La comunidad Valenciana está en medio de una tormenta fiscal, y mientras los vientos soplan, nuestros gobernantes parecen más ocupados en hacerse fotos para las redes sociales que en realmente resolver problemas. Con la reciente decisión del gobierno de Carlos Mazón de eliminar impuestos en un intento de “aliviar” la carga financiera de los ciudadanos, surge la pregunta: ¿Estamos viendo un verdadero alivio fiscal o simplemente un enmascaramiento de problemas más profundos?

La renuncia a los tributos verdes: decisiones con consecuencias

El pasado 23 de diciembre, en una epifanía de fin de año que seguramente fue más sorpresiva que ninguna novena, el pleno del Consell de la Generalitat Valenciana aprobó un decreto que suprimía cuatro impuestos relacionados con la llamada «fiscalidad verde». Hasta aquí, nada muy sorprendente en un mundo donde los gobiernos son expertos en prometer el oro y el moro, pero, ¿realmente son decisiones alineadas con lo que necesita el ciudadano?

Un eco de la promesa de Carlos Mazón: eliminar la doble tributación. El Conseller de Medio Ambiente, Vicente Martínez Mus, menciona que estos impuestos, que nunca llegaron a tener una vigencia real debido a una moratoria que finaliza en 2025, representarían una recaudación de 27 millones de euros. Pero, ¿realmente este ahorro justifica los posibles efectos negativos en términos de sostenibilidad ambiental? Es un equilibrio delicado entre las necesidades económicas inmediatas y el futuro del planeta.

¿No se siente como si estuviéramos apostando al «todo» en un casino fiscal y esperando que la ruleta aterrice en nuestra suerte?

La eliminación de estos tributos verdes tiene a muchos ciudadanos rascándose la cabeza, sobre todo aquellos que al menos intentan reciclar correctamente. Al final del día, un impuesto sobre el dióxido de carbono puede que no suene particularmente atractivo, pero es una medida que empuja a las empresas y a los ciudadanos hacia prácticas más sostenibles. ¿O se están conformando con creer que todos los problemas se resolverán al permitir que las cosas «sigan como están»?

El contexto de la crisis: DANA y financiación central

Podríamos pensar que esta situación fue orquestada en un elegante plan de emergencia, pero la realidad es que se trata de una serie de movimientos desesperados provocados por la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que llevó a la comunidad a una situación crítica tras devastadoras inundaciones. Los valientes funcionarios de la Generalitat exigen ayudas millonarias al Gobierno central, incluido un presupuesto completo para reparaciones tras el desastre natural. Tan solo al principio, Carlos Mazón calculó que los gastos por daños ascienden a 31.000 millones de euros. ¿Es simplemente parte del juego político, la búsqueda de culpables en un tablero en el que todos parecen perdedores?

Mientras tanto, el gobierno central, que todo lo puede, está gestionando sus propias prioridades, y parece un poco ciego ante las súplicas valencianas. ¿Acaso estamos hablando de una falta de coordinación y solidaridad entre administraciones que podría ser la regla en lugar de la excepción en este maravilloso juego de la política?

Las rebajas fiscales y sus implicaciones a largo plazo

La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal ha alertado que la Generalitat dejará de ingresar 495 millones de euros en 2024 debido a las rebajas fiscales. Un panorama comparable a un desierto en cuanto a ingresos. ¿Qué pasará cuando la música se detenga y todos se den cuenta de que, en lugar de mejorar la situación a corto plazo, se está sembrando el terreno para una futura yard of fiscal clout?

Las cifras son escalofriantes. Del dinero que se deja de recaudar, 212 millones corresponden a la eliminación del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones. ¿Pero qué significa esto para las cuentas de la comunidad? Un castillo de naipes, donde el último que se lo lleve se queda con las ruinas.

Por no hablar de que, mientras todo esto sucede, el gobierno sigue plegando reclamos a Madrid, clamando por ayuda económica, pero en el mismo aliento, sacrifican la sostenibilidad fiscal. Es como un niño en una tienda de caramelos: pide dulces, pero al final, lo que se le da es más confusión y menos salud económica.

