Desde siempre, Nicole Kidman ha sido una figura del cine con una impresionante carrera, llena de papeles que a menudo desafían las convenciones. Su relación con el sexo en la gran pantalla ha generado numerosas discusiones. Mientras otras actrices, como Sharon Stone y Demi Moore, se han visto atrapadas en una especie de corsé de estereotipos, Kidman ha navegado con destreza por este mar de sensualidad y desafío. Pero, con su nuevo trabajo en ‘Babygirl’, ¿seguirá siendo esta la tendencia o caerá en la trampa de lo superficial?
Nicole Kidman: Una musa intrigante
La primera vez que vi a Nicole Kidman en ‘Todo por un sueño’ (1995), no podía evitar sentir una mezcla de admiración y sorpresa. Para quienes no la conocieron en esa época, imaginen esto: una carta de recomendación donde su antiguo empleador la elogia como experta en sexo oral. ¡Vaya manera de presentarse! Este tipo de audacia es una huella que Kidman ha dejado clara a lo largo de su carrera.
Recuerdo que mis amigos y yo, sentados frente a la pantalla, intercambiamos miradas de incredulidad y asombro. «¿Hizo eso de verdad?», pregunté. Y es que lo hizo, con una aplomo que pocos podrían imitar. Kidman ha logrado mezclarse con el arte del cine de una manera que va más allá de lo físico, explorando la sensualidad con una mezcla de inteligencia y vulnerabilidad.
En películas como ‘Calma total’ (1989) y ‘Cold Mountain’ (2003), ella ha mostrado un lado erótico muy visceral. A veces, sus escenas eran tan intensas que dejaban a la audiencia preguntándose si realmente eran parte de una ficción o si estábamos siendo testigos de algo más íntimo, más personal.
El vistazo a ‘Babygirl’
Ahora, con ‘Babygirl’, donde Kidman tiene 57 años y se adentra en un drama erótico con tintes de BDSM, podríamos pensar que la actriz está explorando nuevos territorios, desterrando viejas etiquetas. Sin embargo, lo que sigue en la proyección no es exactamente lo que esperábamos.
El tráiler de ‘Babygirl’ fue como saludarse con un viejo amigo en una reunión de cine: un soplo de aire fresco, un regreso a las raíces del cine radical. Pero, cuando finalmente vi la película, fue un golpe a la realidad. ¿Acaso se suponía que fuera una vuelta a las locuras del cine erótico, o simplemente un tropezón en la senda del buen cine? La respuesta es, lamentablemente, como un chiste que no hace reír: terminamos con risas nerviosas.
De la innovación a la decepción
Lo que prometía ser un regreso triunfal resultó ser una parodia de lo que podría haberse convertido en un examen serio de la autoexploración femenina y los deseos reprimidos. Kidman, en su intento de contribuir a este relato, se encuentra ridiculizada. Una mujer madura y un joven mucho más joven se convierten en los protagonistas de un relato que, en vez de ser una exploración genuina, se siente como un intento fallido de imitar a sus predecesores como ‘Secretary’ (2002) o ‘Elle’ (2016).
La dirección de la holandesa Halina Reijn no logró capturar la esencia de lo que el cine erótico podría significar en esta era contemporánea. En lugar de abrumarnos con la belleza del deseo y el riesgo, ‘Babygirl’ se aletargó en un espacio que podría describirse más como pornografía barata, dejando a Kidman en un territorio que se siente menos como una exploración y más como una caricatura.
La sinfonía de lo incómodo
Me parece fascinante cómo la música puede hacer o deshacer una película. En ‘Babygirl’, las elecciones musicales parecían tan fuera de lugar que presagiaban lo que se avecinaba. La inclusión de una canción de George Michael, por ejemplo, fue un momento de puro cringe; ese tipo de situaciones en las que uno se hunde en su asiento. ¡Ay! ¿No pueden dejar que el cine respire sin estos clichés melodramáticos?
Cuando una película se siente obligada a pedir disculpas por su temática sexual, solo puede significar una cosa: está perdida. La confusión de los personajes sobre sus deseos y la que parece una evidente necesidad de justificar cada acción, desdibuja lo que podría haber sido una narrativa audaz e inquietante.
Parece que el mensaje final es que, incluso en el arte de la seducción, la corrección política se cuela en cada esquina. En 2024, uno esperaría que los personajes no disputaran sobre si las relaciones sexuales con dinámicas de poder son malas; la idea de que este “nuevo” discurso es suficiente para redimir una narrativa es, de hecho, un epitafio triste.
El legado de Nicole Kidman en el dilema del cine moderno
Podría pensarse que Kidman tiene un mapa claro sobre cómo navegar en su carrera; después de todo, es habitual encontrar a las actrices que arrancan papeles cuando pasan de una edad “relevante”. Pero aquí es donde la historia se vuelve más interesante. ¿Acaso Kidman se encuentra ahora en la encrucijada donde su sexualidad se torna un tema de ensayo más que un símbolo de empoderamiento?
La pregunta persiste: ¿qué significa ser una actriz erótica a los 57 años en un mundo que tiende a olvidar a sus protagonistas más festivos? Nos encontramos en un momento donde el regreso a lo visceral puede sentirse como un sueño olvidado. El cine erótico que una vez nos cautivó parece haberse convertido en una versión diluida de lo que proviene antes.
Lo irónico es que, mientras que Nicole Kidman es indiscutiblemente maravillosa, su luz parece desvanecerse ante una narrativa mal desarrollada. No basta con ser hermosa y talentosa. La hermosa imagen debe ir acompañada de un guion que respete su complejidad como protagonista.
Y aquí es donde aparece el inevitable dilema: ¿nos quedamos con el recuerdo de la fascinación que Kidman ha dejado en el cine, o nos aferramos a las memorias de lo que podría haber sido ‘Babygirl’? La realidad es que el legado de Kidman, lleno de sensualidad e intriga, sigue siendo poderoso, pero la película le hace un flaco favor.
Conclusión: El futuro del cine erótico
¿Está muerta la esperanza por un cine erótico que nos desafíe y nos haga pensar? ‘Babygirl’ tal vez haya caído en la trampa del arte fallido, pero el futuro siempre tiene nuevas oportunidades. La experiencia de Nicole Kidman en Hollywood ha sido una revelación constante sobre cómo el arte puede intersectar con la sensualidad.
Uno se encuentra en una encrucijada divertida: ¿debemos reírnos del fracaso o aprender de él? Entre risas y lágrimas, siempre podremos encontrar espacio para la reflexión. Kidman nos ha enseñado que ser vulnerable, atrevido y audaz no siempre es fácil, pero también es lo que hace que valga la pena regresar a la pantalla: su eterna provocación puede abrir puertas a conversaciones que parecen estar cerradas.
Esperamos que, en futuros proyectos, ella y otras actrices puedan encontrar la valentía de no solo ser vistas, sino de ser escuchadas. ¿Podríamos esperar de nuevo el resurgimiento del verdadero cine erótico que nos haga sentir, reír y, por qué no, recordar que lo bello puede también ser complejo?
La historia de Nicole Kidman continúa y, mientras tanto, ‘Babygirl’ queda como un recordatorio cómico y agridulce de que el arte, como el deseo, debe ser siempre una exploración y no una cloaca.