Recientemente, Valencia se vio envuelta en una crisis de inundaciones provocada por una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que desató una serie de eventos desafortunados en la región. Así que, agárrense los cinturones que vamos a dar un recorrido por el mar de controversias, responsabilidades, y, como siempre, un poco de humor para que esta travesía sea más amena.

El contexto: inundaciones en Valencia

El 29 de octubre a las 20:12 horas, la Generalitat Valenciana lanzó una alerta a los móviles de los ciudadanos, informando del riesgo de inundaciones. Esta decisión se tomó doce minutos después de recibir una llamada de Hugo Morán, secretario de Estado de Medio Ambiente. Ahora, imaginen a Morán al otro lado de la línea, preocupado al ver cómo el agua se adueñaba de la región. Un clásico: “¡Houston, tenemos un problema!”. Pero, ¿realmente funcionó el sistema a tiempo?

Primeros avisos sobre la DANA

La primera alerta llegó a las 14:00 horas del mismo día, de boca del alcalde de Utiel, quien urgía sobre el desbordamiento del río Magro. Es interesante cómo a veces son las personas del suelo las que alertan a las instancias gubernamentales sobre una emergencia inminente. Esto me recuerda cuando mi madre me dice que tengo que sacar la basura. A veces, parece que la urgencia solo la sienten ellos.

A pesar de que tanto la Aemet como la Confederación no alertaron debidamente de la situación, parece que la comunidad estaba más bien al loro. Al final del día, lo que se escuchó fue que la consellera de Justicia e Interior, Salomé Pradas, no quedó muy contenta con la falta de comunicación. Y, como dice el refrán, “uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde”, pero en este caso, parece que hubo alertas que se perdieron en el camino.

La tormenta en la sala de respuesta

Cuando la situación se tornó aún más crítica, se decidió activar la Unidad Militar de Emergencia (UME). Esta es la parte donde uno piensa, «¿no deberían haber actuado antes?» Imaginemos a Pradas y a su equipo discutiendo si llamar o no a la UME, ¿“Pasemos a la acción?” o “No, dejemos que el agua se autoregule”?. Desde luego, a ansiedades de esa magnitud, un café puede no ser suficiente.

A las 17:00 horas, se convocó al CECOP (Centro de Coordinación de Emergencias), donde allí parece que también había un par de ausentes notables, incluida la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Pilar Bernabé. Curiosamente, según Pradas, aunque esta se reunió con los alcaldes de las zonas afectadas esa misma mañana, no les compartió “ningún dato alarmante”.

La danza de llamadas y la responsabilidad

Lo más increíble de todo esto es que, según informes de la Cadena Ser, Bernabé hizo tres llamadas a Pradas antes de que se pidiera la intervención militar, para hacerle saber que la situación era seria. No sé ustedes, pero odio tener que ser el aguafiestas en este tipo de situaciones, como cuando vas a decirle a tu amigo que todavía tiene la cremallera abierta. Pero en este caso, parece que la llamada de Bernabé no fue suficiente. Sin embargo, al final de cuentas, cada uno tendrá que tomar su parte de responsabilidad en esta danza de emergencias.

La reacción política y la búsqueda de culpables

Ahora, no podemos dejar de mencionar cómo el presidente valenciano, Carlos Mazón, entró en escena. El día de la crisis, él estaba “muy ocupado”, pero se desmarcó de cualquier rumor que lo situara en un almuerzo de celebración de cumpleaños. «Desmiento rotundamente, era un almuerzo de trabajo”. Vaya baño de honor, ¿no?

Aunque Mazón estaba en comunicación constante, algunos se preguntan si eso realmente significó que estaba lidiando activamente con la situación. “Esto parece una caricatura política”, diría un amigo mío. Mientras tanto, práctica política habitual: todos tienen algo que decir y todos tratan de eludir la responsabilidad. “¡No, yo no fui!”

La mirada de la delegada del Gobierno

Por su parte, Bernabé decidió jugar en el equipo de «resolución y no polémica». Ella argumentó que el Gobierno de España estaba enfocado en la emergencia y postemergencia. “Los ciudadanos no necesitan escuchar peleas internas; necesitan ayuda”. Porque, seamos honestos, en esos momentos, la gente no quiere saber qué está haciendo su representante; solo desea saber que alguien se hará cargo de la situación.

Aquí me viene a la mente un viejo chiste: “¿Cómo se llama un político que no miente? Un ex-político”. Por lo tanto, no es sorpresivo que haya medidas de emergencia que se impongan sobre discusiones sobre cargos o responsabilidades.

Reclamaciones y daños económicos

La Economía, la eterna pasadilla, recibió 116.000 reclamaciones por los daños ocasionados por esta DANA. Sorprendente, ¿verdad? Esto equivale a más reclamaciones que las que hubo durante catástrofes como las de Lorca o La Palma en un año entero. Los números no engañan, y mientras escribo esto me pregunto: ¿cuántas reclamaciones más tendrá que recibir la administración para que esto cambie?

Los ciudadanos son inteligentes y están cansados de lamentos; lo que necesitan son respuestas. Si esto se hubiera gestionado mejor, tal vez no habría tantas reclamaciones en la mesa de la oficina económica, y habría menos críticas en las redes sociales.

La necesidad de una política efectiva

Al final de cuentas, uno tiene que preguntarse, ¿es suficiente la respuesta del sistema o las instituciones siguen en deuda con sus ciudadanos? Porque, al final, lo que la gente quiere es confianza en que sus representantes y el gobierno estarán a la altura en situaciones críticas, sin que eso implique un drama político.

Me toca reflexionar sobre esto. Como cuando buscas en el refrigerador algo que te hará feliz, y en lugar de eso encuentras una bolsa de espinacas marchitas. A veces nos dejamos llevar por lo que sabemos que está mal, pero la verdad tiene formas confusas de ocultarse en el fondo de un wrestling político.

Reflexiones finales

El ciclo de las emergencias y las inundaciones no es una novedad. Sin embargo, cada vez que se repite, nos deja con la sensación de que, a pesar de estar preparados, hay detalles que se nos pasan por alto. Recordemos que la responsabilidad de la gestión de riesgos sobre el efectivo y la ineficacia debe sumarse a la voluntad de cada actor involucrado en la comunidad.

Por lo tanto, en este momento, lo que podemos hacer es seguir informados. Las emergencias no son solo responsabilidad de unos pocos, son un esfuerzo colectivo. Así que, si alguna vez te encuentras en medio de una situación incierta, recuerda que siempre hay una forma de navegar aunque las aguas estén tempestuosas.

Con un país que necesita recuperarse y los ciudadanos que merecen más, la pregunta que nos queda es: ¿aprenderemos de esta experiencia o seguiremos en la misma corriente turbia? Como siempre, el tiempo y nuestras acciones lo dirán.

Mantente atento y cuida de ti mismo, porque nunca se sabe cuándo la próxima DANA podría estar a la vuelta de la esquina. Y por último, la vida sigue—con la esperanza de que la próxima vez, la gestión de crisis sea un proceso más fluido y directo, pues al final del día, el objetivo debe ser proteger la vida y la propiedad de todos.