La historia está repleta de situaciones que parecen sacadas de una novela de ciencia ficción… o de una comedia romántica para ser más precisos. Imaginen, por un momento, a un grupo de los más ricos -sí, esos que hoy en día estamos acostumbrados a ver en las portadas de revistas, como Elon Musk y Jeff Bezos- alardear de pagar impuestos en lugar de buscar la manera de evitarlos. Suena loco, ¿verdad? Pero así sucedía en la antigua Atenas, en los siglos V y IV a.C. En este artículo, exploraremos cómo era el sistema tributario de Atenas, lo que dice sobre el carácter de sus ciudadanos y cómo podría ofrecer lecciones al mundo contemporáneo.
El asombroso sistema tributario de Atenas
La vieja Atenas, ese pilar de la civilización clásica, era un lugar donde los ciudadanos atenienses no tenían que pagar impuestos, y, sin embargo, muchos de ellos estaban deseosos de contribuir al bien común. Hoy en día, es casi un chiste hablar de ciudadanos adinerados dispuestos a pagar más impuestos. Parece que hemos intentado hacer de la evasión fiscal un arte. Pero, en Atenas, la historia era diferente.
Según un análisis realizado por el profesor Thomas Martin de la Universidad de Holy Cross, en Atenas, solo un pequeño grupo -los mercaderes- estaban sujetos a un impuesto sobre el 1% de sus beneficios generados por importaciones y exportaciones. Así es, un 1%. Aunque se podría pensar que este sería un alivio para los demás ciudadanos, ellos se sentían orgullosos de participar en la financiación de la ciudad.
¿Se imaginan a un millonario de hoy organizando un evento benéfico para cubrir los gastos de su fundación, o para asegurarse de que la cantidad adecuada de tropas esté lista para la defensa? Me hace recordar a mi vecino, que se siente el Robin Hood de mi barrio, organizando sus propias recaudaciones para mantener el parque local. ¡Pero sin siquiera considerar salir de su casa para ayudar!
¿Por qué pagar cuando no es obligatorio?
Una de las bases para entender esta curiosa mentalidad ateniense es darnos cuenta de que su orgullo patriótico y su deseo de reconocimiento social estaban intrínsecamente conectados. Ser un ciudadano útil y contribuyente a la sociedad significaba más que simplemente comprar un coche deportivo o acumular riquezas.
Los atenienses más ricos no solo sufragaban los costos de su propia defensa, sino que también se ofrecían para pagar los gastos de templos y estatuas en honor a los dioses. Y no piensen que solo hacían esto por un capricho. No, no, no. Esta actuación significaba estatus. ¿Quién no querría ser recordado por la posteridad, incluso si eso significa gastar una pequeña fortuna?
El «leitourgia» y su significado en la cultura ateniense
Aquí es donde se pone interesante… o un poco divertido, según se vea. La liturgia, o «leitourgia», era un sistema por el cual los ciudadanos más ricos financian importantes servicios públicos, como la construcción de buques de guerra y la celebración de festivales culturales. Los atenienses veían esto casi como una competición. “¡Mira, yo he construido la mayor estatua en honor a Atenea! ¿Y tú?” ¿No les suena esto a una competencia de likes en Instagram?
Imaginemos un festival de teatro en Atenas. Millones de personas acuden al evento, y entre las sombras de un majestuoso templo están los ricos de la ciudad, parados sobre el estrado, orgullosos de sus contribuciones. Algunos de ellos, como Platón, se lanzaron a la hoguera de la competencia, gastando lo indecible en las celebraciones de teatro, esperando ser recordados por su grandeza.
El honor en lugar de las riquezas
En el fondo, esta preciosa combinación de honor y prestigio social era más valiosa que cualquier riqueza material. Los atenienses entendían que su valía no se medía por el tamaño de sus riquezas bancarias, sino por lo que significaban para su comunidad. Ah, cómo me gustaría que algunas de las celebridades de hoy en día, que posan con sus mansiones y coches brillantes, tuvieran una pizca de ese sentido de comunidad. “¿Qué tal si en lugar de mostrar su último viaje en yate, donan una parte para la construcción de un nuevo hospital?” Uno puede soñar…
Estrategias para atraer a los dioses
Pero, y aquí viene lo interesante, no solo era sobre el orgullo personal. También había un componente espiritual. Los ricos atenienses creían que contribuir a la gloria de los dioses influiría en su favor, lo cual es un concepto tan antiguo como Mesopotamia. ¡Imagina que también tuvieran un Dios de Instagram! Podríamos haber tenido un ejército de influencers haciendo «donaciones» para ganar seguidores celestiales.
En su vida, un ateniense podría haber tenido el honor de financiar la construcción de un templo dedicado a Hera o Dionisio. ¡Eso es reconocimiento! ¿Cuántas veces uno entra en una habitación y se siente como un pez fuera del agua, deseando ser parte de la conversación? Ahora imaginen que ese mismo pez se convierte en un gigante marino, adorado por todos a su alrededor.
La evasión tributaria a través de los siglos
A pesar de la declarada benevolencia de los atenienses, siempre hubo quien trataba de escabullirse de las obligaciones. La figura del «hombre avaro», creada por Teofrasto, era el pararrayos de la crítica social. Aunque había una presión social significativa para contribuir, siempre existían quienes intentaban evitar sus responsabilidades. Pero eso tenía un precio. La deshonra social era el resultado más temido. Parece un precursor de la cultura contemporánea de las redes sociales, donde una mala reputación online podría arruinar a una persona.
Imaginemos a un ateniense diciendo en la cena: “Sí, estoy en doquier operando mi imprenta, pero esos impuestos… ¡Qué pesadicidad!” Recibiría miradas fulminantes de sus convecinos, quien probablemente habrían lanzado “¡Avarese!” como una especie de improperio, algo que podría ser el equivalente actual a recibir un «Bloqueado» en una de nuestras plataformas sociales.
Conclusión: ¿Lecciones del pasado para el presente?
Entonces, ¿qué podemos aprender de este peculiar enfoque de la Atenas antigua? Bueno, sería genial si los multimillonarios modernos se sintieran igual de orgullosos de contribuir a su sociedad. Imaginen a los gigantes de la industria no solo entregando cheques, sino convirtiéndose en verdaderos mecenas de sus comunidades, honrando su legado y presionando para un cambio positivo.
La historia tiene el poder de enseñarnos mucho sobre la naturaleza humana y nuestras relaciones en sociedad. Aprendemos que una comunidad unida florece en la medida en que sus miembros están dispuestos a contribuir y sacrificarse por el bien común.
En este caos moderno de la urbanización y el individualismo, quizás el llamado de la Atenas clásica resuene hoy más que nunca. No olvidemos que el verdadero sentido de comunidad nace de dar, de contribuir. ¿Podrían nuestros atenienses modernos aprender algo de esta sabiduría ancestral? Tal vez, solo tal vez, podríamos cambiar el rumbo hacia un presente más consciente y solidario.
Espero haber despertado su curiosidad y permitido que sientan un poco de la empatía y honestidad que definieron a los atenienses. Al fin y al cabo, la historia no es solo leer; es aprender a construir un mejor mañana. Y sí, estoy seguro de que algún día, con un poco de esfuerzo, alcanzaremos ese sueño. Pero, por ahora, solo podemos soñar y reír… ¿no?