En un rincón del Palacio de La Moncloa, la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, presentó la última reforma del sistema de pensiones en España. Su discurso, lleno de optimismo, se asemeja al de un chef que presenta su mejor platillo, mientras que el comensal se pregunta si realmente estará delicioso o si se tratará de un intento fallido de gastronomía. Bueno, la verdad es que, al igual que con las reformas en la cocina, el paladar (o la economía, en este caso) puede ser complicado de satisfacer.

¿Por qué el sistema de pensiones se siente como un ser vivo?

La afirmación de Saiz de que la Seguridad Social es como un ser vivo en cambio constante no es del todo errónea. Después de todo, el sistema se ajuste a las necesidades de una población que, en gran parte, se encuentra en un ciclo vertiginoso de aumentos y decrecimientos económicos. Es como un parque de diversiones donde la montaña rusa nunca se detiene. ¿Te imaginas estar en una atracción donde las subidas y bajadas nunca acaban? Es una experiencia agotadora. Y eso es lo que sienten muchas personas al escuchar las constantes reformas de pensiones.

Las reformas anteriores, especialmente las de 2011, han dejado una huella fundamental en el sistema. Con un incremento progresivo de la edad de jubilación hasta los 67 años —que, por cierto, se parece más a un castigo que a un incentivo— la generosidad del sistema ha quedado, al menos en papel, algo mermada. ¿Pero realmente ha cambiado algo más allá de los números en los informes?

Un análisis desapasionado o una crítica apasionada: el estudio de Santalucía

Recientemente, un trabajo publicado por el Instituto Santalucía descompone el sistema de pensiones de jubilación español. En su análisis con título sonoro, «Análisis intergeneracional de generosidad del sistema de pensiones de jubilación español a partir de la muestra continua de vidas laborales de 2022», se esboza un futuro que es tanto esperanzador como preocupante, dependiendo de con qué lente se mire.

Los economistas José Enrique Devesa, Robert Meneu, Inmaculada Domínguez y Borja Encinas tomaron como referencia la vida laboral de casi 10,000 jubilados de 2022. ¿Y qué descubrieron? Algo que seguramente algunos ya sospechábamos: el sistema es más generoso con quienes han cotizado menos tiempo. Un tanto irónico, ¿no? Aquellos que han estado contribuyendo durante décadas reciben menos generosidad que quienes han aportado poco. Es como si el sistema premiara a los que exactamente menos esfuerzo han puesto. ¿Alguna vez has intentado explicarle esto a un abuelo que se ha partido la espalda trabajando durante 40 años? No es fácil.

El TIR: un término que podría ser un plato exótico en un menú

El “Tanto Interno de Rendimiento” (TIR) es uno de esos términos que hacen que una conversación de bar se convierta en un monólogo profundo. Para ponerlo en términos sencillos, el TIR es el porcentaje de lo que un jubilado cobra en pensiones en relación con lo que ha aportado al sistema. En 2022, el TIR global se elevó al 3.79%. ¿Qué significa esto? Según el análisis, aquellos que cotizaron menos, específicamente aquellos con carreras de menos de 25 años, tienen un TIR de un sorprendente 6.04%. ¿Injusto, verdad? Ese amigo que nunca aporta a la cena de grupo porque siempre pide que le inviten, y que se va con los mejores recuerdos…

Los distintos grupos y sus respectivas generosidades

Ahora que hemos planteado el contexto, iluminemos algunas diferencias en el análisis que son fundamentales para entender cómo se comporta el sistema:

  1. Los que se jubilan a tiempo vs. los que lo hacen anticipadamente: Aquí está la cuestión clásica: ¿es mejor llegar a la meta a tiempo o disfrutar del camino? Si se jubilas a la edad ordinaria, el TIR es del 4.03%. Si te adelantas, caemos a un 3.52%. Y si decides esperar un poco más… ¡sorpresa! Obtienes un TIR de 2.68%. ¿La lección aquí? A veces, la impaciencia no solo es el enemigo de un buen café, ¡también juega en tu contra en el mundo de las pensiones!
  2. Los aportes bajos vs. los altos: Aquellos que también tienen bases de cotización más bajas (sí, hablamos de ese amigo que siempre pide ir a restaurantes económicos pero escoge los platos más caros) tienen un TIR más generoso, del 4.43%. Mientras tanto, los que cotizan más, por encima de 874 euros mensuales, obtienen rendimientos más bajos. Es decir, el sistema de pensiones se comporta como un amigo que redistribuye su dinero: asegura que los que menos tienen reciban un empujón.

Continuando con la eterna pregunta: ¿cómo sostenemos este sistema?

La pregunta sobre la sostenibilidad del sistema es una de esas cuestiones eternas que como sociedad deberíamos abordar. Se espera que las reformas actuales (sí, esas que parecen cambiantes como las modas de primavera) efectúen cambios en la rentabilidad de las pensiones. Sin embargo, el mantra de “trabajar más años para recibir menos” sigue presente.

Pero aquí es donde el análisis se vuelve intrigante. Aunque la reforma de 2011 logró lo que se proponía (recortar un poco la generosidad), aún se encuentra con un DEG de 2.5 puntos porcentuales por encima del crecimiento real del PIB. En términos fáciles, el sistema de pensiones español parece seguir siendo generoso a pesar de los ajustes. Pequeña victoria, ¿no?

Mirando hacia el horizonte: el futuro de las pensiones en España

A pesar de todos los cambios y la confusión reinante, hay una luz al final del túnel. La intención del Gobierno es mover la balanza hacia un sistema más sostenible y que pueda enfrentar el fenómeno demográfico que ya empieza a apretar: una población jubilada cada vez mayor en relación con un número decreciente de trabajadores activos.

Pero, ¿es suficiente? Hacerse esta pregunta es fundamental aquí. Los cambios que se han propuesto no son solo reajustes de números; son un intento de dar un paso hacia lo que muchos consideran un derecho fundamental en nuestra sociedad moderna: una jubilación digna.

Y aquí es donde entra nuestra responsabilidad colectiva. Desde la conciencia colectiva hasta cómo hacemos lobby por un sistema que se garantice a todos, el futuro está en nuestras manos. Al final del día, todos queremos ser ese abuelo a quien le cuentan historias e interés más que un número.

Una reflexión final para el camino: ¿qué hacemos con la incertidumbre?

Las reformas son necesarias, sí, pero no son la solución mágica. La seguridad en torno a las pensiones es un tema emocional que toca fibras íntimas. Cada uno de nosotros tiene una historia, una expectativa, un sueño que gira en torno a ese retiro perfecto que promocionan las agencias de viajes.

Piensa en esto: dentro de unos años, cuando tomes tu propia pensión, ¿te sentirás seguro? ¿O estarás mirando a tu alrededor preguntándote qué pasó con aquellas promesas de bienestar? La incertidumbre puede ser abrumadora, pero como en cualquier viaje de la vida, lo importante es ser proactivo y estar informado.

Así que, cuando la próxima reforma llegue a tus oídos, recuerda: el cambio es lo único constante. Y en el camino hacia una pensión digna, seguramente habrá muchas más sorpresas esperando ser descubiertas. ¿Quién sabe? Tal vez, un día, al final de este viaje, tú también seas el abuelo que narra historias siempre optimistas sobre cómo cualquier cambio, por pequeño que sea, podría ser por el bien común. Y ahí reside la verdadera generosidad del sistema.