Vivimos tiempos inusuales, ¿verdad? La narrativa que rodea a la extrema derecha ha cobrado un impulso inusitado en los últimos años, y parece que no hay vuelta atrás. Desde el ascenso de figuras como Donald Trump hasta las manifestaciones provocativas de grupos ultraderechistas en València, el panorama político se ha vuelto, como mínimo, inquietante. Pero, ¿realmente estamos ante un punto de no retorno o hay algo más en juego?

Una mirada al fenómeno de la extrema derecha

La creciente preocupación alrededor de la ultraderecha ha hecho que muchos analistas y ciudadanos se pregunten si estamos ante un momento de apogeo histórico. ¿Es este el nuevo fascismo que muchos pronosticaban? El historiador y experto en movimientos ultras, Carles Viñas, sostiene que aunque es un punto de inflexión, la historia nos muestra que hemos enfrentado momentos peores.

Para entender este tema, es vital recordar que el auge del fascismo fue más pronunciado durante el periodo de entreguerras en Europa. Imaginemos aquel clima de turbulencia; pie tras pie, la sociedad avanzaba hacia un abismo. Pero aquí y ahora, en estos días de redes sociales al por mayor y activismos promovidos por influencers, la historia se siente más como un recurrente efecto de eco.

La trampa de la exageración

Hemos visto cómo algunos medios han decidido abandonar plataformas como X, antes conocida como Twitter, alegando que es un campo de batalla para el discurso de odio. Aunque es cierto que el ambiente allí puede parecer tóxico, ¿acaso es realmente la solución huir de un espacio que se ve amenazado? Lo que Viñas plantea es que, al abandonar estos espacios, estamos entregando el control a quienes buscan imponer sus narrativas sin oposición. ¿No es un poco arriesgado dejar que una comunidad vulnerable se quede sin voz?

A veces, me pregunto si somos conscientes de la fuerza que la narrativa del victimismo puede tener. Al ignorar a la extrema derecha, podríamos estar enviando el mensaje de que no somos capaces de enfrentarnos a sus ideologías. Y, créanme, hay algo irónico en todo esto: aquellos que se autodenominan «defensores del pueblo» pueden convertirse en los mayores verdugos de la comunidad.

Los métodos de la extrema derecha

Una de las estrategias más evidentes que ha comenzado a tomar forma es la ocupación de espacios que, tradicionalmente, no les correspondían. Grupos como Revuelta o Hogar Social Madrid han intentado presentarse como salvadores en momentos de crisis. Es ahí donde su táctica se vuelve realmente alarmante. ¿Sabían que han comenzado a organizar convoys de ayuda y repartir alimentos en València en respuesta a la crisis? Esto no es casualidad. Esta es una estrategia delineada para presentarse ante la opinión pública como «los buenos».

El conflicto surge cuando al recibir ayuda de estas entidades se les otorga un ‘blanqueo’ que, en última instancia, sutilmente les legitima, y no podemos permitir que continúe ese ciclo. ¿Cómo enfrentarte a alguien que te brinda comida en un momento de necesidad, pero que tiene un trasfondo ideológico tan cuestionable?

El arte de la manipulación

El fenómeno del populismo no es nuevo. Existe desde hace siglos, y se alimenta del descontento social. ¿Y qué mejor manera de capitalizar el descontento que presentarse como el único salvador? La realidad es que, tradicionalmente, la extrema derecha ha mantenido vínculos más firmes con las clases acomodadas. Pero en València hemos podido observar un cambio de guion; ahora, intentan atraer a las clases populares, esas mismas que están luchando por sobrevivir en medio de la crisis.

¿Pero cómo hacen esto? Su narrativa siempre ha girado en torno a la idea de que son los «auténticos» representantes del pueblo frente a la corrupta élite política. Parece un juego de palabras, pero es sorprendente lo que la retórica puede hacer para alterar imaginarios colectivos que, durante años, creemos inamovibles.

La batalla cultural y la polarización política

Carles Viñas menciona un concepto fascinante: la batalla cultural. Si bien es un término que puede sonar un poco académico, en realidad se refiere a cómo ciertas ideas y narrativas se convierten en dominantes a medida que se repiten en todos los espacios, desde las redes sociales hasta los medios de comunicación.

Cuando la extrema derecha logra introducir ciertas ideas en el discurso político, en este caso sobre seguridad y ocupación, los partidos tradicionales se ven presionados a «comprar» parte de esa retórica. ¿Por qué? Porque hay un electorado que, cuando ve cosas como ocupaciones de inmuebles, empieza a preocuparse. En resumen, el miedo y la desinformación se entrelazan en un ciclo vicioso que puede ser difícil de romper. ¿Cuántos de nosotros discutimos sobre problemas sociales en nuestra mesa, pero no sabemos lo suficientemente bien cómo abordarlos en la política?

Redes sociales: terreno fértil para el odio

En este contexto, las redes sociales surgen como actores fundamentales en la propagación de la desinformación. Sin entrar en detalles técnicos, el hecho es que una mentira repetida mil veces puede convertirse en una verdad para muchos. Y esto nos lleva a la pregunta: ¿es correcto ignorar el discurso de odio por temor a amplificarlo?

La paradoja aquí es que, si la izquierda decide no participar en esta conversación digital, simplemente estamos cediendo el terreno. Se trata de un juego donde las apuestas son altas, y la pérdida podría significar una mayor aceptación del odio. Pero no debemos pensar que el silencio solucionará el problema; al contrario, puede que sea el camino financiero más rápido hacia una mayor polarización.

La importancia de la educación

Uno de los puntos más sorprendentes que señala Viñas es sobre la educación. La narrativa de la dictadura, por ejemplo, se ha convertido en algo que muchos jóvenes consideran «prehistoria». La falta de conocimiento sobre este periodo, sumada a la normalización de discursos ultraderechistas, hace que la memoria histórica se diluya cada vez más en el tiempo.

¿Cómo podemos esperar que la juventud critique lo que no entiende? ¿Cómo podemos exigirles que se mantengan alertas si nunca han visto ni han aprendido sobre los horrores de ese pasado del que tanto nos hemos esforzado por alejarnos?

Conclusiones: el camino a seguir

Es fácil caer en la desesperación cuando escuchamos noticias sobre el auge de la extrema derecha. Sin embargo, en lugar de rendirnos, es vital que nos armemos de conocimiento y tomemos medidas en comunidad. No se trata de deslegitimar el sufrimiento de aquellos que se ven afectados por las políticas de la extrema derecha, sino más bien enfocarlo en el contexto en el que se produce.

La lucha no es solo política, es cultural. Necesitamos comenzar a ocupar esos espacios que, hasta ahora, hemos considerado seguros. Si no lo hacemos, lo que está en juego es mucho más grande que un simple debate ideológico. En este mundo interconectado, nuestras voces cuentan. Pero, ¿estamos suficientemente preparados para usarlas?

Lo que se avecina es un camino largo, lleno de desafíos y de momentos de duda. Pero siempre que mantengamos el diálogo abierto, estemos dispuestos a escuchar y aprender, y artezamos un espacio donde todos puedan ser escuchados, hay esperanza. ¿Estamos listos para levantarnos y defender nuestros valores? La victoria puede depender de ello.