Recuerdos de noches pasadas, el ruido de las copas chocando y las risas fluyendo como el vino en una buena mesa. ¿Hay algo mejor que disfrutar de la buena comida y la compañía en un bar tradicional? Es en este vibrante entorno que encontramos a Sergio Ochoa y Julián Lara, dos emprendedores que han convertido su pasión por la gastronomía en una serie de exitosos espacios en el barrio de Malasaña. En este artículo, exploraremos su historia, filosofía, y cómo han logrado sacarle el máximo partido a lo tradicional, mientras traen un aire fresco a la cultura de la taberna.

Un encuentro que cambió el rumbo

La historia de Sergio y Julián no es solo una crónica empresarial, es un relato de amistad y de sinergias que se entrelazan. Imagina una noche cualquiera en la que dos almas emprendedoras, un amante de la noche y un restaurador tradicional, se cruzan en un bar. Julián, en ese entonces, era el orgulloso propietario de El Cocinillas, un local conocido por su comida reconfortante, mientras que Sergio regentaba el popular Zombie Bar. Si me preguntan, no hay nada como esos encuentros que parecen predestinados, donde las ideas fluyen como un buen vino.

Así, tras algunas copas y muchas risas, decidieron dar un paso adelante y abrir un nuevo espacio: Corazón. Era un sueño de Julián, una coctelería que rápidamente se hizo un nombre, pero que desafortunadamente tuvo que cerrarse en medio de la pandemia. Pero, como en esas historias de películas inspiradoras, en cada cierre hay una nueva oportunidad.

La revolución de lo clásico: de la croqueta a la coctelería

A día de hoy, Sergio y Julián han cosechado un total de cuatro locales emblemáticos en Malasaña: Casa Macareno, Bodegas El Maño, Café Ruiz y su reciente aventura Casa Tabacos. Su éxito no solo radica en sus deliciosas cartas que incluyen clásicos como la croqueta de jamón, la ensaladilla, y los infaltables huevos rotos con gambones, sino también en su enfoque hacia los espacios que rescatan la esencia de lo que solía ser una taberna.

Casa Tabacos, por ejemplo, se ubica en lo que alguna vez fue una expendeduría de tabacos. “Tenía mucha personalidad”, cuenta Sergio. Y aunque suena a cliché que la decoración importa, ¡de verdad que lo hace! Aquellas baldosas hidráulicas tienen una magia especial que dan la bienvenida a los comensales con historia.

El poder de lo clásico en el paladar

Pero, ¡esperen! No se dejen engañar por la aparente simplicidad del menú. Estos chicos han sabido darle un toque innovador a los platos tradicionales. No se consideran pretenciosos y admiten que «no hemos inventado nada», pero ¿quién necesita reinventar la rueda cuando tienes la capacidad de hacer que una croqueta sepa exquisita?

Y es que hay algo magistral en ofrecer platos que te hacen sentir como en casa, pero con una ejecución que te hace sonreír. La burrata con gambones al ajillo, un plato que a primera vista podría parecer un sacrilegio para algunos, ganó el corazón de Julián y demostró que el amor por la gastronomía no tiene barreras. Imaginen la cara de su madre, una siciliana que, tras probar el plato, se rinde ante la combinación. “Es una mezcla loca que funciona”, dice Sergio con una risa que se contagia.

La corriente de gente: un espacio para todos

Los fines de semana, los locales de Sergio y Julián están abarrotados. “¡Es raro no volver a ver las mismas caras!”, exclama Julián, y no es que los clientes sean paracaidistas ocasionales. Aquí, los que llegan repiten; bien sea para tomar un vermú a la luz del día o una caña antes de irse a casa, el ambiente es acogedor y familiar.

“¡Pero cuántos claveles rojos pueden caber en una mesa!”, me pregunto, cuando veo esas flores adornando cada rincón. Este sencillo toque no es solo un detalle estético; representa el espíritu de comunidad de sus espacios. Gente de todas las edades, desde un niño curioso a un anciano contando historias, se fusionan en una atmósfera que invita al diálogo y la interacción. Si no me creen, vengan un sábado y prueben contarnos su experiencia; quizás sea el mejor relato que narre la magia del lugar.

Un enfoque en la excelencia y la variedad

Hablando de interacciones, el vino es de suma importancia en sus locales. Julián sabe que no puede haber una buena comida sin una buena bebida. “Los clásicos son geniales, pero hay que ofrecer más variedad”, dice. Y esto no se limita a las etiquetas de renombre. “Queremos vinos accesibles y ricos”, añade.

Además, incorporan productos locales como la cerveza artesanal Malasaña, que no solo apoya a la comunidad, sino que también hace que el brindis tenga un sabor más auténtico. ¡Y ni hablar de las conservas! Prometen que en su futura tabernita, serán las protagonistas indiscutibles.

Creando un espacio único: el diseño importa

La estética de sus locales no es casualidad. Sergio y Julián comparten un profundo amor por el diseño. En Casa Tabacos, han logrado crear un ambiente que combina lo acogedor con lo contemporáneo. “Las lámparas las hemos hecho nosotros mismos”, confiesa Julián, destacando esa pasión por el “hágalo usted mismo”. La personalización en la decoración da un aire único y genera cercanía con los clientes.

“Mientras me cuentan de sus planes de expansión y la vida del barrio, no puedo evitar hacer comparaciones sobre cómo a veces una simple iluminación puede cambiar la percepción de un espacio”, reflexiono.

Perspectivas futuras: la nueva taberna en el horizonte

Mientras observamos su trayectoria, quedamos intrigados por lo que vendrá. Un nuevo pequeño local en la misma calle está en sus planes. “Solo puedo avanzar que tendrá la barra más bonita de Malasaña”, dice Sergio, y la anticipación crece. ¿Cuántas veces no hemos deseado encontrar ese lugar perfecto para una cita o simplemente para tomarnos un tiempo a solas con nuestro pensamiento y una buena cerveza?

Con una atmósfera única, una mezcla de lo clásico y lo moderno, Sergio y Julián han demostrado que valorar las raíces de la gastronomía no es algo pasajero; más bien, es un camino repleto de posibilidades.

Reflexiones finales: el amor a lo clásico y la innovación

La historia de Sergio Ochoa y Julián Lara es el reflejo perfecto de cómo se puede rendir homenaje a la tradición y al mismo tiempo reinventar la experiencia gastronómica. Los espacios que han creado no son solo bares; son un hogar para muchos que encuentran en ellos un refugio, un lugar para desconectar del mundo exterior y dejarse llevar por las delicias que ofrecen.

Así que si alguna vez se encuentran en Malasaña y oyen el bullicio de risas y brindis, no duden en entrar. Una burrata con gambones, una caña de Malasaña, y el espíritu de comunidad les esperan. ¿Te atreves a descubrir lo que estas tabernas tienen reservadas para ti? ¡Quizás encuentres un nuevo lugar favorito!