El mundo del arte muchas veces se siente como un rincón sagrado, lleno de ideas elevadas y conceptos complejos. Pero en medio de toda esta solemnidad surge una figura intrigante: Lélia Demoisy, una artista que decide romper con las convenciones y se sumerge en un universo donde la naturaleza es tanto su musa como su material. ¿Cómo? Transformando lo que podría parecer un simple trozo de madera en una poderosa declaración que nos recuerda que todos formamos parte de este inmenso ciclo de la vida.
Y, sí, este artículo será un viaje por los campos y bosques de Yvelines, el pequeño pueblecito donde Demoisy reside, a la vez que reflexionamos sobre el arte, la ecología y su propia interpretación de lo que significa ser «punk» en el mundo contemporáneo. Porque, seamos honestos, ¿quién no ha tenido alguna vez la necesidad de rebelarse contra lo establecido? ¡Vamos a sumergirnos en esta fascinante historia!
Un rincón perdido en Francia
Imagínate un lugar donde el tiempo parece haberse detenido: un pueblecito de casas de piedra, con una iglesia de campanario azul y un ambiente que invita a la contemplación. Así es Montainville, un rincón encantador en Île-de-France que alberga a unas 500 almas. La mayoría de la gente seguramente nunca ha oído hablar de él, pero para Lélia, es el escenario perfecto donde florece su creatividad.
Aquí, en su jardín personal, que parece sacado de un cuento de hadas, Lélia lleva a cabo su particular filosofía de vida, que no es ni más ni menos que dejar que la naturaleza siga su curso. «No quiero cambiarla; simplemente le doy espacio», dice. Y así es como comenzó su relación con las malas hierbas—esos pequeños rebeldes que se cuelan en nuestros jardines y, en lugar de ser considerados «malos», son vistos como guerreros en busca de su camino.
El punk filosófico: ¿arte o activismo?
Ahora bien, ¿qué significa realmente ser un «artista punk» en el siglo XXI? Para Demoisy, no es solo una cuestión de estética. Su visión se aleja de la típica narrativa de activismo ecológico que parece tan popular hoy en día. Más bien, se trata de una conexión genuina con la naturaleza que nos rodea. “No estoy aquí para culpabilizar a nadie por sus acciones o inacciones”, aclara. Su enfoque es más sobre existencia y conexión, en lugar de enfrentamientos y culpabilidades.
Al observar el mundo desde una perspectiva más profunda, se da cuenta de que todo está interconectado. Sus obras en ARCO, como L’étrainte—una escultura de siete árboles que se entrelazan—son manifestaciones de esa interconexión. «Como dos árboles que se comunican y ayudan entre sí a crecer», explica. Y en un mundo donde a menudo nos sentimos aislados, esta es una verdad que vale la pena recordar.
La experiencia ARCO: arte y naturaleza en el punto de mira
Este año, Lélia será una de las protagonistas en ARCO en el lounge de Ruinart, la maison de champagne más antigua de Francia. Aquí, no solo presentará su arte, sino que expandirá el concepto de lo que significa «exponer». Su bosque artificial, lleno de vida y naturaleza, promete convertir la feria de arte en una experiencia multisensorial.
La colaboración con Ruinart no es casualidad. A medida que la maison se embarca en una misión para renaturalizar sus viñedos, se alinea perfectamente con la visión de Demoisy. “Es todo sobre crear conciencia de la biodiversidad”, apunta, y, sinceramente, ¿quién no querría enriquecerse con una copa de champagne mientras se contemplan obras que promueven la conexión con la naturaleza?
De la tala a la transformación: las historias detrás de las maderas
Una de las características más fascinantes de Lélia es su relación con la madera. ¡Hablemos de eso! La artista no busca simplemente en los suministros artísticos convencionales. No, para ella, la vida es una enorme caja de sorpresas y se rodea de troncos caídos, ramas y otros restos de la naturaleza que han perdido su camino. “Algunas maderas llevan aquí seis años esperando a que las use», dice mientras sentencia que hasta ha abierto las puertas a la pintura—siempre y cuando la naturaleza lo permita.
Recuerdo una vez que encontré un viejo banco desgastado en un parque, y mientras lo miraba, empecé a preguntarme sobre las historias que podrían haber sido contadas sobre él. ¡Aunque claro, el banco no me lo podía confirmar! Pero a veces, las cosas más sencillas guardan las historias más complejas, y Demoisy lo sabe. Su enfoque con las maderas es una declaración de amor hacia la vida misma, y cada tronco es un testimonio de conexión, pérdida y, a veces, de tristeza.
El arte como medio para la conciencia climática
En una época donde muchas personas están despertando a la realidad del cambio climático, la obra de Lélia nos invita a cuestionarnos: ¿Qué estamos haciendo para reconectar con este mundo que nos alberga? “He visto que hay generaciones de artistas preocupándose por esta cuestión, pero a menudo siento que las nuevas generaciones están más centradas en el debate de identidad y género”, reflexiona Demoisy. Es una observación válida y desafiante.
Asimismo, en el marco de esta asombrosa relación entre arte y ecología, es esencial reconocer cómo la narrativa artística ha evolucionado. No se trata solo de ser un artista comprometido, sino de abrir diálogos sobre nuestra existencia. “El arte tiene el poder de hacernos reflexionar sobre nuestra relación con el mundo natural”, explica Lélia, mientras una chispa de pasión brilla en sus ojos.
Desviando la mirada: señalar la belleza que ya existe
Es común pensar en el arte como algo que necesita ser creado desde cero, pero notamos que Lélia tiene una perspectiva opuesta. “No creo en alterar drásticamente el paisaje, más bien creo que hay que señalar la magia que ya está ahí”, dice. En lugar de crear algo completamente nuevo, ella resalta y glorifica la belleza que ya existe en la naturaleza. ¿A poco no es un enfoque refrescante en un mundo obsesionado con la «nueva maravilla»?
La virtud de su trabajo radica en su capacidad para capturar la esencia de lo que nos rodea y, a través de ello, crear un espacio donde cada espectador puede reflexionar sobre su propia relación con el entorno. Londres tiene sus monumentos, París tiene su arte, pero Montainville tiene a Lélia y su magia.
Conclusiones: la naturaleza como arte y viceversa
A medida que nos adentramos más en la obra de Lélia Demoisy, es esencial que el arte no solo se vea como una forma de expresión, sino como un vehículo de conversación. A medida que se presenta en ARCO y en otras ferias europeas, su impacto será indudablemente profundo. “La idea es hacer que el arte y la naturaleza sean más salvajes y, por qué no, un poco más rebeldes”, concluye.
Así que, amable lector, la próxima vez que te detengas frente a una escultura o una obra de arte que parezca inusual, recuerda que podría haber una historia aterradora, conmovedora o mágica detrás de ella. Y si alguna vez te sientes un poco «punk» o desgastado, tal vez sea hora de arrojarte a la naturaleza y descubrir lo que realmente significa conectarse. Al final, todos somos parte de este boscoso cuento llamado vida. 🌲✨