La ciencia ficción ha sido durante décadas un potente espejo que refleja nuestras aspiraciones y temores como sociedad. Pero, ¿qué ocurre cuando esos sueños utópicos son secuestrados por un puñado de magnates tecnológicos que ya parecen vivir en su propia narrativa distópica? En su provocador ensayo, Ciencia ficción capitalista, el escritor argentino Michel Nieva nos invita a explorar las intersecciones entre la imaginación desbordante de la ciencia ficción y la ambición casi desmedida de personajes como Elon Musk, Jeff Bezos y otros titanes del capitalismo 2.0. Este artículo, en un tono más conversacional y personal, se adentrará en esas aguas complejas, buscando entender cómo el género y la economía se entrelazan en un mundo que parece preparado para cualquier cosa menos para resolver los problemas reales del presente.
Un saludo a la ciencia ficción alternativa
Es curioso cómo un libro puede cambiar nuestra perspectiva. Hace poco, mientras hojeaba Ciencia ficción capitalista, recordé una conversación que tuve con un amigo sobre la importancia de la ciencia ficción como herramienta crítica para el pensamiento. Este amigo, un ferviente entusiasta del género, argumentaba que los escritores de ciencia ficción deberían tener un papel más prominente en la solución de problemas globales. ¿Quién mejor que ellos para imaginar futuros alternativos? Pero, en lugar de eso, descubrí que muchos de esos escritores de hoy solo alimentaban las fantasías de los magnates tecnológicos.
Michel Nieva se popularizó en 2013 con su novela ¿Sueñan los gauchoides con ñandúes eléctricos?, que ya prometía un enfoque fresco y ácido sobre la ciencia ficción desde una perspectiva latinoamericana. Su estilo impertinente y a menudo hilarante nos recuerda que hay mucho más que explorar en estos rincones, no solo desde un aspecto capitalista, sino también desde una óptica crítica y decolonial.
Los nuevos conquistadores del espacio
Una de las mayores críticas que Nieva plantea en su ensayo es cómo la narrativa de la ciencia ficción ha sido manipulada por los magnates modernos. Tomemos a Elon Musk, por ejemplo, quien parece haberse convertido en un verdadero cowboy del espacio. ¿Recuerdas aquella imagen del sombrero de vaquero que usó tras su primer viaje espacial? ¡Qué ironía! El hombre cuyo nombre se asocia a la búsqueda de un futuro en Marte, pareciendo más un conquistador del viejo oeste. Según Nieva, este tipo de comportamiento es solo un eco de las fantasías colonialistas del pasado, un deseo insaciable de «conquistar» nuevos mundos sin haber resuelto los problemas en el nuestro. En este sentido, él pone en tela de juicio el verdadero propósito de estos emprendedores: ¿quieren salvar el mundo o simplemente escapar de él?
Al final de cuentas, ¿quién no se siente atrapado en una narrativa que parece estar cimentada en la idea de que «la tecnología lo solucionará todo»? A menudo he creído que todo este furor por los viajes espaciales es también una forma de ignorar el caos que estamos creando aquí y ahora. Que lo diga quien lo viva, pero hay días en que la idea de alejarnos de los problemas de la Tierra suena enormemente tentadora.
Ideologías escondidas y ciencia ficción elitista
Lo interesante del trabajo de Nieva es su habilidad para desmenuzar la ciencia ficción clásica y el impacto que esta ha tenido en la ideología contemporánea, que se ve claramente reflejada en los megaemprendimientos de hoy. Como menciona en su ensayo, la mayoría de los autores de la edad de oro de la ciencia ficción (los años 50 y 60) eran hombres blancos y estadounidenses que no solo reflejaban, sino que también reforzaban una visión del mundo centrada en sus propios intereses y privilegios. ¿Cómo se puede hablar de futurismo y de posibilidades ilimitadas cuando la narrativa está tan sesgada? Honestamente, se siente un poco como ver una película donde solo hay un protagonista, el mismo tipo de hombre de siempre, en el que quizás algún día, algún escritor con un sentido del humor particularmente ácido, nos haga reflexionar acerca de qué ha pasado con el resto del elenco.
De hecho, refleja un pensamiento más profundo sobre cómo estos autores han alimentado la idea de que la tecnología nos llevará a un futuro mejor, mientras que simultáneamente perpetúan sistemas de desigualdad y exclusión. El hecho de que personajes como Mark Zuckerberg estén influenciados por obras de ciencia ficción sobre metaversos o colonización de otros planetas plantea preguntas incómodas: ¿son innovaciones o se trata de fantasías escapistas que ignoran problemas urgentes como el cambio climático o la pobreza?
Una vez más, el dilema es evidente: estamos en un momento en que la utopía parece más una cortina de humo que un objetivo alcanzable. ¿Pero no debería la ciencia ficción ser el alma de la crítica social?
Futurólogos y su influencia en Silicon Valley
Es innegable que el capitalismo actual ha encontrado en la ciencia ficción una fuente de inspiración, y hay un aspecto particularmente inquietante en el descubrimiento de que algunas de esas empresas tecnológicas más prominentes tienen futurólogos en sus filas, personas encargadas de predecir y construir planes a largo plazo basados en conceptos que, a menudo, provienen de la ciencia ficción. Como dijo Nieva, “todas estas empresas tienen un cargo especial, el de futurólogo, que muchas veces está ocupado por un escritor de ciencia ficción.”
