Si hay algo que me divierte es la búsqueda incesante de la belleza en el arte, esa chispa que nos conecta con lo más profundo de nuestro ser humano. Pero, ¿saben qué me resulta realmente incomprensible? Que una obra tan sublime como Adriana Lecouvreur, del compositor italiano Francesco Cilea, no se haya representado en el emblemático Teatro Real de Madrid hasta ahora. La situación ha sido tan sorpresiva como intentar encontrar un café decente en una ciudad que presume de su cultura culinaria, pero donde el café es, sin duda, un punto olvidado.

Así que, cinco años después de mi primera visita al Teatro Real y con un mate en la mano, me aventuro a explicarte todo sobre esta ópera que llega a Madrid en un ambiente de expectativas y emociones muy intensas. Y no solo eso, sino que también quiero compartir muchas curiosidades alrededor de la soprano Ermonela Jaho, quien se convierte en el eje de esta narrativa operística.

La incomprensibilidad de Adriana

Joan Matabosch, el director artístico del Teatro Real, la ha calificado de “incomprensible”. ¿Te imaginas estar en su lugar? Administrar un lugar donde resuena la historia de la ópera y enfrentar una deuda histórica por una obra que, aunque no se presenta, está llena de resonancias. Adriana Lecouvreur, una actriz francesa del siglo XVIII, es tan fascinante como el mejor guion de una telenovela. Existen historias de amor, pasión y, por supuesto, una dosis de misterio en su trágica muerte. La obra, creada en 1902, ha tenido una historia prolífica, pero su llegada a Madrid tiene un sabor particular. El Teatro Real, por fin, salda lo que muchos consideraban una deuda y lo hace grande.

Un viaje emocional en el escenario: la voz de Ermonela Jaho

Aquí entra Ermonela Jaho, esa soprano albanesa que parece haber encontrado un pedacito de su alma en el personaje de Adriana. Si nunca has tenido la oportunidad de ver a esta mujer en acción, permíteme decirte que no solo canta; ¡ella encarna el personaje de tal forma que es como si estuvieras mirando a la mismísima Adriana resucitar! Ella ha comentado que cuando canta la muerte de Adriana, experimenta una conexión tan profunda que siente su cuerpo convertirse en hielo. Creo que todos podemos identificarnos con esos momentos donde te entregas por completo a la emoción, ya sea al ver una película, escuchar música o, en mi caso, llorar con un episodio de “Los Simpson”.

Ermonela habla con tal sinceridad del impacto emocional que esta ópera tiene sobre ella. Muchas veces he sentido que el arte puede ser un vehículo para la catarsis. En un ensayo, ella mencionó: “Es como si entrara en un estado de trance“. ¿No es majestuosamente mágico? Sentir el arte de esa manera no es fácil, y ella lo logra con cada función.

La conexión con el foso orquestal

La ópera es un universo de sensaciones y cada componente juega un papel fundamental. La compañía también incluye a destacados talentos como Brian Ladge, quien será Maurizio, y el barítono Nicola Alaimo como Michonnet. Pero el verdadero corazón de la orquesta es el maestro Nicola Luisotti, quien ayudará al público a transitar las intensas emociones que esta obra demanda. Si no has escuchado a Luisotti dirigir, te cuento que es como ver a un chef preparar un plato excepcional: cada movimiento es preciso y cuidado, revelando un mar de matices.

Ermonela describe esta conexión con el foso como un ejercicio de entrega total: “El escenario es el lugar donde más dichosa me siento”. Te hago una pregunta: ¿alguna vez has sentido que tu vida gira en torno a un propósito? Es esa visión que ella tiene del teatro, donde todo cobró sentido. Y, honestamente, creo que todos deberíamos encontrar un espacio en nuestra vida donde podamos vivir así.

Las emociones que desgastan

En una era como la nuestra, donde la inmediatez y la superficialidad parecen ser la norma, Ermonela nos recuerda que la ópera es un viaje emocional que no siempre está exento de desafíos. “Las funciones extremas me dejan exhausta”, confiesa. ¿Pueden imaginarse lo que debe ser estar en el escenario, cumulative emotional toll? Emociones densas y un público ansioso por ser transportados a otra época; un intercambio que sucede en un abrir y cerrar de ojos, pero que deja a los artistas en un estado vulnerable.

Hay algo de nobleza en su sinceridad. La idea de que, tras la aplaudida actuación, el artista se siente abatido, cansado o incluso “casi incapaz de caminar”. No es solo un trabajo; es una misión de vida. Es el tipo de entrega que pocos hacen, esas horas de preparación, esfuerzo y dolor personal. ¿Alguna vez has sentido que estabas dando todo de ti en algo, ya sea en el trabajo o en un proyecto personal? Esa conexión profunda es lo que hace del arte uno de los aspectos más humanos de nuestra existencia.

Adriana Lecouvreur: un espectáculo para los sentidos

Pongámonos cómodos: seré honesto contigo. Cuando escucho a Ermonela hablar sobre la música de la obra, y cómo la intensidad y el color de cada nota le afectan, no puedo evitar sonreír y recordar mi primera vez en un concierto de rock. La energía, los riffs de guitarra, la voz rasgada del cantante… hubo un momento donde todos los que estábamos allí nos convertimos en uno solo. ¿Te ha pasado algo así? Esa fusión de emociones es similar a lo que Ermonela siente en el escenario, y realmente, no hay palabras que puedan describir ese momento.

La obra de Cilea, aunque es menos conocida que otras del repertorio, promete un viaje lleno de matices. Vemos la vida de Adriana como un viaje en tren, donde cada parada es un momento emocionante o triste. Al final, simplemente seremos las estaciones en su trayecto. En el camino, la compañía de otros artistas se convierte en el apoyo necesario para transitar este viaje.

Un llamado a la conexión

Quizás, después de leer estas palabras, te sientas tentado a sumergirte en esta experiencia operística. Recuerda que cada representación de Adriana Lecouvreur en el Teatro Real es más que una simple actuación; es un encuentro de almas, un viaje hasta las profundidades del ser humano donde la música y la actuación se entrelazan. Las trece funciones en Madrid, que tendrán lugar del 2 al 11 de octubre, no solo destacan la obra en sí, sino que también nos recuerdan lo vital que es abrir nuestro corazón al arte en cada forma que se nos presenta.

Si echas un vistazo a las críticas y la emoción de quienes han tenido la oportunidad de experimentar esta obra, te puedes dar cuenta de que lo que se presenta no es solo un espectáculo, sino una experiencia que resuena en el alma. Y, ¿quién no necesita un poco de ese tipo de magia en sus vidas?

Al final del día, me gustaría cerrar este artículo con la invitación a que te acerques de manera honesta a tu propia experiencia con el arte, ya sea a través de la ópera, la música o la danza. La búsqueda de lo sublime es algo que todos compartimos y que nos hace humanos. Así que, si estás cerca de Madrid entre el 2 y el 11 de octubre, no dudes en asistir. Y aunque no me llames a mi puerta para compartir un mate, al menos recuerda que el arte es mejor cuando se comparte. ¡Nos vemos en el Teatro Real!