La vida, como bien sabemos, tiene una forma extraña de presentarnos lecciones a través de la historia. Y en el caso del hotel Son Bou en Playa Blanca, Lanzarote, la historia no solo es fascinante, sino también un poco aterradora. Pero antes de que nos sumerjamos en este relato de corrupción y urbanismo, permíteme hacerte una pregunta: ¿alguna vez has estado en un lugar que parecía perfecto por fuera, pero que, al mirar más de cerca, resultó ser todo lo contrario? Esa es la esencia de lo que vamos a explorar aquí.

El hotel Son Bou: fachada perfecta, interior corrupto

En el corazón de Playa Blanca, el hotel Son Bou se alza como un estándar del turismo en la isla. Imagínate: turistas disfrutando de un cóctel en la piscina, coches de alquiler estacionados en la entrada, y todo parece un paraíso en la Tierra. Pero, en lugar de un letrero luminoso, lo que adorna su fachada es la opacidad detrás de su construcción. Sin recepción, sin un claro aviso de su ilegalidad. Solo quienes conocen su historia son conscientes de que este complejo no es más que un túnel oscuro de intereses económicos.

Juan Francisco Rosa, el propietario del hotel y empresario conocido, ha intentado legalizar su establecimiento, pero el camino ha estado lleno de obstáculos. ¿Te imaginas tratar de pintar la fachada de una casa que está a punto de derrumbarse? Esa es la esencia de la lucha de Rosa: un intento de hacer que un rayo de esperanza brille sobre su inversión.

El entramado de la corrupción en la isla

El sombrío trasfondo del hotel Son Bou está profundamente arraigado en la historia de Yaiza y su exalcalde, Juan Francisco Reyes. En los años 90, este político no solo impulsó la construcción de hoteles; utilizó su posición para llenar su bolsillo. La corrupción aquí es como una telenovela: traiciones, promesas rotas y un desenlace que muchos esperaban con ansias. Pero, ¿qué sucedió realmente?

Érase una vez, en el lejano año de 1998, cuando Reyes decidió otorgar licencias para levantar más de 1,500 plazas turísticas. ¿El resultado? Un caos urbanístico que todavía resuena hoy en día. Entre los proyectos otorgados de manera irregular estaba el hotel Son Bou, que no solo resulta ser un símbolo de corrupción, sino también de la falta de control urbanístico en Canarias.

La falta de cumplimiento de las normativas

Para que un hotel funcione legalmente, hay varias normativas que deben seguirse al pie de la letra. Sin embargo, como el informe técnico del arquitecto Maximiliano Valero Padilla detalla, el edificio en cuestión duplica la capacidad permitida según las normativas estivales. ¿Cómo es posible que esto suceda? Es como si a alguien le dijeran que solo puede invitar a 20 amigos a su casa, y él decidiera invitar a 40. Confusión asegurada.

La superficie total ocupada por el hotel es de 9,427.26 metros cuadrados, que supera ampliamente los 3,333 metros cuadrados permitidos. Es un poco como tener un coche de carreras compuesto por piezas de Lego: puede que funcione, pero no se ajusta a ninguna normativa de seguridad.

La propuesta de demolición: un giro inesperado

Después de años de irregularidades, el ayuntamiento de Yaiza finalmente decidió que había llegado el momento de actuar. En un giro oscuro de los acontecimientos, se planteó una demolición parcial del hotel para que se ajustara a la legalidad. Es casi poético, ¿no crees? El tiempo que se ha pasado construyendo un imperio sobre un castillo de naipes, y ahora la misma burocracia que le dio vida está pidiendo que se desmonte.

El informe técnico no solo establece la demolición parcial, sino que también plantea un mordaz deber para los propietarios: “sin más dilaciones”. La presión ya no es sólo un murmullo de fondo; es una realidad que escuece tanto a la propiedad como a los habitantes de la zona.

¿Y ahora qué?

Una vez que la demolición sea aprobada, la propiedad del hotel tiene 18 meses para llevarla a cabo. Piensa en la angustia; un plazo que se siente tan corto como la duración de un papel en una fogata. Habrá que ver si Juan Francisco Rosa puede cumplir con las exigencias y, de ser así, si ese remanente de su complejo turístico podrá ver el amanecer de una nueva vida.

En el transcurso de nuestra charla, es difícil no pensar en la última vez que estuve en un lugar que caía a pedazos. Recuerdo un hotel en el que una vez me alojé: un viejo castillo repleto de historia, planos arrugados y más historias que cuadros en las paredes. Lo que comenzó como una experiencia emocionante se convirtió en un innegable desafío. Tal vez el hotel Son Bou no tiene la misma grandeza, pero te aseguro que la travesía emocional y legal que atraviesan sus muros es el verdadero espectáculo.

Reflexiones sobre la corrupción y el futuro del turismo en Canarias

Es innegable que la historia del hotel Son Bou es una contaminación visual y moral de lo que debería ser el turismo en Canarias. El futuro de muchos otros complejos turísticos, construidos de manera irregular, está en juego. ¿Estamos hablando de un destino que se ajusta a la ética del turismo, o simplemente de un lugar más en el mapa que busca generar ingresos a cualquier precio?

A medida que el mundo avanza hacia un mayor sentido de responsabilidad, es imperativo que lugares como Lanzarote se adapten a esta nueva ola de moralidad. La corrupción no solo afecta a los políticos; afecta a cada persona que desea visitar el paraíso que ofrecen las Islas Canarias.

Por eso, la próxima vez que pienses en un destino turístico o descubras un hotel donde las sombras parecen más largas que la luz, recuerda la historia del hotel Son Bou. Si un lugar como este puede florecer por la corrupción, la pregunta sigue en el aire: ¿qué más no estamos viendo?

¿Acaso no es nuestro deber exigir transparencia y compromiso con nuestras comunidades? El turismo no debería ser solo un juego de números y dinero. Después de todo, ¿no se supone que sirve para conectar a las personas, llevar recuerdos y dejar las huellas de nuestras historias en un lugar nuevo?

En conclusión, el caso del hotel Son Bou es un recordatorio de la importancia de la legalidad en el turismo, así como de los impactos nocivos que la corrupción puede tener en un paraíso que, a simple vista, parece idílico. A medida que navegamos por este océano de información, no olvidemos que tras cada estructura, tras cada historia, siempre hay un trasfondo que merece ser desenterrado. La luz necesita abrirse camino a través de la neblina de la opacidad para que todos podamos disfrutar de la belleza genuina que este mundo tiene para ofrecer.