En el vasto y tumultuoso océano de la historia, a menudo encontramos historias que parecen más propias de un guion de Hollywood que de la realidad misma. Una de estas fascinantes narrativas involucra a Josef Stalin, el temido líder de la Unión Soviética, y a John Wayne, la cara emblemática del cine western y ardiente defensor del anticomunismo. ¿Alguna vez imaginaste cómo se cruzan estos dos mundos aparentemente opuestos? Prepárate para sumergirte en una trama digna de una película de intriga.

La fatalidad del 5 de marzo de 1953

Era un día como cualquier otro, aunque el destino de muchos estaba a punto de cambiar. Stalin moría a causa de una hemorragia cerebral, dejándonos no solo con un vacío en el escenario político soviético, sino también con una onda de misterio que se expandiría mucho más allá de su muerte. Y es que, cuando hablamos de la figura de Stalin, no solo se trata de un autoritarismo implacable; era un hombre que, como cualquier otra persona, disfrutaba de las pequeñas placeres de la vida, como una buena película… incluso si esa película tenía a John Wayne de protagonista.

Recuerdo la primera vez que vi una película con Wayne. Tenía unos diez años y mi papá estaba convencido de que un verdadero vaquero debía conocer a “El Duke”. Me senté en el sofá, un tazón de palomitas en la mano, y ahí estaba: un hombre más grande que la vida, con un sombrero de cowboy y una determinación ferrea. En ese momento, sin saberlo, me introducía en un mundo donde la política y el entretenimiento se entrelazaban de formas inesperadas.

John Wayne, el ícono del anticomunismo

Wayne no era solo un actor; era un símbolo de un ideal estadounidense que en muchos sentidos se manifestaba en su trabajo. Al no poder servir en el ejército por cuestiones de edad, se dedicó a promover el americanismo a través del cine, convirtiéndose en una de las principales voces de la lucha anticomunista en Hollywood. Su participación en la Asociación para la preservación de los ideales americanos reafirmó su postura, convirtiéndolo en un blanco ideal para quienes se oponían a tales ideales.

Imagínate a Stalin, en su despacho oscuro, rodeado de cortinas pesadas y humo de cigarrillo, viendo una película de Wayne con la expresión presidencial que todos imaginamos. «¿Qué hace este tipo hablando de libertad y democracia?», debió pensar. No es de extrañar que surgiera un plan, aunque macabro, para eliminar a un tipo que se había convertido en el símbolo de todo lo que Stalin despreciaba.

El insólito complot

La historia dice que el FBI logró descifrar un plan soviético para eliminar a Wayne. Este es el tipo de momentos que uno no puede evitar compartir con amigos en una reunión, con la mirada de incredulidad en sus rostros. ¿Quién está tras un actor de cine? Puede parecer ridículo, pero en un mundo donde las ideologías polarizaban a naciones enteras, nada era demasiado extraño.

Según la biografía de Wayne escrita por Michael Munn, fue el especialista Yakima Canutt quien relató cómo, en 1949, el FBI intervino para proteger al famoso actor. La trama era como una película de acción: los agentes planeaban una falsa ejecución en una playa, que acabaría convirtiendo a los soviéticos en «colaboradores americanas». ¿Te imaginas las escenas? Con un ambiente de tensión, los actores secundarios y un romance inesperado, sería un éxito en taquilla.

Fue Orson Welles, otro gigante del cine, quien corroboró esta historia, tras escucharla del cineasta soviético Sergei Gerasimov. Uno imagina a Welles, con su famosa voz profunda, contándola en una reunión de cineastas, mientras los demás escuchan con atención, a la vez risueños y asombrados por la locura de la trama.

Más que una anécdota: la experiencia personal de John Wayne

El actor no solo vivió un intento de asesinato por parte del estado soviético, sino que también enfrentó desafíos de carácter más personal. En 1953, mientras rodaba Hondo en México, Wayne fue objeto de un altercado con un grupo de comunistas locales. Aunque este evento no fue orquestado directamente por Stalin, la carga ideológica la estaba sintiendo en carne propia.

Es curioso cómo ciertos personajes de la historia pueden, sin querer, cruzar caminos de formas que parecen un guion. ¿No es un poco como en nuestras vidas, cuando nos encontramos con personas inesperadas que nos cambian para siempre?

La historia continúa

El plan de eliminar a John Wayne fue finalmente desmantelado cuando Nikita Kruschev, sucesor de Stalin, decidió cancelar la orden. Es casi poético y ciertamente curioso, ya que un simple cambio en el liderazgo soviético llevó a que todo ese complot quedara en el limbo. Este gesto, aunque indirecto, confirmado por la misma voz de la historia, nos recuerda que, a veces, las decisiones cruciales dependen de un solo individuo.

Este relato de Stalin y Wayne es más que una simple anécdota de la Guerra Fría. Es un recordatorio de que detrás de cada gran figura histórica, siempre hay historias humanas, sentimientos, y un poco de locura. Quizá deberíamos pensar en esto la próxima vez que veamos una de esas épicas películas de Hollywood.

Reflexiones finales sobre el poder del cine

Al final, ¿qué significa todo esto? ¿Es simplemente una historia más que puede contarse en un libro o una película? Para mí, es un recordatorio de que el cine tiene el poder de influir y desafiar ideologías, de cambiar vidas y, en ocasiones, incluso de salvarlas. John Wayne, al representar valores tan arraigados en la cultura estadounidense, se convierte en un blanco, pero también en un símbolo de resistencia.

Así que, la próxima vez que te sientes a ver una película western, recuerda que no solo estás disfrutando del entretenimiento. Estás participando en una narrativa más grande que abarca la lucha, la política, y, sobre todo, la naturaleza humana. Porque al final del día, cada uno de nosotros tiene una historia que contar y un papel que desempeñar, ya sea en la gran pantalla o en la vida cotidiana.

¿Quién sabía que un actor de cine pudiera convertirse en un foco de tensión internacional? Así es la vida, un espectáculo siempre lleno de sorpresas, y a nosotros nos toca disfrutar la función.