Un enfoque hacia la incertidumbre: cambios en la huella de carbono

En medio de este vaivén fiscal, también se promovió que la inscripción de las empresas en el Registro de Iniciativas de Cambio Climático sería voluntaria. ¿Estamos eliminando uno de los pocos mecanismos que podrían empujar a las empresas a ser responsables? Es cierto que, en un mundo ideal, las empresas actuarían por voluntad propia, pero seamos realistas: el ideal no siempre llega a la tierra real.

La idea de que las empresas “liberadas” de este registro comenzarán a actuar sin regulaciones es un cuento de hadas en la era del egoísmo empresarial. Claro, la idea de evitar que los afectados por la DANA paguen impuestos suena noble, pero ¿realmente estamos apostando por un cambio significativo si la tendencia se invierte hacia prácticas dañinas para el medio ambiente?

La confrontación política: en busca de culpables

La dinámica política en la Comunitat es otro desastre por desentrañar. Cada partido parece estar jugando su propia partida ajedrez, donde el objetivo es llevar a la otra parte al jaque. Fernando Pastor, representante del PP, caracterizó la ley de cambio climático autonómica como un ataque a la economía. La culpa flota en el aire y, como espectadores, nos quedamos observando cómo los líderes en conflicto batallan por el control del escenario.

La percepción de que el Gobierno central intenta «asfixiar» a la población valenciana es un claro indicativo de que se está escalando un conflicto que no beneficia a nadie, excepto a los que disfrutan del circo político. Esto tiende a linear a los ciudadanos; “mejor, asegúrese de que sus problemas no estén en mi camino, porque ya tengo suficientes de los míos”.

¿Es esta una estrategia efectiva o simplemente una lucha por el poder en la que el ciudadano se convierte en el más afectado? La política efectivamente se asemeja a un juego de equilibrio de quien es más fuerte y quien tiene las mejores cartas en este tablero fiscal repleto de incertidumbres.

Respuesta de la oposición: exigencias al Gobierno

Como era de esperar, los grupos de oposición no se han quedado callados. PSPV y Compromís han cuestionado los recortes que se han implementado en fiscalidad, argumentando que representan un atentado en un momento de “emergencia climática” y que se debe mantener un cierto nivel de conciencia y compromiso, tal vez similar al que nos muestran esos oídos que atentan a las señales de la naturaleza.

Sin embargo, en un entorno donde todo gira sobre cómo recortar gastos y ganar votos, esta conversación parece más caprichosa que probada. Ante estos temas, es fácil volverse escéptico, y quizás, deberíamos preguntarnos: ¿por qué es tan complicado hacer un plan que priorice tanto el bienestar de las personas como el del planeta?

Reflexiones finales: ¿quién se beneficia de la crisis?

Al final del día, tenemos varias preguntas que quedan flotando en el aire como globos helio, llenos de promesas y esperanzas. El objetivo de los recortes fiscales se plantea no solo como un desafío económico, sino también como un dilema ético. Se necesita diálogo, no sólo en el péndulo entre mejorar la condición de los ciudadanos y la salud del medio ambiente, sino sobre cómo realmente invertir en un futuro donde ambos puedan coexistir.

Claro, siempre podemos esperar otro fin de año con las mismas promesas brillantes. Pero mientras tanto, la solución a este dilema no descansa solo en las manos de nuestros gobernantes. Los ciudadanos también debemos involucrarnos; quizás es el momento de dejar de ser meros espectadores y convertirnos en parte activa de esta danza y decisión política. El futuro de nuestra comunidad valenciana depende de nuestra capacidad colectiva para abordar estos temas y actuar en consecuencia.

Así que, mientras nos preparamos para recibir el nuevo año, tengamos en mente que las decisiones de hoy influirán en el mañana. Al final, todos buscamos un futuro donde podamos vivir sin las pesadas cargas de la crisis fiscal, ¿no es cierto?