En la actualidad, todos somos conscientes de los desafíos que enfrenta nuestra sociedad. La Administración Pública, en particular, ha estado en el punto de mira, y no es casualidad. Recientemente, un artículo de El Confidencial titulado «La Seguridad Social al borde del colapso y Elma Saiz ‘no responde’: Peligran algunas prestaciones» ha encendido la mecha de un debate urgente y necesario. La situación ha llegado a un punto en el que es imperativo cuestionarse: ¿qué está pasando realmente con el funcionamiento de nuestras instituciones? El panorama es sombrío, pero no debe ser desalentador; ¡hablemos de ello!
La falsa sensación de eficiencia
Ah, la pandemia. Ese fenómeno global que, además de traernos desafíos de salud y económicos, parece haber descubierto las costuras de un sistema que, durante años, se había mantenido a flote con parches y más parches. Recuerdo cuando el confinamiento se instauró, y todos estábamos enganchados a nuestras pantallas, con la esperanza de que cada nuevo anuncio fuera una luz al final del túnel. Sin embargo, lo que realmente ocurrió fue que se nos mostró la cruda realidad: muchas administraciones estaban, por así decirlo, en una especie de “modo avión”, sin la infraestructura adecuada para una conexión efectiva con los ciudadanos.
En retrospectiva, es posible que la pandemia no haya sido la única responsable de estos desajustes. ¿No te parece que había un problema más profundo? La sensación de eficiencia que presenciamos antes del lockdown fue un espejismo. Todo funcionaba, sí, cuando la música sonaba y nadie se molestaba en preguntar por el mantenimiento de las instalaciones. Pero en el momento en que el ritmo se detuvo, quedaron al descubierto las vulnerabilidades de un sistema que muchos pensaron que estaba en óptimas condiciones.
La voz de los gestores administrativos
Y aquí es donde entran en juego los gestores administrativos. A menudo son los héroes anónimos del día a día, aquellos que navegan por los laberintos burocráticos y hacen el trabajo pesado. Como lo comentó recientemente Fernando Jesús Santiago Ollero, presidente del Consejo General de Colegios de Gestores Administrativos, estos profesionales llevan meses, si no años, levantando la voz ante una situación que sólo se ha agravado.
Imagina estar en una conversación con un director de algún departamento de la Administración y escuchar que no hay suficientes recursos humanos. ¿En serio? Eso es como comprar un coche nuevo sin ruedas y esperar que te lleve a algún lado. No se trata solo de un problema organizativo; aquí está en juego el acceso de los ciudadanos a sus derechos.
Lo que realmente preocupa, más allá de los números y estadísticas, es la experiencia del ciudadano. Me atrevería a decir que es casi como una película de terror: el protagonista sólo quiere obtener una simple cita para jubilarse, y se encuentra atrapado en un laberinto burocrático, con recursos técnicos más obsoletos que un teléfono de disco.
¿Por qué no escuchan?
En ocasiones, reflexionando sobre mi propia vida, me doy cuenta de que a veces no quiero escuchar las malas noticias. Como aquella vez que un amigo me advirtió sobre un mal hábito que tenía, y yo solo respondí con una risa nerviosa. Puede que a veces veamos la realidad como un visitante no deseado. Lo mismo sucede aquí: a muchos en la Administración les cuesta aceptar que hay problemas estructurales y que, de hecho, necesitan ayuda para resolverlos.
Fernando menciona que intentó ofrecer soluciones, solo para ser ignorado o, en el peor de los casos, molestar. Me recuerda a ese amigo que intenta ser honesto contigo sobre tu forma de bailar en una fiesta. Tienes por un lado la verdad, y del otro un poco de incomodidad. Pero, ¿no es mejor una verdad incómoda que una mentira cómoda?
El desconocido rostro del ciudadano
Pongámonos en la piel del ciudadano, por un momento. Imagina que eres un empresario que necesita acceder a una subvención. No es solo que tú estés apurado, también hay empleados que dependen de ese financiamiento. Si un departamento no completa un trámite clave y te pierde en el camino, es como querer jugar a la rayuela y darte cuenta de que las casillas están borrosas. Pierdes la confianza, y es completamente natural.
