La turistificación de las ciudades es un fenómeno que no solo se vive en Madrid, sino que también se comenta en voz alta (y, a menudo, con un tono de queja) en cualquier rincón de Barcelona, Ámsterdam o incluso en la idílica Palma. Pero hoy, hablemos de un caso concreto que ha dejado a todos boquiabiertos: la transformación de una antigua oficina bancaria en un WC de pago. Increíble, ¿verdad? No me voy a poner dramático ni filosófico, pero este caso es simbólico de una tendencia más amplia. Así que acomódense, que les contaré cómo hemos llegado a ver un “aseo de a pie de calle” en uno de los puntos más turísticos de Madrid.

Una nueva era para los baños de Madrid

En medio de una de las zonas más concurridas de Madrid, cerca de la famosa Plaza Mayor, ahora se alza un singular emprendimiento: un baño privado que cuesta un euro. ¡Un euro! La puerta de ese ex-banco ahora tiene un inmenso cartel que grita “WC” y un lector para el pago con tarjeta. Imagínense caminando por esa zona llena de turistas y de repente enfrentarse a la moderna realidad de que, en lugar de un banco donde rápidamente sacar unos billetes, te encuentras con un aseo moderno y privado. De hecho, el local tiene 273 m², aunque los expertos como el concejal Antonio Giraldo comentan que, a nivel simbólico, este cambio habla mucho más que la sola existencia de los aseos.

Un cambio radical: de fondos a fondos sanitarios

¿Alguna vez han pensado en lo que se siente entrar a un baño que antes era una oficina bancaria? Es un poco como descubrir que tu viejo y amado colegio se ha convertido en un bar hipster que solo sirve kombucha y aguacate. El giro puede parecer absurdo, pero refleja una realidad tangible: el cambio en la naturaleza del comercio en las ciudades más turísticas. Y es que, según Giraldo, este tipo de cambios responden a una tendencia más profunda: la transformación de los comercios en servicios enfocados en el turismo en lugar de satisfacer las necesidades de los locales.

La experiencia del residente vs. la del turista

Al abordar esta problemática, se nos presentan dos públicos muy distintos: por un lado, están los residentes, que por años han arraigado en estas comunidades urbanas; y por el otro, los turistas, que, aunque son fundamentales para la economía, han contribuido a la disparidad en el acceso a servicios básicos. En Madrid, los aseos públicos son parte de una red de 129 que el Ayuntamiento ha establecido con acceso libre, pero su mantenimiento se ve amenazado por una creciente presión turística.

Si alguna vez han tenido la “suerte” de tener que usar uno de esos baños públicos abarrotados durante el verano, saben de lo que hablo. Ah, la maravilla de ser un turista sin un baño a la vista. ¡Es casi una aventura! Pero, de nuevo, hay que preguntarse: ¿vale la pena convertir antiguos servicios necesarios en experiencias pasajeras expansivas para turistas?

La realidad de la turistificación

El asunto de la turistificación no es nada nuevo. En Málaga, el Ayuntamiento ya ha reconocido que el turismo masivo suele diluir la calidad de los servicios, y el informe emitido destaca la expulsión de negocios autóctonos en favor de tiendas de souvenirs que, sinceramente, no son lo que uno busca cuando sale a pasear. ¿Cuántas veces has visto un local que antes era una panadería familiar convertido en una tienda de llaveros? ¡Es todo un arte!

Pero, ¿por qué es este un problema tan común? La respuesta está en el propio modelo económico que hemos creado en estos destinos populares. Cada vez que un turista entra a una ciudad, se abre la puerta para que un negocio se adapte a sus necesidades, sacrificando lo que antes era un servicio para los residentes.

La doble cara del turismo

En 2024, un informe de Fedea destacó que la conversión de edificios históricos en hoteles tiene un efecto positivo en el comercio y el empleo en el barrio. Sin embargo, este mismo estudio también advierte sobre el “desplazamiento de bares y restaurantes” que han estado sirviendo a la comunidad durante años en favor de cadenas más grandes que simplemente no entienden el alma de la ciudad.

