En un mundo donde el comercio internacional puede ser tan volátil como el clima de marzo—ya saben, un día soleado y al siguiente una tormenta de nieve—, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, ha decidido sacar los guantes y entrar al ring. En una reciente rueda de prensa, Trudeau anunció que Canadá interpondrá demandas ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el T-MEC (el tratado entre México, Estados Unidos y Canadá) en respuesta a los aranceles del 25% impuestos por el presidente estadounidense. Para hacer las cosas más picantes, Trudeau no escatimó en palabras y acusó a Donald Trump, el hombre detrás del telón, de querer «colapsar» la economía canadiense.

Pero, ¿qué es realmente lo que está sucediendo aquí? Miremos más de cerca.

Contexto: Un tango complicado en el ámbito comercial

Muchos recordamos los días de la guerra comercial entre Trump y China, una saga que mostró al mundo cuán entusiastas pueden ser algunos líderes a la hora de imponer aranceles, como si fueran medallas de honor. No obstante, el drama entre Canadá y Estados Unidos es uno diferente; es la historia de dos amigos que pasaron de compartir un café a tener una discusión acalorada sobre quién dejó la tapa del inodoro levantada.

La decisión de Estados Unidos de imponer aranceles se basa—según Trump—en la necesidad de frenar la ola del fentanilo que inunda el país. Trudeau, sin embargo, no está convencido de que esta sea la verdadera razón. Como él mismo lo expresó, califica esta excusa como “ficticia”. Ah, la política internacional: casi tan enrevesada como una novela de Agatha Christie.

La reacción canadiense: Un giro inesperado

No es sorprendente que Trudeau decidiera no quedárselo callado. De hecho, en su declaración, él enfatizó que, mientras los aranceles pueden infligir daño a corto plazo, «todas las familias estadounidenses también sufrirán». La ironía aquí es que, al parecer, al presidente Trump no le interesa la economía canadiense. Sin embargo, el pueblo estadounidense al final también podría salir perjudicado.

Recuerdo una conversación que tuve con un amigo que vive en Michigan. Él solía cruzar la frontera cada fin de semana para disfrutar de la famosa cerveza canadiense. Ahora se pregunta si va a tener que pagar más por su bebida favorita debido a los aranceles. Y pensé: ¿realmente vale la pena pelearse por una cerveza? ¡Pero eso ya es un tema para otra publicación!

Aranceles y represalias: Un juego de ajedrez económico

Como señalé antes, tras las acciones de Trump, Canadá no se quedó de brazos cruzados. Esta misma semana, el gobierno canadiense comenzó a aplicar gravámenes del 25% a varios productos estadounidenses, incluyendo el bourbon de Kentucky, electrodomésticos, cereales y hasta motocicletas. Es como si Trudeau estuviera lanzando un gran guiño a los estadounidenses: «Hey, no podemos tomarnos un café juntos, pero puedo hacer que tu auto cueste más».

Y la situación solo empeora. En 21 días, si la administración Trump mantiene sus aranceles, el plan de Trudeau es aplicar gravámenes adicionales de 25% a otros 125.000 millones de dólares canadienses en importaciones de Estados Unidos. Esto es como un juego de cartas: si el oponente sube la apuesta, tú haces lo mismo, aunque esto signifique que ambos lados terminen en bancarrota.

¿Quién sale ganando en este tira y afloja?

No hay duda de que los efectos de estas decisiones económicas afectan a ambos países. Pero hay algo más profundo a considerar. Trump, con su retórica de hacer a América grande otra vez, está usando tácticas similares a las de un jugador de póker que va all-in sin mirar sus cartas. ¿Pero es esto realmente sostenible a largo plazo?

He allí la cuestión. ¿Hay una fecha de caducidad para estos enfrentamientos comerciales? Al final del día, la economía es un sistema interconectado. Las decisiones de los políticos no solo impactan a sus países, sino que también tienen un efecto dominó en economías extranjeras. Y, por si acaso pensabas que un país es una isla, piénsalo de nuevo.

Un enfoque empático hacia el comercio

Al final del día, detrás de todos estos números y porcentajes hay vidas humanas. Familias que dependen de sus empleos en la industria del automóvil, propietarios de pequeñas empresas que importan productos canadienses, y hasta esos valientes guerreros de las entregas de pizza que podrían ver sus costos aumentar. Ciertamente, esta no es solo una guerra de palabras: tiene consecuencias prácticas y, sinceramente, a veces me pregunto si los líderes políticos se detienen a considerar esto cuando lanzan sus ataques verbales.

Me he encontrado hablando con algunos empresarios canadienses recientemente, y sus historias son casi todas similares: la incertidumbre es el nuevo rey. Cada día, sus decisiones están cargadas de un sentido de inquietud. ¿Deberían invertir en nuevo inventario? ¿Deberían despedir a alguien? Es un juego de alta tensión que tiene a muchos en la cuerda floja.

Mirando hacia el futuro: ¿Cuál será el desenlace?

Así que, ¿qué viene ahora? Las demandas de Canadá ante la OMC y el T-MEC son un primer paso, y muchos esperan que sirva como un llamado a la razón. Quizás, al final de esta disputa, ambos lados se den cuenta de que la cooperación es más beneficiosa que la enemistad. La historia nos ha mostrado una y otra vez que esta guerra de aranceles no es el camino más efectivo.

En ocasiones, las crisis también crean oportunidades. Quizás el auge del comercio local se convierta en una tendencia y la gente decida comprar productos nacionales en lugar de importar. Y entonces, ¿no encontraríamos un punto medio en esta disputa?

Al final, la única respuesta efectiva es el diálogo y la negociación constructiva. Si no podemos encontrar una manera de trabajar juntos, tal vez deberíamos considerar abrir una cervecería conjunta en la frontera: una buena forma de desviar tensiones, no creen?

Reflexión final

El drama de los aranceles entre Canadá y Estados Unidos es solo un episodio en la mayor narrativa de la economía global. A veces, las tensiones pueden parecer un soap opera, con giros, sorpresas y, por supuesto, un poco de drama personal. Ahora, más que nunca, el mundo necesita líderes que se comprometan a trabajar juntos, no solo para proteger sus propios intereses, sino para fomentar la salud y el bienestar de sus ciudadanos.

Y así terminamos esta reflexión. Espero que hayas encontrado algo de valor en ella, ya sea un nuevo punto de vista o, al menos, un nuevo tema para discutir durante tu próxima cena. Mientras tanto, brindaré por la paz y por las cervezas compartidas, de ambos lados de la frontera. ¡Salud! 🍻