La política, como un mal pasatiempo, siempre nos sorprende con sus giros inesperados. El reciente acuerdo del PSOE con Junts y PNV para convertir en permanente el impuesto especial a la banca, pero a la vez deshacerse del que gravaba a las energéticas, es un claro ejemplo de cómo las decisiones políticas pueden tener más complicaciones que un rompecabezas de mil piezas.
El contexto: ¿Por qué ahora?
Antes que nada, un poco de contexto. Desde el estallido de la crisis económica y la posterior inflación, ha habido un clamor generalizado por parte de la ciudadanía para que las grandes corporaciones, particularmente las entidades bancarias y las compañías energéticas, contribuyan de manera más justa a las arcas del Estado. En este contexto, el gobierno español lanzó, en 2022, un gravamen especial temporal como respuesta a esos beneficios “extraordinarios” que muchas de estas empresas estaban obteniendo.
Y aquí entramos en un territorio inexplorado y, a veces, confuso. ¿Quién no ha tenido esa sensación de pérdida de control cuando ve las facturas de la luz? Si bien es cierto que los impuestos no son la solución mágica a todos los problemas, parece que algunos sectores de la población están dispuestos a que las empresas de servicios esenciales ayuden a equilibrar la balanza fiscal. Pero claro, no todos están de acuerdo.
Alianzas incómodas
El acuerdo del PSOE, que ha dejado fuera a Sumar, ha causado revuelo. Sumar no solo busca dejar claro que no está para juegos, sino que ha decidido presionar para incluir una reforma fiscal integral en los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Y seamos honestos: ¿qué político no ha hecho promesas que luego se olvidan más rápido que un conejo en un sombrero?
En alguna anécdota personal, puedo recordar una discusión acalorada en una cena familiar sobre la política fiscal y la necesidad de las reformas. Mi tío, que siempre alega ser un “experto” en economía, salió con que “los impuestos son como el amor: preferiría que fueran opcionales”. Un enfoque algo… peculiar, pero que refleja una parte del electorado que piensa de manera positiva sobre esta controversia.
¿Qué significa «permanente»?
La idea de convertir el impuesto a la banca en permanente suena a primera vista razonable: tras la pandemia y el aumento de los precios, sobre todo en servicios esenciales, la gente busca certezas. Pero, en el mundo de la política, como en mi propia vida, las certezas suelen desvanecerse en el aire. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha expresado que “si el Ejecutivo no cuenta con la mayoría suficiente, no podrá cumplir” con esa promesa. ¿No es un dilema clásico de la política?
Las advertencias de Sumar
Sumar clama que el PSOE carece de la mayoría necesaria para llevar a cabo este acuerdo. Es una mezcla curiosa de drama y suspense, casi como un thriller político donde los actores parecen saberse la trama pero aún así deciden jugarse el papel. Su insistencia en incluir a las energéticas demuestra que, efectivamente, tocar las piezas del tablero fiscal no es tan sencillo.
Los números no mienten: Impacto en la recaudación
Hablemos de cifras, que son lo que realmente importa a la hora de tomar decisiones. Según los datos, los gravámenes especiales a la banca y las energéticas generaron una recaudación de 2.859 millones de euros en 2024. Ese es un número que debería hacer rebotar a cualquier economista en su silla. En contraste, la compañía Repsol (no nos olvidemos de los grandes jugadores) reportó sus mejores beneficios históricos a pesar de este nuevo panorama fiscal.
Y como dice el viejo refrán: “No todo lo que brilla es oro”. Quizás en el mundo empresarial, “brilla” en la forma de beneficios, pero también “brilla” en términos de la presión social entorno a la justicia fiscal. Está claro que, aunque Repsol muestra cifras robustas, la presión y resistencia a la regulación es latente.
La visión de la industria
El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, ha sido claro al calificar estos impuestos como «medidas populistas». Pero, como también dijo, “las prohibiciones en vez de incentivaciones” son un recurso arriesgado. ¿Es esto una advertencia para el gobierno acerca de la dirección fiscal que puede tomar el país? Uno no puede evitar sentirse un poco desconcertado ante las posturas encontradas, llevando a preguntarnos, ¿es realmente el bienestar social el que se busca o una táctica de juego político?
La estrategia de juego: ¿Un arte o un lío?
Esa es una pregunta válida. Tal vez el arte de la política no es más que un complicado juego de ajedrez donde cada movimiento puede implicar una serie de respuestas que no siempre son previsibles. Los grupos que presionan al PSOE para que incluya a las energéticas son conscientes de que la historia política española está llena de casos donde las promesas de reformas brillan por su ausencia. Si hay algo que he aprendido con los años es que las intenciones no son más que palabras hasta que se convierten en acciones concretas.
Recuerdo una vez que traté de esquivar una discusión en mi trabajo sobre política laboral. Un colega, que siempre se presenta como el «experto» en todo, empezó a relatar su enfoque en minorías y equidad. Yo solo asentía mientras servía café, pensando: ¿alguna vez ponemos en marcha estas iniciativas o es solo charla?
Tejiendo alianzas: la necesidad del diálogo
El diálogo es fundamental. Sumar está luchando para que el PSOE no sólo cumpla su palabra, sino que también escuche las preocupaciones de aquellos que son más críticos con las decisiones que se toman desde el gobierno. Este no es solo un juego de números y porcentajes; es también un juego de personas. Los habitantes de este hermoso país tienen que sentir que sus voces son escuchadas, que su opinión importa.
Sin embargo, uno no puede evitar pensar que, en muchas ocasiones, en la política se habla más de lo que se actúa, lo que nos deja a muchos con la sensación de “más de lo mismo”. Y tras años siguiendo la política española, me gustaría creer que esta vez es diferente, pero la historia para muchos ha repetido patrones que no siempre traen esperanza.
El futuro en la balanza: ¿Cómo afecta esto a la ciudadanía?
La verdadera pregunta es, ¿cómo se verán afectados los ciudadanos con estos acuerdos? Tal vez esa es la preocupación más considerable que hay sobre la mesa. Esta situación de incertidumbre no solo crea un “efecto burbuja” sobre las decisiones a tomar, sino que también genera una montaña rusa emocional para quienes, como muchos de nosotros, simplemente quieren hacer frente a los gastos con un poco de paz mental.
De nuevo, como en un casino, los riesgos deben estar equitativamente medidos. Los impuestos que parecen ayudar a equilibrar el presupuesto deben también ser justos para no desincentivar la inversión necesaria en sectores donde hay carencias evidentes, como la educación, la sanidad y el empleo.
Conclusión: Un camino sinuoso por recorrer
Finalmente, nos encontramos en una encrucijada donde los acuerdos, las tensiones y las promesas se entrelazan. La situación actual puede ser una oportunidad para el PSOE, Junts y PNV de demostrar que pueden trabajar juntos por el bien común. Pero también puede resultar una frustración si esta promesa se queda solamente en un par de reuniones y aun más charlas que no aportan cambios reales.
Recordemos que, aunque los números son importantes, lo más vital es cómo estos acuerdos impactan en la vida de las personas. Después de todo, al final del día, ¿no es eso lo que realmente importa? Y, humildemente hablando, en un mundo donde los impuestos son el “mal necesario”, sería genial que todos los involucrados recordaran que, más allá de la política, estamos hablando de vidas, de sueños y de un futuro compartido.
Así que estaré aquí, observando cómo se desarrollan los acontecimientos. Y tú, ¿cómo ves esta situación?