¿Alguna vez has hecho una compra que, a primera vista, parecía una ganga, solo para darte cuenta de que resultó ser una completa decepción? Eso me pasó una vez con una lámpara de escritorio que compré, sin saber que en realidad era más pequeña que mi mano. ¿Y qué me decía la tienda? Era «ideal para espacios reducidos». Claro, si piensas en un espacio reducido como un bolso de mano. Pero hoy vamos a abordar un tema que va más allá de mis travesuras de compra y se adentra en los cambios que están dibujando el futuro del comercio electrónico, particularmente con el comercio chino, ese que nos ha traído más ofertas que la última gran venta de Black Friday.
Con el reciente arancel del 10% impuesto por Donald Trump a los productos provenientes de China, que ya ha impactado a gigantes como Temu y Shein, es más que pertinente preguntarnos: ¿realmente cambiarán estos aranceles la manera en que los consumidores compran en línea? La respuesta podría no ser tan sencilla como parece, y es que en este caos de consumo, lo único que parece seguro es el hecho de que la manera en la que consumimos se verá, como mínimo, afectada.
Qué significa realmente el arancel del 10%
El arancel del 10% se implementó para frenar la ventaja comercial que ciertas empresas habían estado disfrutando, conocidas por ofrecer productos a precios irrisorios. Temu y Shein, por nombrar a algunas, habían logrado escape fiscal gracias a un vacío legal que les permitía exentar de impuestos aduaneros los envíos menores de 800 dólares. ¿Realmente te sorprende que las cosas más baratas que tienes en casa vengan de sitios como Temu? A veces me pregunto si mi apartamento es en realidad un almacén clandestino.
Apoño mis compras de Temu como si estuviera construyendo una fortaleza. ¿No son adorables esas pequeñas cosas que, si no las miras muy de cerca, parecen más que perfectas? Pero, al igual que en mi experiencia de la lámpara, a veces las cosas son justo lo contrario de lo que esperabas.
Esto ha llevado a muchos, incluido Vivi Armacost, una compradora voraz de Nueva York, a hacer un último esfuerzo por obtener sus mejores gangas antes de que los precios se disparen. En un arrebato de compras emocionante y de ansiedad, ella compartió su experiencia en TikTok, creando un pequeño caos de compras entre sus seguidores. ¿Acaso no hay algo de magia en comprar? Esa emoción del último pedido, esperando que llegue algo que no sabes si realmente querrás o necesitarás, pero a estos precios, ¿quién puede resistirse?
El dilema del consumidor estadounidense
La realidad es que los estadounidenses tienen una relación compleja con el consumo de moda rápida. un estudio dice que es la mezcla perfecta de necesidad y deseo que está profundamente arraigada en nuestra cultura. No importa si estás comprando tu décima camiseta de Temu del mes pasado, ¡es una camiseta de dos dólares! ¿Quién se puede resistir?
Sin embargo, este halo de «todo lo que quieres al instante» puede estar amenazado por el nuevo régimen arancelario. La profesora Margaret Bishop de la Parsons School of Design explica que el aumento de precios podría, paradójicamente, incrementar el poder que la industria de la moda rápida tiene sobre los consumidores. Cuando lo que deseas se vuelve más caro, puede que no dejes de quererlo; puede que simplemente busques más maneras de obtenerlo, ¿no crees?
De hecho, es posible que esas pulseras de 1,45 dólares de Temu se conviertan en pulseras de 3 dólares. Espeluznante, ¿verdad? Pero a pesar de los precios más altos, muchos consumidores probablemente seguirán buscando la oferta. Después de todo, un par de camisetas a un dólar sigue siendo más atractivo que gastar veinte en algo de mejor calidad.
La naturaleza del comercio ausente
Pese a la crítica constante hacia la moda rápida, estos gigantes han sabido adaptarse. Temu, por ejemplo, superó a Amazon como la aplicación de compras más descargada en 2023. No estamos hablando de un simple fenómeno aquí, es un testimonio de algo más profundo: la insaciable necesidad de consumo en Estados Unidos. Pero, ¿cuál es el costo real de esta «comodidad»?
Con el tiempo, el consumo excesivo se ha convertido en una epidemia por derecho propio. Compramos cosas que no necesariamente necesitamos y, en muchos casos, terminan en el vertedero. Aunque me encantaría decir que soy diferente, tengo una caja llena de «tesoros” que contenían grandes promesas y que, al final, resultaron ser más bien… cosas, por no decir basura.
Los aranceles podrían forzar a algunos consumidores a reflexionar sobre sus elecciones de compra. Pero, ¿realmente eso sucederá? La respuesta se encuentra en las manos de estos colosos de la moda rápida. Este tipo de empresas están diseñadas para sobrevivir a través de la innovación, buscando maneras de reducir el costo sin sacrificar la oferta.
