¿Alguna vez has sentido esa adrenalina recorriendo tu cuerpo al ver la luz roja de un semáforo, justo cuando piensas: «seguro que no me ven»? Si eres de los que cree que esas situaciones son divertidas, prepárate, porque lo que ocurrió en Lleida te va a dejar con la boca abierta. En un giro inesperado de los acontecimientos, esta ciudad ha protagonizado un melodrama de multas de tráfico que podría ser sacado de una serie de televisión. Tomemos un momento para explorar las complejidades de este escenario: radares que multan a diestro y siniestro, un alcalde preocupado por su imagen y un lío judicial que parece no tener fin.

La génesis de las multas en Lleida

Era un día soleado en 2013 cuando el Ayuntamiento de Lleida decidió que era momento de poner un poco de orden en sus carreteras. Se adjudicó a la empresa Benito Arnó la instalación de varias cámaras de control, tanto en semáforos como en radares de velocidad. La idea era buena, pero como suele suceder en estas historias, las cosas no salieron exactamente como se planeaban.

La campaña comenzó en 2014 y, como buen malentendido de la vida cotidiana, todo se fue de las manos en muy poco tiempo. En solo siete meses, ¡ya se habían impuesto más de 11,000 sanciones! ¿Puedes imaginar lo que debió sentir el alcalde de la época, Àngel Ros? Esos números deben haberle sonado como una alarma de fuego en medio de una reunión importante.

No fue sorpresa que, a la par que los ingresos superaban los 370,000 euros, también llegaban las críticas. Justo cuando tenía que prepararse para las elecciones municipales de 2015, Ros decidió tomar cartas en el asunto. ¿Cambió la velocidad a la que comenzaban a multar? ¡Por supuesto! Elevó la cifra a 65 km/h para tratar de aplacar a los contribuyentes furiosos. Lección número uno de política: cuando las cosas se ponen tensas, siempre busca un atajo. O, como dicen en mi barrio, «desvíate un poco y mantén las aguas tranquilas».

La sartén por el mango: la empresa demandante

Si pensabas que esto era el final de la historia, piénsalo de nuevo. La empresa concesionaria, Benito Arnó, no se quedó en silencio. Se quejaron de que, gracias a la nueva política del alcalde, unas 100,000 sanciones habían dejado de ser procesadas. ¡Wow! Pensar en la cantidad de multas no cobradas es, como mínimo, desalentador. Imagínate qué harías con ese dinero extra en tu cuenta bancaria.

Mientras el alcalde hacía malabares con las críticas, la empresa comenzó a plantear una demanda. ¿Quién tiene la culpa aquí? ¿Los radares que no se está ajustando a las reglas, o el alcalde que decidió cambiar las reglas del juego justo antes de una elección? Ambas partes se enfrascaron en una batalla legal que parecía interminable.

Una saga judicial sin fin

A partir de 2018, después de un año donde la velocidad máxima fue módicamente rebajada a 60 km/h, el caso se volvió aún más complicado. Mientras tanto, la empresa aseguraba que los radares, aunque estaban funcionando, no estaban multando como deberían, y las cuentas empezaron a crecer. Recuerda: cada multa no impuesta era una pequeña estafa a la lógica.

Nos encontramos ya en 2021 y el proceso judicial seguía sin resolverse. Y aquí viene la parte que te hará reír (o llorar, dependiendo de tu perspectiva): la cifra de multas no procesadas había crecido a la espectacular cantidad de 500,000. ¡Sí, lo has leído bien! ¿Te imaginas recibir una carta año tras año con esa cantidad de multas sin pagar? Cada vez que llegaba el correo, te debía dar un ataque de nervios.

La empresa, con una calculadora en mano, comenzó a exigir 4.5 millones de euros al ayuntamiento por esas infracciones no cobradas. Acto seguido, la batalla legal fue cerrando el círculo; la sentencia obligó al Ayuntamiento a pagarle a la concesionaria 442,000 euros. ¡Menuda indemnización, eh! Se dice fácil, pero son 430,000 razones para no tener un radar de tráfico por un largo tiempo.

El desenlace: lecciones de multas y gestión

Llegamos a 2024, y la situación parece finalmente clara. Dos pagos se producirán: un primer desembolso de 142,000 euros y un segundo de 300,000 euros para el año siguiente. ¡Aprovecha esos pagos como quieras, querido contribuyente! Este lío judicial ha costado a la localidad mucho más que simples multas no cobradas.

Reflexiones y aprendizajes

¿Qué hemos aprendido de todo esto? Bueno, la historia es rica en lecciones, y aquí hay algunas que he recogido en mi vida:

  1. La velocidad no es solo un número: En el fondo, todos sabemos que esos radares están ahí para nuestra seguridad. Pero una historia como esta nos recuerda que hay que tener cuidado con las reglas que nos imponen. ¡Piénsalo dos veces antes de pisar el acelerador!
  2. Las decisiones políticas suelen tener efectos colaterales: Si alguna vez has estado en una situación política, sabes que las elecciones pueden cambiar la forma en que se administran las ciudades. Así que, amigos, asegúrense de informarse bien antes de votar. Cada pequeño cambio puede llevar a consecuencias inesperadas.

  3. Siempre hay que tener un plan de salida: En el lado de la empresa, estar preparados para las sorpresas legales siempre es una buena idea. Nunca subestimes el poder que puede tener tus demandas.

  4. La empatía es clave: En la vida, cada uno de nosotros enfrenta batallas que no comprendemos del todo. Aunque todos nos reímos de los radares, es importante recordar que detrás de estas cifras hay personas que dependen de esos ingresos.

Conclusión: el futuro de las multas en Lleida

Así termina la saga de las multas en Lleida. Para aquellos que habitualmente recorren sus calles, ha llegado el tiempo de reflexionar sobre este tema y, tal vez, buscar caminos alternativos para evitar la ira de los radares. Ahora que conocen la historia, ¡no se olviden de ajustar su velocidad la próxima vez que conduzca por allí! Al final del día, la vida está hecha para ser disfrutada, pero también hay que recordar que esos radares están al acecho, listos para sacar un trozo de su billetera.

Sin duda, el futuro nos deparará más hazañas similares en cuanto a normas de tráfico se refiere. Mantengamos la vista al frente, ajustemos el cinturón y esperemos que nuestros amigos los radares en otras partes del mundo no sigan este mismo camino. ¡Hasta la próxima aventura, amigos! 😊