La Cumbre del Clima COP29 ha cerrado sus puertas, y como en toda buena película de suspense, hubo prórrogas caóticas, amenazas de sanciones, y hasta un poco de drama. Pero al final del día, lo que ocurrió en Bakú es un reflejo de las tensiones que existen entre los países desarrollados y aquellos que, día a día, luchan por sobrevivir los embates del cambio climático. Entonces, ¿realmente hemos alcanzado un acuerdo digno de mención? Permíteme llevarte en un recorrido, con anécdotas, humor y, claro, un análisis que espero sea tan refrescante como un cóctel en la playa.

El caos de Bakú y las promesas económicas

La cumbre no solo fue caótica por el ambiente tumultuoso, sino que estuvo marcada por un momento en el que los pequeños estados insulares, como las Islas Marshall, decidieron levantarse de la mesa de negociación. Imagínate eso, un grupo de países que apenas ocupa un punto en el mapa, tomando un gesto que resonó con más fuerza que cualquier grito de protesta. Su mensaje era claro: ¡Queremos dinero o nos vamos!

A partir de 2035, los países ricos se comprometieron a aportar 300.000 millones de dólares anuales para ayudar a los países en desarrollo a recortar sus emisiones de CO2. Esto significa que, a partir de 2035, podemos esperar ver un incremento de 50.000 millones respecto a la propuesta inicial. Pero, ¡espera! Esa cantidad aún está lejos de las necesidades reales, que se estiman en 1,3 billones de dólares anuales. ¿Te suena familiar? Es como pedir prestado para las vacaciones y al final demandar un crédito para pagar la deuda: así no funciona.

Una hoja de ruta entre el alivio y la desesperación

Los colectivos de países más vulnerables a las crisis climáticas acaban de recibir un pequeño respiro con una «hoja de ruta hacia los 1,3 billones». No obstante, como quien recibe un café frío después de ordenar uno caliente, la respuesta fue la misma: “¿Esto es todo?”. El objetivo es que los fondos lleguen sin generar más deuda. ¿Es eso posible? Bueno, ¡tal vez si hablas con un financiero de Wall Street, a lo mejor te lanza un par de trucos!

El aplauso largo y exacerbado en el plenario fue casi un símbolo de la fragilidad de la situación actual. Por un lado, un alivio momentáneo; por el otro, la frustración palpable de que aún queda un largo camino por recorrer.

La frustración en el estancamiento de combustibles fósiles

Si pensabas que había sido fácil, ¡te equivocas! En un giro irónico, las palabras «combustibles fósiles» no aparecieron en los documentos finales. Es un poco como ir a una reunión sobre la importancia de una dieta saludable, y que la palabra «ensalada» no se mencione siquiera. Los combustibles fósiles, que son el principal responsable de la crisis climática, quedaron fuera del juego. Si no se habla del problema, ¿realmente se está haciendo algo?

La delegación de Arabia Saudí dejó claro que no aceptarían más menciones sobre combustibles fósiles, incluso refiriéndose a ellos como “el regalo de Dios”. Así que sí, parece que en Bakú decidimos regatear derechos humanos, dignidad y la supervivencia del planeta por un par de sacos de «ritos celebrativos».

Las miradas hacia el futuro: planes climáticos y el Acuerdo de París

Cada país debe presentar sus compromisos para limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2ºC. Y aquí es donde la situación se complica: la desconexión entre lo que se promete y lo que realmente se hace parece volverse más evidente con cada cumbre. Es como si hubieran enviado a todos a un gimnasio para ponerse en forma y los miembros decidieran llevar galletas en lugar de agua.

Muchos países emergentes preguntaron: “¿No es esto una broma?”. Mientras tanto, los países ricos se aferran a la idea de que un control sobre el dinero será útil, como un niño que se niega a compartir sus juguetes. La crítica de Irene Rubiera, de Ecologistas en Acción, resume la desesperación: “Este proceso está profundamente roto”. Un verdadero llamado a la acción para aquellos que sostienen que la conservación del planeta es más valiosa que el dinero.

Las voces de los más afectados: la lucha no termina aquí

Con la frase “¡Basta de palabras vacías!”, muchos activistas climáticos han levantado la voz en la COP29. Bianca, una activista que conocí el verano pasado en un evento juvenil de cambio climático, me contó de su frustración al observar cómo los mismos mensajes se repiten en cada cumbre. “Es como ver una maldita película una y otra vez y que nadie cambie el guión”, decía entre risas, pero con aparente enojo.

Es difícil no sentir empatía por aquellos que son los primeros en sufrir las consecuencias del cambio climático. Las naciones que no son responsables de la crisis son, muchas veces, las que enfrentan su peor cara. La desigualdad no solo es una palabra; es una realidad para millones de personas.

¿Qué sucede ahora?

Ahora que la cumbre ha terminado, todos están de regreso a casa. Los países ricos han hecho sus promesas, mientras que los países en desarrollo responden con un escepticismo saludable. Las promesas en papel muchas veces pueden parecer atractivas, pero ¿realmente van a cumplir?

Al final del día, la COP29 nos ha dejado con importantes preguntas y pocas respuestas. ¿Será suficiente el compromiso de 300.000 millones anuales para reparar un daño tan profundo? ¿Es un acuerdo que nos permitirá avanzar, o simplemente un salvavidas temporal?

Conclusiones finales

La Cumbre del Clima COP29 ha sido un claro reflejo de la lucha global contra la crisis climática. Si bien el acuerdo podría haber sido un pequeño avance, también nos ha mostrado lo que se ha perdido en este camino. La combinación entre la aversión al riesgo de los países desarrollados y la desesperación de los países en desarrollo ha creado una dinámica frustrante que necesita ser abordada con urgencia.

Las rumbosas promesas realizadas en Bakú son el primer paso hacia el cambio, pero sólo el primer paso. Si no aspiramos a luchar por un futuro más equitativo, el clima global estará en una montaña rusa continua. Y esa es una atracción que no debería ser parte de nuestra realidad.

Así que, la próxima vez que escuches sobre cumbres climáticas o promesas de fondos, recuerda: detrás de cada cifra hay vidas reales que dependen de que estas cifras no sean solo números en un documento, sino un compromiso verdadero hacia un futuro más sostenible. ¿Te atreverías a soñar con un futuro donde las palabras “acuerdo” y “acción” vayan de la mano? ¡Yo sí!