La ópera es un mundo fascinante, lleno de dramatismo, emociones y, a veces, ¡incluso de un poco de caos! Quien haya asistido a una representación en vivo sabrá lo que significa ese conmovedor momento antes de que se levante el telón. Todos-en silencio, en sus asientos- se preparan para ser transportados a un espacio donde la realidad se funde con la fantasía. Pero, ¿qué sucede cuando esa fantasía se encuentra con la cruda realidad? Aquí es donde entra en juego la historia de ‘Manon’, la obra maestra de Jules Massenet, que ha tenido que sortear más de un tropiezo para llegar a su estreno en el Palau de les Arts.

Un estreno atropellado: De la huelga a la pandemia

Honestamente, si alguna vez han estado involucrados en un proyecto que parece que tiene todo en contra, pueden identificarse con lo que ocurrió en 2020 con ‘Manon’. Originalmente, se planeó su estreno en la Opéra Bastille, pero como en un drama de Shakespeare, la realidad igualó la ficción. Primero llegó una huelga que complicó todo, y luego, como si el universo estuviera decidido a ponérselo más difícil, apareció el coronavirus. La representación se hizo sin público, como una especie de anticipo a una película de horror que no se sabe si acaba bien.

La verdad es que no hay nada más frustrante para un artista que trabajar con ahínco y no poder compartirlo con el mundo. A pesar de esto, ‘Manon’ encontró su camino. Su trama, aunque afectada por las circuntancias, renació como un brillante retrato de una mujer fatal en el sofisticado paisaje de los felices años veinte, un giro audaz que nos invita a cuestionar los estereotipos sobre el personaje.

Una heroína inesperada: Manon y su transformación

Manon, el personaje central, es representada en el nuevo contexto como una figura decidida que camina con decisión, con un look que parece salido directamente de una pasarela moderna. Imagínense a esta joven coqueteando con la magnificencia de su tiempo mientras recorre calles adornadas con la espléndida arquitectura modernista. Hay un sentido de independencia inesperada y un dramatismo en su andar que invita a los espectadores a preguntarse: ¿realmente conocíamos a Manon?

Por otro lado, su vida no es perfecta. Manon vive modestamente con Des Grieux, en lo que parece ser la trastienda de un museo, luchando contra el cliche de la «chica de ciudad» enfrentada a un horizonte repleto de lujo. La representación culmina en una fiesta con vestidos vibrantes que brillan con una falsa luminosidad, reflejando la superficialidad de su mundo. Sin lugar a dudas, esta reflexión contemporánea sobre Manon nos empuja a explorar el concepto de «feminidad» y «libertad».

La impactante interpretación de Lisette Oropesa

Una mención especial merece Lisette Oropesa, la soprano que ha llevado la voz de Manon a niveles apoteósicos. Imaginen el desafío de interpretar y revivir esta figura emblemática en tiempos modernos. Oropesa no sólo se adentra en la mente y el alma de Manon, sino que también nos ofrece una gama de emociones que son casi palpables. Su interpretación de “Je suis encore tout étourdie” es un verdadero espectáculo de ingenuidad y alegría, mientras que su lamento en “Adieu, notre petite table” es tan sensible que uno podría sentir el dolor de los personajes, como si fuera el propio.

¿Alguna vez han escuchado una melodía que simplemente les atrapa? Esa es la magia de la ópera. Oropesa no solo canta; ella da vida a Manon. Su agilidad vocal y capacidad para transmitir matices emocionales son tan esenciales que convierten la obra en experiencia casi transcendente.

James Gaffigan: El hombre detrás de la orquesta

Detrás de la impresionante soprano, encontramos a James Gaffigan, el director de la orquesta que orquesta toda esta maravilla. En 2022, ya había lidiado con el descalabro inicial, y ahora, en Valencia, se presenta con un ímpetu renovado. Su forma de liderar la orquesta es como una danza, un torrente sonoro que sigue la partitura de Massenet, aportando una fuerza arrolladora. Aquí hay un gran reto: ¿cómo se produce una versión de ‘Manon’ que sea a la vez robusta y honesta, mientras se evita caer en los clichés románticos? Gaffigan parece haber encontrado la respuesta. ¿Les gustaría escuchar esto bajo la dirección de un maestro?

Cuando lo hace, el público no solo escucha, ¡siente! La interpretación supera las idealizaciones de épocas pasadas, convirtiendo a ‘Manon’ en una obra que se desenvuelve con libertad, mostrando su esencia cruda sin las cortapisas de la exageración.

Un reparto que brilla: El poder de la coralidad

La magia de la ópera no se limita a la voz solitaria. Es un trabajo en grupo, un coro de vidas que se entrelazan. Junto a Oropesa se encuentra un reparto diverso y talentoso. El tenor Charles Castrono, en el papel de Des Grieux, aporta una fuerza fascinante, aunque su interpretación flaquea en algunos momentos; su voz parece luchar con la exigencia de la partitura.

El barítono Carles Pachon hace un gran trabajo defendiendo su papel, mientras que el bajo James Cresswell aporta una robustez notable en su representación. Esta variedad de voces enriquece la obra, y el Cor de la Generalitat Valenciana asegura que cada escena esté diseñada con un cuidado que maravilla. ¿Qué más se puede pedir?

Reflexiones finales: La resiliencia del arte

La historia de ‘Manon’ es un recordatorio de que el arte no solo sobreviene; se resiliente. Después de todas las adversidades que ha enfrentado, esta obra no solo sigue en pie, sino que ha encontrado una manera de resurgir con más fuerza.

Es evidente que el arte en todas sus formas tiene una capacidad infinita para sobreponerse a la adversidad. Mientras muchos se veían atrapados en los confines de sus casas durante la pandemia, la ópera continuaba evolucionando, reinventándose. Esto nos muestra que, en medio de la incertidumbre, siempre hay una luz que brilla a lo lejos, y a veces esa luz nace de las dificultades.

Así que, queridos lectores, la próxima vez que piensen en asistir a una función, recuerden: cada espectáculo es más que solo una representación; es un viaje que nos conecta a todos, un esfuerzo conjunto que vale la pena aplaudir, no solo por los artistas, sino por la propia esencia del arte y su capacidad de tocar nuestras almas. Y, con suerte, cuando se levante el telón, seremos los afortunados que estamos allí para verlo.