Imaginemos un bar en Chueca, donde todos saben tu nombre y cómo te gusta tu café. De pronto, llega un hotel de la cadena más grande del planeta y todo cambia. Las dinámicas locales se ven alteradas, y de repente, esos pequeños negocios se ven obligados a cerrar sus puertas. ¿Es esta la modernización que buscamos?

La preocupación sobre la vivienda

La vivienda es otro de los frentes donde la turistificación se hace sentir con fuerza. A finales de 2024, Madrid contaba con aproximadamente 17,300 viviendas turísticas. ¿Estamos hablando de una especie de Airbnb-gate? Se diría que sí. En 2013, los datos sobre la oferta de Airbnb casi hicieron temblar las estructuras residenciales de Madrid, y el Ayuntamiento está cada vez más consciente de la necesidad de regular este sector.

Con tácticas que van desde la creación de nuevas normativas hasta la búsqueda de control sobre el número de alquileres turísticos, se enfrentan a una realidad que, a día de hoy, sigue golpeando a los madrileños. Las estadísticas muestran que el precio de la vivienda ha crecido un 30% en algunas áreas. ¿Y todo esto para qué? ¿Para que unos pocos puedan pasar sus vacaciones con una vista espectacular desde un apartamento que antes era el hogar de una familia?

¿Hacia dónde va Madrid?

Con la ciudad siendo un escenario de constantes cambios, la pregunta que queda en el aire es: ¿hacia dónde se dirigen las ciudades bajo esta presión turística constante? ¿Estamos preparados para vivir en un parque de atracciones a gran escala? Puede sonar exagerado, y quizás lo sea un poco, pero el hecho es que muchos ya se han adaptado a esta nueva realidad: restaurantes que antes eran locales familiares ahora se convierten en atracciones turísticas; la esencia se pierde y con ello, una parte invaluable de nuestra historia.

La solución: un equilibrio necesario

Es fundamental encontrar un equilibrio que permita a los locales disfrutar de su propio hogar. No estoy sugiriendo que cerremos las puertas al turismo, porque la realidad es que todos disfrutamos de la oportunidad de conocer distintos lugares. La clave está en cómo se gestiona esta dualidad. Necesitamos un enfoque que priorice a los residentes sin descuidar a los visitantes. Después de todo, al final del día, somos parte del mismo ecosistema urbano.

Así que, al disfrutar de una tarde de tapas con la mejor compañía en un local al que has ido desde siempre, recuerda que cada vez que pagamos un euro por un baño en lugar de ir al antiguo banco, estamos viendo de manera tangible la transformación tanto cultural como social que se desarrolla a nuestro alrededor. Es una nueva era, y espero que seamos capaces de adaptarnos a ella, sin perder de vista nuestra identidad.

Conclusión: un llamado a la reflexión y la acción

Como bien nos enseñan los grandes pensadores: “Lo que importa no es lo que nos sucede, sino cómo reaccionamos a ello”. Y esta es una verdad que debe resonar fuerte y claro en los corazones de todos los habitantes de Madrid y de ciudades similares en el mundo. La turistificación está aquí, y está cambiándolo todo, y lo que decidamos hacer con esta transformación determinará qué tipo de ciudades queremos construir en el futuro.

Así que la próxima vez que crucen por la Plaza de San Miguel y vean ese baño con ese impetuoso letrero, quizás se tomen un momento para pensar en lo que significa realmente ese euro. ¿Es simplemente un acceso a un servicio, o es un símbolo de algo mucho más profundo en el entorno que habitamos? ¡Nos vemos en el siguiente debate sobre cómo conseguir que nuestras ciudades sean un lugar donde vivir y no solo un parque de atracciones para otros!