No puedo evitar reír al imaginarme a un escritor de ciencia ficción tomando café con un magnate de Silicon Valley y esbozando nuevas «soluciones» para el cambio climático. Esta es la mezcla perfecta de arte y comercio, un tipo de fusión que podría dar lugar a un nuevo género literario: “capitalismo soñado”. Pero, sinceramente, ¿es eso lo que realmente necesitamos? ¿Más cuentos de hadas sobre cómo salvar el mundo? ¿O necesitamos un acercamiento más crudo a la realidad de nuestros problemas?
La distorsión de las utopías y sus consecuencias
La siguiente gran revelación en el libro de Nieva es cómo las prometedoras narrativas de futurismo han terminado en un ciclo de pensamiento mágico que permite a los titanes del capitalismo creer que pueden escapar del desastre ecológico del planeta, a la vez que se enriquecen. Esta es una de esas verdades incómodas que nunca se mencionan en las conferencias TED: “el capitalismo no va a frenar con las emisiones de CO2 y no va a buscar la redistribución de la riqueza…”
Y aquí es donde muchos de nosotros, comunes mortales, nos sentimos impotentes. ¿De veras hay soluciones que broten de las mentes de aquellos que son responsables de la situación actual? Y, quizás lo más preocupante, ¿hasta dónde llegarán estos millonarios dispuestos a jugar con el futuro del planeta solo por un puñado de monedas, como si la Tierra fuese una especie de videojuego?
Colonizando Marte: la utopía de un nuevo imperio
Ciertamente, nunca dejará de asombrarme cómo la idea de colonizar otros planetas se ha convertido en una metáfora poderosa para las aspiraciones del capitalismo moderno. ¿Por qué arreglar lo que ya hemos destrozado cuando podemos simplemente mudarnos? Dicha narrativa sonaba hasta el siglo XX como un mero delirio de grandeza, pero hoy en día parece algo perfectamente viable para personas como Musk y Bezos. La idea de terraformar Marte para convertirlo en una segunda Tierra es, en el fondo, un deseo de seguir expandiendo un imperio que nunca se pregunta por el costo real que tendrá.
No solo buscan nuevos hogares, sino que parecen empeñados en repetir la historia de la conquista. Y eso es sin contar con la picardía que tiene Nieva en su crítica hacia estas ideas “innovadoras”, como pensar que podríamos introducir plásticos y combustibles fósiles en otros planetas para hacerlos habitables. ¿Sí, claro? Porque ¿quién no querría abrir un McDonald’s en Marte?
La conversación da un giro bastante profundo al tocar temas de colonialismo y los modos como estos nuevos conquistadores se ven a sí mismos. No puedo evitar sentir una dosis de escepticismo y humor sobre cómo crees que tus «sueños de grandeza» van a mejorar el mundo, si tu esencia es la misma que tus antepasados imperiales.
La esperanza anticapitalista en las estrellas
Es fascinante y refrescante que Nieva también explore otras ideologías a partir de la ciencia ficción, particularmente el concepto de que, si hay civilizaciones extraterrestres avanzadas, estas necesariamente deben haberse asentado en un modelo igualitario y colectivo. Aquí se hace mención a un encuentro entre H. G. Wells y Lenin, donde el autor de La guerra de los mundos recibió una crítica literaria desde una perspectiva marxista. ¡Imaginen el drama y el ingenio de esa conversación!
Así, el anticapitalismo se cuela en el relato de Nieva, ya que sugiere que, en el vasto universo, podrían existir sociedades que operan bajo principios de justicia social. Una idea nada descabellada, especialmente cuando examinamos las desigualdades que enfrentamos en nuestro planeta. Es un truco literario maravilloso que nos empuja a repensar no solo hacia dónde vamos, sino cómo lo hacemos.
Diría que es un sano recordatorio de que la ciencia ficción no tiene por qué ser un simple reclamo del individualismo capitalista. En cambio, puede servir como un debate sobre formas de vida diferentes, que escapan del deseo de conquistar. ¿Por qué no considerar que la convivencia y el respeto por otras formas de vida podrían ser el futuro del ser humano?
Conclusiones que invitan a la reflexión
En conclusión, Ciencia ficción capitalista no solo ilumina las complicadas relaciones entre la ciencia ficción y el capitalismo moderno, sino que también nos ofrece un espacio seguro para cuestionar las aspiraciones de aquellos que parecen tener el poder de dictar nuestro futuro. En un momento en que el mundo se enfrenta a desafíos monumentales, la voz de autores como Michel Nieva se convierte en un faro, animándonos a seguir inspirándonos, pero también a realizar una crítica reflexiva.
Al final, nunca está de más recordar que los sueños son solo eso, sueños. La cuestión es: ¿qué hacemos con ellos? En el mejor de los casos, es crucial que la ciencia ficción se convierta en un marco que aliente el diálogo sobre la justicia social, la igualdad y la sostenibilidad, en lugar de una mera herramienta para perpetuar un sistema que, en muchos sentidos, ha visto su mejor momento.
Así que, como diría Nieva, un rotundo “Fuck you, Elon Musk” resonaría como un recordatorio de que el futuro no puede ser una carrera por escapar, sino una invitación a transformar nuestro presente. 🌌✨