La música clásica ha tenido la increíble habilidad de transportarnos a mundos lejanos, evocar emociones profundas y, en ocasiones, hacernos reflexionar sobre la vida. Uno de esos maestros incontestables en el arte de contar historias a través de la música es, indiscutiblemente, J.S. Bach. ¿Quién no ha sentido escalofríos al escuchar una de sus cantatas? En este artículo, te llevaré a un recorrido por la cantata «Selig ist der Mann» BWV 57, y otras maravillas de su obra, compartiendo anécdotas, experiencias personales y, por supuesto, un toque de humor sutil que bien merece una pausa reflexiva en un mundo tan acelerado.

La obra maestra: Selig ist der Mann

La cantata «Selig ist der Mann» fue compuesta por Bach en el apogeo de su carrera, durante las celebraciones navideñas de 1725 a 1726. Pero no solo es una pieza musical; es un diálogo conmovedor entre el alma humana y Jesús, representado por la soprano y el bajo (barítono). ¡Tómate un momento para imaginarlo! La soprano canta con anhelo de redención, mientras el bajo ofrece consuelo y esperanza. Es como ver una película de drama, pero en formato musical.

Recuerdo una vez, durante un recital, escuché esta misma cantata interpretada por un grupo de amigos. Aunque olvidé un par de palabras de «Selig ist der Mann», en realidad era el poder emocional del canto lo que me dejó boquiabierto. Mi amigo Víctor Cruz nos dejó a todos con la boca abierta en las notas más altas, pero con una sorpresa: parecía que había decidido usar un vibrato adicional que no era precisamente lo que habíamos ensayado. ¿Quién necesita un micrófono cuando tienes amigos con tanto talento y un poco de humor en el escenario?

Un viaje a través de las emociones

Dentro de esta cantata, tuvimos el placer de escuchar a Manon Chauvin interpretando «Ich wünsche mir den Tod», que traducido al español es «Deseo la muerte». Y aunque el título sugiere que estamos ante un lamento desgarrador, su interpretación nos llevó a una experiencia notablemente en otra dirección, entre lo casi cómico y lo melodramático. A veces, me pregunto si Bach intentó provocar sonrisas escondidas entre sus notas tristes. ¿Quién necesita un arco de violín cuando puedes tocar las cuerdas de nuestra alma?

Sin embargo, hay que ser honestos: no fue del todo efectivo. Manon, con su hermoso timbre, trató de sacar a relucir esos profundos sentimientos, pero el aire de indolencia que trajo con su actuación dejó a muchos de nosotros preguntándonos si estábamos realmente en la penumbra de la tristeza o en medio de una actuación de comedia de enredos. Como un amigo mío dice, «A veces el arte es como los billones de euros; en términos de ejecución, ¡no siempre está en los números!»

La orquesta: un personaje también

Uno pensaría que la orquesta siempre debería estar impecable, ¿verdad? Pero la orquesta que acompañó esta cantata sorprendió por su sonido…¿opaco? Me vinieron a la mente los tiempos en los que yo mismo estaba en una orquesta escolar. Recuerdo un primer ensayo donde todos estábamos tan llenos de entusiasmo que no nos dimos cuenta de que tocábamos desafinados como si estuviéramos en una competencia de karaoke. Fue un desastre monumental, pero incluso en la desgracia, alguien siempre tiene el coraje de reírse.

Aquí, la orquesta parecía perder un poco el ritmo, y me pregunté si estaba aún bajo el influjo de un almuerzo demasiado pesado antes del ensayo. O tal vez el oboe de Jacobo Díaz decidió jugar una partida de «encuentra la afinación», porque una cosa es tocar juntos y otra muy distinta es tocar como si fuéramos un grupo de gatos peleando por una caja. La falta de ajuste en la orquesta nos llevó a un ritmo un tanto competente y casi desconocido a lo largo del programa.

Los detalles hacen la diferencia

Lo gracioso de este concierto fue que hasta el clavecinista, que normalmente brinda esos vibrantes acordes, decidió tomar un descanso. ¡Quién soy para juzgar! Pero la clavecín se había colocado de espaldas a la sala, lo que hizo que ni siquiera su propio sonido pudiera escuchar. Además, no ayuda que el pobre hombre haya optado por quitar la tapa, como si dijera «¡Qué tal, estimados oyentes! Espero que puedan escucharme a través de este maravilloso eco de mis notas perdidas.»

Sin embargo, cuando finalmente se presentaron las notas de Alejandro Casal junto a la violonchelista Mercedes Ruiz, todo pareció enmendarse. En los momentos donde sus instrumentos danzaban en perfecta armonía, uno casi podría sentir el aire de calma que necesitábamos en medio del caos sonoro. Como cuando finalmente encuentras ese par de calcetines que jurabas haber perdido: una victoria dulce en medio de la incertidumbre.

Pasando de lo trágico a lo cómico: el arte de la interpretación

Una de las más gratas sorpresas debemos otorgársela a los intérpretes, quienes con sus gestos y expresiones lograron comunicar lo inefable. Sebastián, en particular, mantuvo una coreografía gestual que parecía más una mezcla entre un conjuro y un intento de convencer a un público invisible de que entendiera los altos y bajos de las emociones humanas. En ocasiones, su expresión resultaba un tanto chistosa. Uno no podía evitar pensar: «Así que esto es lo que significa ‘expresar emociones’, ¡no puedo esperar para intentarlo en la próxima fiesta de cumpleaños!»

A veces me pregunto si yo pudiera dirigir un coro de esa manera. Imagina yo levantando las manos y moviéndome como un director de orquesta, mientras intento hacer que mis amigos canten las canciones de su infancia… ¡sólo para darles ansiedad y que tengan que buscar si el almuerzo está en su estómago o en sus gargantas! Su energía siempre es contagiosa, y todos tenemos un poco de ese «Espíritu de Bach» dentro de nosotros que nos anima a seguir adelante en nuestras propias interpretaciones y remolinos emocionales.

Conclusión: el legado de Bach y su relevancia actual

Ahora, reflexionando sobre lo anterior, ¿es posible obtener una visión más profunda de las emociones humanas a través del arte musical? La respuesta, si aún tienes un pequeño rinconcito de tu corazón reservado para Bach y sus contemporáneos, es un rotundo sí. Al final, su habilidad para entrelazar lo divino y lo humano, lo trágico y lo cómico sigue resonando en nuestro día a día.

Recuerda que la vida misma puede parecer una cantata: llena de altos y bajos, de risas y lágrimas, de amistades y competencia. En un mundo que a menudo parece estar atrapado en el caos, tomémonos un momento para apreciar la belleza que nos rodea, ya sea en la forma de una cantata de Bach o de una tarde con amigos en un bar desafinado. Cada experiencia, cada nota, es una contribución a la sinfonía maestra de la vida.

Con esto, te invito a que la próxima vez que escuches una cantata, dejes que las emociones fluyan y recuerda que somos todos parte de una única orquesta. Porque, al final del día, lo importante no es solo la canción, sino el viaje que compartimos juntos. ¡Salud por las cantatas y por la vida!