que han estado en un segundo plano.

La crisis del COVID-19 enseñó a muchas empresas que la oportunidad de innovar se encuentra en los problemas más profundos. Tal vez esa es la lección que la Brújula de la Competitividad debería incorporar: el cambio requiere valentía y una visión renovada.

La nueva estrategia: recuperar el control

En este sentido, necesitamos unir fuerzas en torno a un modelo de «economía mixta verdadera». Esto significaría que los políticos seleccionados democráticamente tomen decisiones estratégicas, permitiendo que las empresas privadas negocien dentro de ese marco. Ya sí, hemos dicho «más regulación», pero ¿puede ser un marco diferente que no impida al mercado, sino que lo impulse?

Pienso que el caos puede generar creatividad. Imaginemos que este nuevo enfoque no es un bisiesto, sino que lanzamos a Europa a una era de colaboración poderosa que empodere tanto al sector público como al privado.

Reflexiones finales: el futuro de Europa está en juego

Para terminar, la Brújula de la Competitividad tiene buenas intenciones, pero las palabras en papel no manejan el nuevo mundo que se perfila ante nosotros. Ahora más que nunca, necesitamos soluciones audaces, no una simple apología a la confianza en el mercado como única solución.

Tal vez esto signifique arriesgarse a soñar, a invertir en los sectores críticos y a recordar que, como cualquier viaje, algunos giros inesperados son inevitables. Así que, ¿será este el año en que Europa finalmente tome el timón y dirija su barco hacia aguas más prósperas? O, como siempre, ¿terminaremos en la ensenada de “ya veremos”?

Europa tiene la oportunidad histórica de alzarse como un competidor fuerte, pero eso requiere acción y colaboración. Invirtamos en el futuro, aprendamos de nuestros errores, y con una pizca de humor y optimismo, quizás podamos ser los héroes de nuestra propia historia de éxito.

Y tú, ¿qué opinas? ¿Estamos preparados para el desafío?