Aquella mañana de octubre, cuando las primeras gotas comenzaron a caer, nadie podía anticipar el caos que se avecinaba. La DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó Valencia transformó lo cotidiano en un verdadero desastre. Escuchar el ruido de las lluvias superando los límites de lo razonable era como un mal augurio que se hacía realidad. Al final, el balance fue devastador: más de 200 víctimas mortales, y un sinfín de familias desplazadas. Pero, sobre todo, una serie de reflexiones urgentes sobre cómo estamos construyendo nuestras ciudades.
Un legado trágico: las lecciones de la DANA
Permíteme compartirte algo personal. Cuando escuché en las noticias que muchos de los fallecidos se encontraban en plantas bajas y garajes durante las inundaciones, me quedé helado. ¿Cómo es posible que tengamos tantos edificios en lugares vulnerables? Sin embargo, tras la tristeza, surgieron preguntas: ¿estamos ignorando los riesgos por conveniencia? Aquí es donde entra en juego el análisis de expertos y urbanistas que tras esta catástrofe se han animado a repensar el concepto de las construcciones subterráneas.
Carlos Prego, un periodista que ha estado siguiendo de cerca el desarrollo de estos eventos, reportó que las circunstancias han llevado a muchos a abogar por un cambio radical en la normativa, específicamente sobre los garajes subterráneos. ¿Realmente son necesarios en un mundo donde el cambio climático también afecta nuestra arquitectura?
Las estadísticas son claras
La Universidad Politécnica de Valencia (UPV), a través de su profesor de Urbanismo, Sergio Palencia, reveló un dato escalofriante: más de 3.125 edificaciones en la zona afectada poseen sótanos. ¿Qué pasa cuando hay una inundación? Parece que estamos nadando (literalmente) contra la corriente, y el resultado puede ser trágico.
Palencia mencionó que la mayoría de estas construcciones son anteriores a la normativa Patricova, que intenta regular el uso de construcciones subterráneas en zonas propensas a inundaciones. Sin embargo, un punto crucial emerge: las normas son insuficientes. A pesar de las advertencias, parece que seguimos haciendo lo mismo esperando resultados distintos. ¿Estamos condenados a repetir nuestros errores?
Lo que funciona: el modelo Ikea de Alfafar
¿Qué tal si cambiamos de perspectiva? Aún en medio de la tragedia, surgen ejemplos de esperanza y resiliencia. Hablemos del IKEA de Alfafar. Sí, esa tienda que todos hemos visitado al menos una vez por sus muebles de cartón y sus famosas albóndigas. Pero este IKEA se convirtió en 2024 en el ejemplo de cómo hacer las cosas bien después de un desastre.
¿Qué lo hizo diferente? Según informes, este establecimiento fue diseñado de manera que se elevara del suelo, manteniendo un espacio más seguro en lugar de seguir el enfoque tradicional de construir sótanos. ¡Brillante, verdad! Mencionan que en lugar de una planta de aparcamiento subterráneo, se optó por una construcción en altura.
Aquí es donde la historia se torna esperanzadora. No solo sobrevivió a la DANA, sino que también se convirtió en un refugio para los afectados. ¿Te imaginas? En un día oscuro, IKEA se convirtió en una señal de luz para aquellos que habían perdido todo.
Entre la normativa y el sentido común
Sin embargo, no todo es tan sencillo. Los urbanistas coinciden en que, a pesar de la normativa existente, los garajes subterráneos siguen siendo una opción viable en muchas construcciones. Mientras que el Patricova intenta imponer límites, todavía existen importantes vacíos que dejan muchas áreas vulnerables al agua. Esto lleva a un llamado a la acción para desarrollar códigos más estrictos que aseguren la integridad de nuestras ciudades.
La pregunta es: ¿qué hace falta para que se escuchen estas voces? Quizás un poco más de presión social. Después de todo, somos nosotros quienes usamos estas construcciones y somos nosotros quienes debemos garantizar que sean seguras.
Cambiando la narrativa en la construcción
Hoy, a la luz de lo ocurrido, la conversación ha cambiado. El diseño urbano no puede ser un enfoque estático. Esa combinación entre estética y funcionalidad es más importante que nunca. La propuesta de construir aparcamientos en superficie en vez de subterráneos parece una opción más lógica ahora, ¿no crees?
Imagina un futuro donde nuestros garajes se transformen en espacios de convivencia, donde los coches se aparquen a nivel del suelo y no se conviertan en trampa mortal. No solo es una cuestión de gestión del agua, sino de comunidad y seguridad.
Reflexionando sobre el futuro
El mundo que conocemos está en constante transformación, y nuestras prácticas de construcción deberían estar al mismo ritmo. La reciente catástrofe ha abierto una herida en la sociedad valenciana, y posiblemente, su cicatrización dependa de las decisiones que tomamos en este momento.
El ingeniero Pedro Calderón, también de la UPV, comparte una visión clara: “Es necesario aprender de los errores”. ¿Qué más podemos hacer, sino aprender de aquellos que pagaron un precio tan alto? Una normativa más estricta, un diseño más inteligente, y sobre todo, una escucha atenta a los expertos, pueden ser los pilares necesarios para que en el futuro, desastres como la DANA sean cada vez menos probables.
La comunidad como motor del cambio
En momentos de crisis como estos, la comunidad tiene un papel vital. La DANA, aunque devastadora, ha generado una conversación global sobre el urbanismo y nuestros espacios vitales. Se necesita un esfuerzo colectivo para asegurar que el futuro de nuestras ciudades no esté anclado en viejos paradigmas. Cambiar la narrativa en nuestro entorno construido podría ser el primer paso hacia una respuesta resiliente y sostenible a fenómenos climáticos cada vez más frecuentes y devastadores.
Al final del día, quizás la naturaleza nos grite más claramente que nunca: ¡Es tiempo de adaptarnos! La historia de la DANA es un recordatorio impactante de lo efímero que puede ser el logro humano cuando se enfrenta a las fuerzas de la naturaleza. Pero, como en todo desafío de la vida, cada crisis ofrece la oportunidad de construir algo mejor.
Así que, ¿estás listo para formar parte de este cambio? La próxima vez que te encuentres en un garaje subterráneo, quizás te tomes un momento para reflexionar. ¿Vale la pena el riesgo? La respuesta podría ser más importante de lo que pensamos.
Y ahí lo tienes. Cerrar esta historia no podría ser más fácil: hablemos, cuestionemos y, lo más importante, propongamos un futuro donde la planificación urbana esté en manos de quienes comprenden la importancia de construir con responsabilidad. Después de todo, cada decisión cuenta.