En 1992, un politólogo llamado Francis Fukuyama despertó pasiones y polémicas con su ensayo «El fin de la historia». En él, argumentaba que la caída del comunismo había significado no solo el triunfo del capitalismo, sino también un comienzo en el que la democracia liberal se convertiría en el estándar global. Treinta años después, el Campus Faes ha celebrado su evento anual, donde han declarado, una vez más, que «la historia ha regresado». Pero, ¿qué significa esto en el contexto político actual?

En este análisis, vamos a recorrer las ideas presentadas en el campus, explorando las reflexiones de sus participantes y los eco de esas narrativas, tratando de pensar juntos cómo esas lecciones de ayer nos afectan hoy.

El Campus Faes y el regreso del relato histórico

Este año, el Campus Faes, bajo el liderazgo de José María Aznar y con la participación del nuevo rostro del PP, Alberto Núñez Feijóo, fue una vitrina de ideas altamente cargadas. Durante la apertura del evento, Aznar echó mano de su retórica de siempre: la libertad, los enemigos de Occidente (básicamente, Rusia y el islamismo), y la defensa de la democracia ante el «populismo» que dice estar devorando a Iberoamérica.

Me viene a la mente una anécdota de mis días en la universidad. Recuerdo claramente a un profesor que, al criticarnos en una clase de teoría política, decía: «Chicos, la historia no es solo lo que está escrito en los libros. Se vive en el día a día, en la lucha constante por nuestros ideales». A veces, las reflexiones más simples son las que nos golpean más duro. Aznar parece pensar de manera similar al resucitar el tema de una «historia» que sigue en juego, conceptos que resonaron en mi mente mucho después de las clases.

La pregunta que nos hacemos todos es: ¿realmente hemos vuelto a un escenario histórico anterior, o estamos simplemente reviviendo viejas narrativas?

¿La libertad se defiende sola?

En su intervención, Aznar no solo recalcó que “la libertad no se defiende sola”, sino que también nos invitó a reflexionar sobre cómo debemos reaccionar ante las dificultades. Resulta ser un mensaje cargado, aunque algo nostálgico, que me provoca sonrisas inconscientes, como cuando recordamos una vieja canción popular. Todos sabemos que la música de los 80 es pegajosa, pero ¿acaso puede traernos de vuelta aquellos buenos tiempos?

No puedo evitar mencionar que la noción de defender la libertad, en cualquier forma que esta se presente, es relativamente fácil de enunciar desde la comodidad de un podio, frente a un auditorio aplaudidor. Aunque claro, cuando uno se enfrenta a dilemas reales y a la falta de derechos fundamentales, la historia se siente como un faro en la niebla; hay que navegar con cuidado.

Crítica a la homogeneidad ideológica

Uno de los momentos más destacados de este Campus fue, sin duda, la referencia al populismo latinoamericano. Aznar se refirió a la «infección populista» que afecta a países hermanos. Vaya, parece que esos momentos «de antes» que traen a la memoria son más recurrentes de lo que pensábamos. Recuerdo cuando alguien me dijo: “La historia es cíclica; no importa cuánto horizonte se dibuje, siempre hay alguien que elige no mirar”.

En el contexto actual, donde se habla de polarización política, ¿dónde encajamos nosotros como ciudadanos? Además, este tipo de retórica nos lleva a preguntarnos si realmente estamos en un momento de auge para la libertad o si simplemente estamos pasándole la batuta a otro tipo de control, que a fin de cuentas, también podría resumirse en el miedo a cuestionar lo establecido.

Reflexiones sobre la relación con México

Hablando de relaciones políticas complicadas, el PP resaltó una controversia reciente con México, en la que Feijóo mencionó que la presidenta electa Claudia Sheinbaum había hecho un gesto de exclusión al querer dejar fuera al rey de España de su acto de toma de posesión. Personalmente, esta situación me suena a un drama de telenovela con mucho teatro y poca acción concreta.

El ludismo en la política siempre resulta fascinante; al parecer las relaciones exteriores son también un arte dramático donde cada quien intenta interpretar su mejor papel. Feijóo apuntó que tal decisión no podía pasar desapercibida y que la respuesta era lógica. Las tensiones internacionales parecen haber heredado mucho del legado de la competencia entre ideologías, y aquí me pregunto: ¿cuándo dejaremos de medir el respeto por el peso de la historia y empezaremos a construir puentes?

La familia y los derechos laborales: un giro inquietante

Más allá de la política internacional hay asuntos domésticos que también fueron tocados en el Campus. El PP ha propuesto eliminar la obligatoriedad de tomar seis semanas de permiso de paternidad tras el parto, un paso que, sin duda, genera preocupación. En una era donde abogamos por la igualdad en la crianza, el retroceso en estos derechos puede parecer una broma de mal gusto. Aquí, es donde muchos padres se sabrán identificados, ¿verdad? Ah, esos días de libertades y permisos, coloridos como un arcoíris que a veces se convierte en tormenta.

La pregunta es: ¿realmente es momento de despojar a las familias de derechos tan fundamentales en nombre de la flexibilidad? Este tipo de decisiones a menudo afecta a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad y eso es lo que a veces nos olvidamos cuando discutimos sobre política. Una vez más, estamos ante la inflexible definición de quién merece qué cuando todo está en juego.

Nuevos caminos para Iberoamérica

Aznar habló sobre el estancamiento democrático en Iberoamérica, sugiriendo que era un eco del populismo. Vaya, un panorama preocupante, sin duda. Mientras que los líderes de la región enfrentan sus propios retos, parece que el ruido de fondo en estas narrativas políticas no considera el contexto local y social.

Recuerdo haber pasado tiempo en Colombia, donde las campañas políticas se convierten en escenas de colorido y música. La gente grita por un cambio, pero a menudo las respuestas son las mismas. Nuestro continente tiene un talento especial para girar hacia el círculo vicioso de la política y los intereses.

Así que, al final de todo, ¿es realmente válido hablar de «la salud democrática» en términos de una narrativa que incluye solo un tipo de ideología? El nuevo mensaje de confrontación no puede disociarse del mundo en que vivimos. Se necesita un equilibrio y esfuerzos reales por parte de todos los sectores de la sociedad.

¿Hacia dónde vamos?

El Campus Faes ha dejado clara su postura y ha ido preparando un espacio para construir nuevas narrativas, pero, como siempre, nos queda la pregunta: ¿dónde nos sitúa eso a todos? La libertad es un concepto que necesitamos defender, pero también reconectar con la humanidad en un mundo donde los intereses personales a menudo se intuyen ocultos tras discursos llamativos.

No sabemos si estamos al borde de otra Guerra Fría o simplemente danzando en un salón de baile con pasos ya desgastados. No obstante, es el momento de abrirnos a la historia y a sus contradicciones, especialmente en tiempos donde lo que más se necesita es unión y diálogo.

En conclusión, el regreso de la historia puede que signifique muchas cosas, pero a mí me parece que, en el fondo, sólo resuena una pregunta sutil: ¿seremos capaces de aprender de ella? Esa es la clave, y cada uno de nosotros asumimos un papel en esta grandes narrativas en constante evolución.

Al final del día, las discusiones políticas, en un contexto cercano o lejano, siempre giran en torno al mismo eje: nuestra búsqueda colectiva por un mundo mejor. Así que, a la espera de ver cómo se desarrollan estos capítulos, lo que realmente importa es que, todos, hagamos nuestra parte mientras el telón sube en este teatro de la vida.