La pequeña lucha de las pequeñas empresas
Mientras tanto, mientras los grandes de la moda siguen innovando, las pequeñas y medianas empresas (pymes) de Estados Unidos podrían no tener la misma suerte. Con los aranceles, muchas podrían enfrentar la disyuntiva de reducir sus costos, lo que podría significar recortes en calidad o, peor, en la ética de la producción.
El problema, como subraya Sheng Lu, un académico de la moda, es que las grandes corporaciones podrán hacer estos ajustes con más agilidad. A medida que los aranceles se implementan, las pequeñas empresas que dependen de un flujo constante de productos bien establecidos se están poniendo nerviosas.
No es solo una cuestión de precios, es una cuestión de compatibilidad. Las grandes empresas pueden absorber esos costos más fácilmente que sus contrapartes más pequeñas. Y si eso te suena como una advertencia para ti, como consumidor, es porque debería serlo.
¿Sabías que el 40% de las pequeñas empresas en EE. UU. dependen del comercio electrónico para sobrevivir? Imagina un mundo donde comprar a un pequeño negocio local significa pagar más por menos, mientras que en tu tienda habitual puedes conseguir productos mucho más baratos pero de peor calidad. Es como una auténtica película de terror para tu billetera.
Los desafíos del trabajo y el medio ambiente
Pero volvamos a los problemas más graves: lo que ocurre tras bastidores. Varias ONG han levantado la voz sobre las condiciones laborales en industrias como las de Temu y Shein, donde se ha planteado el riesgo de trabajo esclavo. ¿Alguna vez te has preguntado qué parte de tu compra está financiando una explotación laboral? Es una pregunta incómoda, pero necesaria. Da que pensar, ¿verdad?
A medida que las grandes corporaciones lidian con los aranceles, quizás en su búsqueda de mantener precios competitivos, los trabajadores, estén ellos donde estén, son desplazados al lado de estas decisiones. Lu nos hace notar que no solo son peores noticias para los trabajadores, sino que también amplían los problemas que ya enfrentan las pequeñas y medias empresas en su camino hacia la sostenibilidad.
Por si fuera poco, la industria de la moda rápida también es conocida por su impacto medioambiental. Con el aumento de precios, el dilema se tornará complicado, y es aquí donde el ciclo de compra y desperdicio podría exacerbárseles. Menos regulación significa que algunos podrían optar por sacrificar la sostenibilidad por su deseo de seguir comprando de manera asequible.
La evolución del consumo y la calidad
Ahora que hemos intercalado aranceles y moda rápida, merece la pena reflexionar sobre la manera en que estos cambios están dando forma a nuestro estilo de vida. ¿Te imaginas un mundo donde la búsqueda de calidad reemplaza la búsqueda de precios bajos? ¿Es eso incluso posible?
Parece increíble, pero tal vez el aumento de precios pueda forzar a los consumidores a realizar compras más conscientes. Quizás en lugar de caer en la trampa de comprar 20 camisetas de baja calidad, optemos por uno o dos productos duraderos de pequeñas empresas locales o de marcas responsables. ¿Suena utópico? Quizás, pero los cambios pequeños pueden conducir a movimientos más grandes.
Tú, como consumidor, tienes el poder de influir. A menudo somos nuestros propios peores críticos cuando se trata del consumo, y es hora de que cambiemos eso. Al final del día, ¿quién de nosotros no quiere sentir que sus compras tienen un propósito más allá de rellenar una caja o colgar una camiseta más en el armario?
Entonces, ¿cuál es la sensación que quieres tener la próxima vez que realices una compra? ¿Es la euforia momentánea de haber conseguido algo por menos de lo que vale o la satisfacción de haber apoyado una buena causa?
Conclusión: ¿Un camino hacia el cambio positivo?
Mientras miramos hacia el futuro del comercio electrónico y el impacto de los aranceles, la verdad es que el contexto está cambiando. Las marcas deben adaptarse o morir, así de simple. La pregunta se mantiene: ¿los consumidores se darán cuenta de que los bajos precios a veces vienen con un coste oculto?
Quizás deberíamos dar una oportunidad a la moda consciente. Fabricantes de calidad y empresas que priorizan la ética podrían comenzar a recibir más atención, y tal vez, solo tal vez, esto lleve a un cambio en la mentalidad del consumidor hacia un enfoque más sostenible.
Así que, en resumen, si comprarte esa lámpara de escritorio es un acto impulsivo, que al menos desvías esos dólares hacia algo que realmente lo valga. Porque al final del día, todos queremos ser parte de un cambio significativo, incluso si eso significa gastar un poco más.
Todas estas reflexiones nos llevan a una única conclusión: El consumo consciente puede que esté más cerca de lo que creemos, solo tenemos que decidir qué tipo de consumidor queremos ser. Ahora, ¿qué tal si tú te conviertes en el protagonista de esta narrativa de consumo y elige apoyar algo que realmente te apasione?