Cuba, la gran isla del Caribe, ha llegado a un punto crítico en su historia contemporánea. Ni más ni menos que el 18 de octubre de 2023, el país quedó completamente a oscuras cuando el Sistema Electroenergético Nacional (SEN) colapsó. Este apagón no solo dejó a la mayor parte de la población sin electricidad, sino que también evidenció las serias deficiencias en la infraestructura y la gestión del gobierno cubano liderado por Miguel Díaz-Canel. Pero, ¿qué hay detrás de este apagón y cómo afecta a la vida cotidiana de los cubanos?
Un apagón anunciado
Como si se tratara de un guion salido de una serie dramática, la historia comenzó con un aviso del Primer Ministro, Manuel Marrero, quien apareció en televisión para hablar sobre la «situación de emergencia energética». Justo unas horas después de su mensaje, la termoeléctrica Antonio Guiteras, uno de los pilares de la generación eléctrica en la isla, se detuvo y, al poco tiempo, todo el SEN se vino abajo. ¿Quién no se sentiría algo irónico al escuchar promesas de “alivios” cuando la realidad es tan devastadora?
Recuerdo una vez en la universidad, cuando nos prometieron un “nuevo sistema de bibliotecas” que prometía cambiar todo. Adivina qué: todavía estoy buscando libros en el mismo lugar. Este tipo de desinformación y promesas vacías son un pan de cada día y los cubanos lo saben muy bien. Eso explicaba la cara de resignación en muchos, mientras me contaban que “esto era pan de cada día”.
La vida sin electricidad
La vida en Cuba, ya marcada por la carencia de productos básicos, se complicó aún más. Con la electricidad cortada, no solo se vieron afectadas las actividades culturales y educativas, sino también los negocios. Dianelis Remedios Seguí, una joven emprendedora, expresó cómo su pequeño puesto de alimentos se vio amenazado. “Parece que se me van a echar a perder las cosas”, decía desafiante, mientras la desesperación se hacía palpable en su voz. Y claro, ¿quién no podría frustrarse ante la inminente pérdida de sus productos?
Un reto adicional es la escasez de agua. Hay que recordar que sin electricidad, ese lujo llamado “agua corriente” puede convertirse en un concepto de otro planeta. Como dijo otra residente: “Si no hay luz, la turbina que abastece de agua no funciona”. A estas alturas, ya no sé qué se siente más surrealista: vivir en un mundo donde la mayoría tiene agua de la llave o en uno donde incluso el agua parece un ‘producto de lujo’.
Causas del colapso
La causa del apagón es tan compleja como la situación política de la isla. En realidad, se remonta a décadas de mala gestión y una infraestructura obsoleta. Las termoeléctricas cubanas, como la Guiteras, han pasado años en un estado lamentable. Imagínate tener un coche de antaño: bonito por fuera, pero siempre en taller. Así están las plantas generadoras cubanas, con un mantenimiento escaso y frecuentemente dejando a la población a oscuras.
En este punto, mencionar el hecho de que el régimen de Nicolás Maduro ha bajado los envíos de combustible a la isla es crucial. Mientras que alguna vez se enviaban 56.000 barriles al mes, hoy la cifra ha caído a menos de la mitad. Al final, todo esto es como un juego de dominó: un mal movimiento puede hacer que caigan todas las piezas.
El contexto social
Pero la falta de electricidad es solo una parte del rompecabezas. Cuba está sumida en una crisis múltiple, donde la escasez de alimentos, medicinas y otras necesidades básicas se entrelazan. Este escenario apocalíptico podría recordarle a uno a disputas internacionales, pero no, aquí no hay bombardeos, solo un régimen que no ha podido ofrecer lo mínimo para sobrevivir.
Un estudio del Servicio de Investigación Económica del Departamento de Agricultura de Estados Unidos reveló que 37,8% de los cubanos no padecieron de inseguridad alimentaria el año anterior. Casi cuatro millones de personas no consumieron ni las calorías necesarias para vivir. Es como intentar funcionar con un motor de dos cilindros para un coche que necesita cuatro.
La comparación con escenarios bélicos se vuelve llamativa. Aunque no hay bombardeos ni invasiones, la sensación de angustia y desamparo puede ser similar. ¿Qué puede hacer la gente ante la desesperación? Muchos simplemente optan por salir a la calle en busca de respuestas o, en ocasiones, protestar. Como gianes que luchan contra molinos de viento, sus voces claman por un cambio que parece lejano.
La reacción del gobierno
¿Y cómo respondió el gobierno ante este caos? Con la misma filosofía de siempre: controlar y callar. Cuando las filas de personas sin electricidad comenzaron a agruparse, las autoridades decidieron incluso cortar el acceso a internet, impidiendo así la difusión de información y testimonios sobre la situación. Es como si quisieran apagar el ruido del descontento, como si eso fuera a eliminar el problema real.
Evidentemente, borrar las redes no es borrar el sufrimiento ni la rabia de la gente. Ante esta falta de comunicación, muchos cubanos se sintieron obligados a hacer “vida normal”, como si se tratara de otro día miserable de apagón.
Un futuro incierto
Ahora bien, la situación presenta un futuro incierto. La desesperanza en ámbitos como el turismo—otra vital fuente de ingresos—ha demostrado ser devastadora. La pandemia arrasó con sus expectativas de prosperidad y, al mismo tiempo, las políticas del gobierno han sofocado iniciativas privadas que podrían haber aliviado la crisis.
La proyección de que se necesitarían 10.000 millones de dólares para reconstruir la capacidad energética de la isla puede parecer tan abstracta como las promesas de sus gobernantes. Imposible pensar en una solución rápida, y más con un presupuesto que parece salir de una hucha rota.
El panorama se oscurece aún más cuando se registra la total desconexión eléctrica como un evento ocurrir raras veces, pero no es la primera vez que los cubanos se ven severamente afectados por cortes de servicio. Históricamente, estos eventos han llevado a protestas, tal como se vio en 2022, cuando el huracán Ian atravesó la isla. La historia se repite, y la memoria colectiva no se silencia fácilmente.
Reflexiones finales
La experiencia del apagón en Cuba es más que un simple incidente; es un reflejo del estado actual de un país que lucha por encontrar su camino en medio de la oscuridad. Mientras la luz se apaga, las voces se levantan con más fuerza. Desde La Habana hasta las áreas rurales, el sufrimiento y la resistencia cubana se entrelazan en una narrativa de lucha.
Seguiré pensando en Dianelis, en la joven emprendedora que sueña con un futuro mejor a pesar de la adversidad. Su fe en que «la luz regresará» es lo que, quizás, nos da esperanza a todos. Es ese espíritu de perseverancia, de no rendirse, que reside en el corazón de muchos cubanos.
Así que la próxima vez que te quejes de una pequeña pérdida de electricidad en tu hogar o te sientas frustrado por algo tan nimio, recuerda que, para muchos, la vida sin luz es solo otra batalla en una guerra sin fin. Y, al final del día, todos debemos encontrar nuestras propias luces, incluso en los momentos más oscuros. ¿No crees?
Cuba sigue iluminando su resistencia a través del colapso. La esperanza, a pesar de lo que parezca, puede brillar más fuerte. Solo necesitamos un poco de tiempo y perseverancia para que esa luz vuelva a deslumbrar.