Aquí es donde los gestores administrativos cumplen un papel fundamental. Ellos son el puente, la cuerda que sostiene todo el sistema en momentos de crisis. Pero, ¿se están dando cuenta realmente de su importancia? Tal como menciona Fernando, digitalizar es el camino a seguir, pero no podemos olvidar que necesitamos de la empatía y del apoyo humano para que esas máquinas funcionen de manera efectiva.
¿Y si digitalizar no es la respuesta única?
La idea de una administración digital suena atractiva. Pero, ¿qué pasa cuando los sistemas digitales fallan? He aquí una anécdota personal. Mi hermana, que es una ferviente creyente de la automatización, decidió presentar su declaración de impuestos online. Pero al intentar enviarla, el sistema se bloqueó. Pasó horas tratando de encontrar un número de contacto, porque, claro, nada se puede resolver a través de un asistente virtual. La frase “por favor, no cuelgue” sonaba más como una broma de mal gusto, mientras ella se preguntaba si realmente viviríamos en un mundo sin humanos.
La digitalización es un proceso, sí, pero hay que recordar que no todas las personas son nativas digitales y que, algunas veces, la tecnología puede ser un obstáculo adicional. Las mejores administraciones deben ser las que encuentren el equilibrio entre lo digital y lo humano.
La moralina que nadie quiere escuchar
La conclusión aquí es que, por más que alguno se moleste, los responsables de la Administración tienen el deber de facilitar los procesos. ¿Es acaso una exageración? No lo creo. Si cobramos tasas, estas deben tener criterios de mercado. ¡¿No se supone que estamos en un Estado que se enorgullece de ofrecer servicios públicos?!
Lo que necesitamos es un enfoque centrado en el ciudadano. Cuando llegamos a este punto, lo que importa no es el negocio en sí, sino que la gente reciba la ayuda que necesita. La historia ha demostrado que los buenos gestores son aquellos que se enfocan en las necesidades de la comunidad, que buscan cerner más allá de las cifras y estadísticas.
Pasos hacia la solución
Las comunidades autónomas ya están configurando normativas sobre simplificación administrativa, y eso es un buen comienzo. Pero, ¿realmente hará la diferencia? Como sociedad, debemos involucrarnos más. No se trata solo de pedir mejoras; se trata de trabajar juntos y abogar por un cambio real. Este es un momento en el que todos debemos poner de nuestra parte. Así que, queridos lectores, ¿qué podemos hacer nosotros?
Te invito a reflexionar sobre cómo puedes involucrarte. ¿Has tenido experiencias frustrantes con la administración? ¿Te has sentido impotente en algún momento? Al compartir nuestras anécdotas, no solo promovemos la comprensión, sino que también creamos un sentido de comunidad. Recuerda, cada voz cuenta.
La importancia de la colaboración
Si hay algo que he aprendido es que no es posible avanzar sin colaboración. Las administraciones, los ciudadanos y los gestores administrativos deben trabajar juntos. No hay otra forma de lograr que esta máquina funcione una vez más. Imagínate un mundo donde cada vez que un problema surge, hay un equipo listo para resolverlo, uno que lo escuche y no lo ignore. Esa es la clave para un futuro mejor.
Conclusión
En última instancia, el colapso de la administración no es solo tema de un artículo, es un llamado a la acción colectiva. Ya sea a través de arrojar luz sobre los problemas, escuchar a esos que han estado levantando la voz durante años, o simplemente garantizar que la Administración Pública esté humanizada y accesible.
Con esperanza y humor (porque, al final del día, ¿quién no necesita un poco de eso?), invito a cada uno de ustedes a participar en la búsqueda de soluciones. ¿Estás listo para unirte en este viaje? Si lo estás, ya has dado el primer paso para crear un cambio significativo en nuestra sociedad. ¡Nunca es tarde para empezar!