¿Alguna vez te has preguntado qué hay detrás de las puertas de las mansiones de las personalidades más influyentes del planeta? ¿Qué secretos guardan las fiestas donde la élite se mezcla? Bueno, hay un hombre que ha pasado más de cinco décadas respondiendo a esas preguntas a través de su lente: Jonathan Becker. Desde los salones dorados de Donald Trump hasta las fiestas de Vanity Fair, su trabajo ha capturado momentos que nos muestran la esencia y la humanidad de aquellos que, a menudo, parecen inalcanzables.

La trayectoria de un fotógrafo precursor

Jonathan Becker nació en Nueva York en 1954, y desde muy joven se sumergió en el mundo del arte y la fotografía. Su historia es un testimonio de la curiosidad y la determinación. “Estaba decidido a no ir a la universidad”, comparte con una sonrisa, como si aún recordara la presión de cumplir las expectativas de su académico padre. Así que, en lugar de perderse en libros, emprendió una aventura para capturar la vida en la calle. ¿Quién necesita estudios formales cuando tienes el ojo del artista?

A los 19 años, Becker empezó a fotografiar en el prestigioso restaurante Elaine’s, inmortalizando a figuras como Chevy Chase y John Belushi. Hay algo mágico en las primeras historias de vida, ¿no crees? Linkear tu pasión desde el principio da lugar a un viaje emocionante, y Johnathan no es la excepción. Cuando lo escuchas, se siente como si estuvieras hablando con un viejo amigo que ha vivido más de lo que sus años podrían sugerir.

Aprendizaje y maestría

Becker no solo capturaba imágenes; también aprendía. Se formó con George Tice en Parsons, y en Harvard, se sumergió en el surrealismo. “Mis amigos siempre han sido mayores que yo. La gente mayor es más interesante”, reflexiona. Lo que parece ser una anécdota más, resuena con cualquiera que haya sentido la maravilla de aprender de la experiencia.

De hecho, su amistad con el legendario fotógrafo húngaro Brassaï comenzó tras un ensayo que Becker escribió sobre él. Brassaï, impresionado por el trabajo de este joven, le escribió una carta de felicitación. ¡Imagínate recibir una misiva de tu ídolo a esa edad! Becker honró su legado al llenar la historia con sus propias imágenes conmovedoras.

La caza de momentos: un vistazo a la alta sociedad

Becker se convirtió rápidamente en el fotógrafo de citas, y su arte fue parte de las ciudades vibrantes de Nueva York y más allá. Su tiempo como fotógrafo para Vanity Fair lo llevó a retratar no solo a celebridades, sino también a figuras como Isabel Preysler, Mario Vargas Llosa y la duquesa de Alba. “Tenía un gran sentido del humor”, recuerda Becker sobre la duquesa. Quizás eso es lo que se necesita para moverse en estos círculos: una combinación de genialidad y un guiño a la vida.

Sin embargo, algunas de sus imágenes más icónicas provienen de eventos privados donde la intimidad y la opulencia se entrelazan. La atención al detalle en cada fiesta, la disposición para capturar momentos espontáneos, hacen que sus fotos sean narrativas visuales por derecho propio. ¿Puedes imaginar estar detrás de la lente en la fiesta de los Oscars y poder decir “he estado ahí”? Esa certeza de pertenencia y la oportunidad de escuchar las risas de gente que ha elegido ser lo que es, son regalos que Becker ha apreciado a lo largo de su carrera.

La celebración de la vulnerabilidad

A través de su nuevo libro, Lost Time, Becker reúne más de 200 retratos, ofreciendo al público una ventana a vidas que han estado en el centro de la historia cultural. El título, un guiño poético a Proust, evoca la idea de recordar y, al mismo tiempo, de perderse en el hilo de la vida. ¿Cuántas veces hemos sentido esa misma pérdida en nuestras propias vidas? La nostalgia de tiempos pasados nos toca a todos.

Al hablar sobre sus retratos, Becker resalta que la mayoría de las personas que ha fotografiado han sido consideradas “monstruos sagrados” de la cultura. Pero hay algo en su forma de ver el mundo que nos recuerda que, aunque tienen estatus, también son humanos, con historias complejas, fragilidades y sueños. No hay nada como ver a Madonna, Paul Simon o incluso a Fidel Castro, no como íconos, sino como personas con historias únicas.

Fotografías que cuentan historias

Lo fascinante de la fotografía de Becker es cómo no solo captura rostros, sino también la esencia de los momentos. ¿Alguna vez has tenido una conversación profunda con alguien famoso? Becker lo ha hecho, pero a través de su cámara, permitiéndole crear una conexión genuina en un mundo a menudo superficial.

“Tengo anécdotas sobre todos”, dice Becker con una risa. Es un gesto que refleja no solo su vasta experiencia, sino también la sinceridad que acompaña a esa experiencia. La bofetada del mundo del espectáculo puede ser implacable, pero su enfoque apasionado por la autenticidad crea un contraste notable.

Reflexiones sobre el presente

En su conversación sobre el estado actual de los medios y las redes sociales, Becker se muestra crítico. “Las revistas me siguen interesando”, dice, pero su desilusión se hace evidente. La forma en que Instagram ha transformado los medios visuales a menudo lo deja frustrado. En sus palabras, la falta de edición y la abundancia de “basura promocional” hacen que eche de menos lo que solía ser el arte de contar historias a través de imágenes cuidadosamente seleccionadas.

Ironícamente, reconoce las contradicciones de su propia relación con las redes sociales. A pesar de tener una cuenta en Instagram, su uso es limitado. “Estoy ahí como un voyeur, observando.” Es como un famoso comediante que dice que la vida en el escenario es brillante, pero tras bambalinas, no siempre es lo que parece.

La busca de lo auténtico

Para Becker, reflejar la realidad de las personas que fotografía va más allá de lo superficial. Habla sobre el poder que siente al estar frente a alguien como el rey Juan Carlos I. “Sientes que estás ante alguien que fue un monarca absoluto”, dice, recordando una reunión posterior a su abdicación. A veces, las figuras que llevan un peso histórico se ven casi más humanas a través de sus lentes, mostrando que incluso aquellos que parecen invulnerables son, en última instancia, personas complejas como tú y yo.

En sus reflexiones, no hay resentimiento ni desprecio por aquellos que podrían “cancelarlo” debido a sus errores pasados. En cambio, hay un sentido de comprensión hacia ellos. ¿Acaso no todos hemos cometido errores? La empatía que trae a la mesa rejuvenece su arte y lo hace relevante no solo para la élite, sino para todos nosotros.

Conclusión: El arte de la conexión

Jonathan Becker nos invita a mirar más allá de la fama y la fortuna. Su vida y su obra son un recordatorio de que cada retrato cuenta una historia, y que, en el fondo, todos estamos buscando la conexión, la autenticidad y el entendimiento. Al final, su trabajo solo resalta la alegría y la tristeza que compartimos como seres humanos.

Así que, la próxima vez que veas una de sus fotografías, no solo veas un retrato de un famoso, sino una narración rica y compleja de un momento en el tiempo, un comentario íntimo sobre la condición humana. Porque, al igual que su libro nos invita a recordar el tiempo perdido, nosotros también podemos encontrar valor en las sombras del pasado y los retratos que llenan el presente. ¿No es eso lo que todos anhelamos en algún punto de nuestras vidas?