Han pasado algunos años desde que Donald Trump dejó la presidencia de Estados Unidos, pero como un resorte, ha vuelto a saltar a la palestra. La reciente promesa de Trump de imponer aranceles drásticos a México, Canadá y China ha levantado muchas cejas y ha reavivado un debate que muchos pensaban cerrado. Cuando leí sobre su propuesta de un arancel del 25% a todos los productos mexicanos y canadienses, no pude evitar recordar ciertos momentos de mi infancia en los que, también, me vi atrapado en un dilema de “pago por el daño”— aunque en mi caso, el “daño” eran los juguetes rotos de mis amigos tras un duelo de béisbol improvisado.
Pero, volviendo al tema que nos ocupa: ¿Realmente funciona ponerle pegas económicas a los países vecinos? Esa es la pregunta del millón. ¿Qué implica este tipo de política para la economía estadounidense y, por extensión, para la economía global?
Lo que viene tras el discurso de Trump
El escenario actual que Trump ha pintado en Truth Social es uno de mayor intervención estatal, principalmente en comercio exterior. Promete que, si es elegido nuevamente, la industria estadounidense tendrá prioridad. «Exigimos que utilicen su poder y hasta que lo hagan, ¡es hora de que paguen un precio muy alto!», clamó.
Es difícil no sentir que hemos escuchado esto antes. Trump, en sus años anteriores en la Casa Blanca, ya había entablado una intensa guerra comercial, especialmente con China. Ahora, parece que la historia está a punto de repetirse, solo que esta vez con un enfoque renovado en los países fronterizos. Y aquí surge una pregunta importante: ¿Realmente se soluciona un problema complejo como el narcotráfico mediante aranceles?
Por supuesto, podríamos argumentar que el aumento de aranceles puede estimular la producción interna y proteger empleos, pero también se nos presenta el riesgo de que los precios al consumidor se disparen. Imagina que tienes un hijo que quiere un nuevo gadget tecnológico. Si los aranceles hacen que ese gadget sea más caro, ¿realmente estás salvando puestos de trabajo o simplemente trasladando la carga al consumidor?
Un vistazo a la economía global
Trump no es el único que ha puesto el ojo en el comercio y el problema de las drogas. México, por su parte, tiene sus propios desafíos. La afirmación de Trump sobre que el país no ha hecho lo suficiente para controlar la inmigración y el tráfico de drogas se contrapone con el enfoque que las autoridades mexicanas han tomado en los últimos años. Entonces, ¿es realmente justo poner toda la culpa sobre el país vecino?
Lo cierto es que la relación entre Estados Unidos y México es complicada. En ocasiones, parece un matrimonio tormentoso, donde ambos lados tienen razones válidas para quejarse. En mi propia experiencia, siempre he sentido que las relaciones con los vecinos deben gestionarse con cuidado y diplomacia, algo que, a veces, los líderes políticos olvidan. La respuesta a la violencia y el narcotráfico no se encuentra únicamente en comercios, sino en un enfoque más amplio que incluya educación, salud y seguridad.
La respuesta de China: guerra sin ganadores
Y mientras Trump lanza su ofensiva arancelaria, la voz de China asoma. Liu Pengyu, portavoz de la Embajada de China en EE. UU., dejó claro que «nadie ganará con una guerra comercial o una guerra arancelaria.» ¿Acaso no es interesante cómo los argumentos de la economía global se asemejan a las dinámicas de una relación tóxica? Los dos países se necesitan mutuamente, pero a menudo se gastan más tiempo atacándose que construyendo puentes.
La estrategia de Trump de imponer un arancel del 10% a los productos chinos está, en cierto sentido, destinada a lo que él considera un «empuje» para que se logren resultados en la lucha contra el fentanilo. Sin embargo, pregunto: ¿somos realmente inocentes en este enredo?
En las charlas en la cafetería de mi trabajo, a menudo escuchamos sobre la «responsabilidad compartida” en cuestiones complejas. Bien lo dice la frase popular: “el problema no es sólo de uno, sino de dos”. Y en este caso, los problemas de consumo y tráfico de drogas son una responsabilidad compartida entre EE. UU. y México, y uno podría argumentar que también la manufacturería china tiene su parte.
Historia de la guerra comercial
Recordemos que antes de la llegada de Trump al poder, las relaciones comerciales entre EE. UU. y sus vecinos no estaban exentas de controversias. En 2016, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) era el tema candente. Al final, fue renegociado y se convirtió en el T-MEC. Sin embargo, la sombra de la guerra comercial sigue acechando, y muchas empresas en EE. UU. ahora se preguntan: ¿cómo reaccionará nuestra economía ante esta nueva amenaza?
Con la historia reciente en mente, cabe señalar que las guerras comerciales no suelen tener un ganador claro. También puede afectar desproporcionadamente a pequeños y medianos negocios que no pueden absorber el costo de los aranceles. Recuerdo cuando traté de vender limonada en verano, solo para darme cuenta de que el costo de los insumos me dejaba con un margen muy estrecho… ¡Necesitaba un contador!
El impacto en España y el resto del mundo
La situación en Estados Unidos no es sólo un tema interno; sus repercusiones se extienden hasta Europa y, en particular, a España. Si Trump realmente gana el poder, esperemos que el impacto en los mercados europeos no sea de frankenstein, pero con los aranceles, las cosas podrían volverse complicadas. Al final de cuentas, el comercio internacional tiende a ser un eterno círculo vicioso: si uno se ve afectado, todo el mundo lo siente.
Imagino que muchos españoles que trabajan en el sector exportador a EE. UU. están siguiendo de cerca este desarrollo. La incertidumbre puede crear un ambiente muy tenso para las empresas que dependen del comercio. Algunos dirán que «es un juego de malabares», mientras otros podrían agregar que es más bien un «juego de la ruleta».
La lucha por los empleos
Una de las promesas de Trump es la creación de empleos en EE. UU. Al aumentar los aranceles, espera que las empresas locales produzcan más en lugar de importar. Pero, ¿qué tan realista es esta visión? Me recuerda una experiencia que tuve en una semana de ocupación en el colegio, donde mis compañeros y yo intentamos crear nuestra propia «microempresa». Al final, resultó que era más complicado de lo que pensábamos, ¡y eso que solo intentábamos vender galletas!
La situación es parecida para las empresas estadounidenses que competirían con productos importados. El dilema es real, pues los candidatos sustentan su política en la protección de empleos, pero a menudo, quienes más sufren son los consumidores. ¿No les parece?
Reflexiones finales: construir un futuro juntos
Como dijo una vez un viejo amigo mío, «la guerra solo deja cicatrices». Entonces, mientras contemplamos lo que podría ser una nueva guerra comercial entre EE. UU. y sus vecinos, lo más sensato sería pensar en estrategias más cooperativas que apunten a solucionar problemas graves como el narcotráfico. Tras la conversación con mis amigos en la plaza, todos coincidimos en que la efectividad no radica únicamente en la economía, sino también en la comunicación y la empatía.
Así que, para concluir, el discurso reciente de Trump ha abierto un viejo debate sobre comercio, aranceles y el impacto global. Mientras la fecha de sus elecciones se acerca y el polvo se alza de nuevo, nos queda una pregunta en el aire: ¿será este el comienzo de un nuevo capítulo, o simplemente un eco de viejas promesas y estrategias? Es un tiempo emocionante y algo aterrador para todos nosotros, y sin duda, estaremos atentos a este desenlace.