El penúltimo día de 2024 marca un hito en la historia reciente de Portugal. Mientras muchos de nosotros soñamos con las fiestas de fin de año, el presidente del país, Marcelo Rebelo de Sousa, firmaba un decreto-ley que podría transformar el paisaje del país para siempre. Pero, ¿es realmente un cambio necesario o una decisión apresurada que podría tener consecuencias inesperadas?
En este artículo, exploraremos las implicaciones del nuevo decreto que permitirá la construcción de viviendas en suelos rústicos, así como el contexto político y social detrás de esta decisión. Y, por supuesto, lo haré en un tono conversacional, consintiendo un poco de humor y anécdotas personales a lo largo del camino. Así que, ¡acomódense y empecemos!
La historia detrás del decreto
Portugal ha enfrentado desafíos económicos significativos en la última década, desde la crisis financiera de 2008 hasta la pandemia de COVID-19. La necesidad de vivienda asequible ha sido uno de los problemas más persistentes, y es allí donde el decreto de Sousa busca hacer un cambio: permitir la construcción de viviendas en terrenos que anteriormente se consideraban no edificables.
Recuerdo haber visitado Lisboa hace un par de años y sentirme abrumado por la belleza de la ciudad, pero también por la falta de espacio para nuevos residentes. Caminando por sus laberintos de calles estrechas, era evidente que, con cada vez más personas llegando a vivir en la ciudad, la presión sobre el mercado inmobiliario estaba en aumento. Así que, al escuchar sobre el decreto, pensé: «Puede que sea hora de innovar en la forma de gestionar el espacio».
Pero, claro, no todo es tan simple. ¿Realmente necesitamos llenar cada rincón del país con edificios? ¿Qué pasa con la protección del medio ambiente y el paisaje natural que tanto valoramos?
La reforma y sus implicaciones
El nuevo Régimen Jurídico de Instrumentos de Gestión Territorial que se modificó, vigente desde 2015, ha dejado a los ayuntamientos la responsabilidad de reclasificar los terrenos rústicos. Aunque esta legislación promete facilitar la construcción de viviendas, también deja abierta la puerta a la gestión “a la carta”, donde cada municipio puede decidir qué terrenos son aptos para la construcción.
Por un lado, la medida tiene el potencial de incrementar la oferta de viviendas, lo que podría bajar los precios a largo plazo. Sin embargo, también puede facilitar la construcción en áreas que no están preparadas para una urbanización adecuada, como zonas naturales, agrícolas o vitivinícolas. ¿Es este realmente el tipo de desarrollo urbano que queremos fomentar?
Como un amante del vino portugués, la idea de perder vastas extensiones de viñedos me provoca un poco de ansiedad. ¿Imaginan un futuro en el que existan más edificios de apartamentos que viñas? Un sacrilegio, ¿verdad?
Un debate sin voz
Lo más preocupante de todo esto es que el decreto se aprobó sin debate público. ¿Qué significa eso para la democracia portuguesa? En un mundo donde la transparencia es vital, la falta de diálogo entre el gobierno y el pueblo es alarmante.
Se podría argumentar que el tiempo apremia, pero el hecho de que se tomen decisiones de tal magnitud sin escuchar la opinión de los ciudadanos es, al menos, desconcertante. ¿No creen que los que viven en estas áreas deberían tener voz y voto en cómo se desarrollarán sus vecindarios?
Una mirada más profunda a la política detrás de la reforma
Las elecciones pasadas llevaron a una coalición entre centroderecha y conservadores al poder. Este movimiento puede ser visto como un intento de resolver problemas de vivienda de forma rápida y eficaz. El gobierno considera que esta es la mejor manera de combatir la crisis de vivienda que afecta a muchas ciudades del país, mientras que otros críticos sugieren que es simplemente una medida para beneficiar a los desarrolladores.
Si quitamos la paja, está claro que la presión para satisfacer las necesidades de nuevas viviendas es apremiante. Pero, ¿acaso descuidar el debate público y la sostenibilidad es el camino a seguir? Imaginemos un futuro donde las decisiones se toman a espaldas de quienes realmente conocen y aman los lugares donde viven.
Los efectos en la economía y el medio ambiente
Aunque hay una parte de mí que entiende la presión de la economía, no puedo evitar sentir un pequeño escalofrío al pensar en el impacto ambiental de tal decisión. La construcción descontrolada puede llevar al deterioro de los ecosistemas, afectando la fauna y la flora local. Esto puede provocar un aumento en la contaminación, la pérdida de biodiversidad y problemas relacionados con el agua.
Además, si la oferta de viviendas aumenta inconsideradamente, podría desencadenar una burbuja inmobiliaria similar a la visto en el pasado. Y, viniendo del mundo de las finanzas, sé que las burbujas siempre terminan estallando… y no, no se ven bien en los informes financieros ni en las vidas de las personas.
¿Una salida para todos?
Por supuesto, todo esto nos lleva a cuestionar si existe una solución intermedia. Tal vez la respuesta no sea construir en todas partes. Podríamos invertir en la rehabilitación de edificios ya existentes y promover la construcción sostenible.
Las decisiones sobre cómo y dónde construir deberían ser el resultado de un diálogo abierto, donde se prioricen las voces de expertos en urbanismo y medio ambiente, así como la comunidad. ¿Nunca se han preguntado qué pasaría si todos pudiéramos colaborar en la gestión del espacio en que vivimos?
Conclusión: ¿Hacia dónde nos dirigimos?
Así que aquí estamos, al borde de un cambio significativo en Portugal, con un decreto que promete más viviendas, pero que también presenta serios riesgos para el medio ambiente y la democracia. La falta de discusión pública sobre este tema nos lleva a cuestionar cómo queremos ver nuestro futuro urbano y rural.
Disfruto de la idea de un Portugal dinamizado por un desarrollo reflexivo y sostenible. Pero queda claro que necesitamos ser críticos y exigir más de nuestros líderes. De la misma manera que en una buena conversación, todos deberían tener la oportunidad de compartir su opinión.
Así que, estimados lectores, sigamos atentos a lo que suceda. La historia de este nuevo decreto está lejos de haber terminado, y es esencial que mantengamos el diálogo al abrir la puerta a diferentes perspectivas, abogando por un futuro que no solo contemple el crecimiento urbano, sino que también valore nuestras raíces y el medio ambiente que nos acoge.
Haciendo un ejercicio de reflexión: ¿qué futuro queremos construir juntos?