Cuando uno piensa en los grandes maestros de la pintura, es inevitable que el nombre de Peter Paul Rubens resuene en nuestra mente, evocando imágenes de colores vibrantes y composiciones dinámicas. Actualmente, en la Sala 16A del Museo del Prado, se está llevando a cabo una exposición que nos transporta al mundo del pintor flamenco, un viaje que va más allá de la observación… ¡incluso involucra el sentido del olfato! Imagina que entras en una sala donde, en lugar del habitual perfume del museo, huele a trementina. Esta no es más que una parte de la experiencia sensorial que busca provocar la nueva exposición sobre Rubens. Pero, ¿realmente podemos apreciar a Rubens en toda su gloria sin entender el contexto en el que trabajaba? Vamos a desglosar esto juntos.

Rubens y su taller: una combinación explosiva de arte y negocio

¿Sabías que Rubens tenía un taller que contaba con más de 25 discípulos? Esto no solo lo convertía en un maestro excepcional, sino también en un verdadero empresario del arte. Al igual que hoy en día algunas celebridades tienen sus propias marcas, Rubens tenía su propia «fábrica de arte», produciendo alrededor de 1500 obras a lo largo de su carrera. Cien de ellas están ahora en el Museo del Prado, y tener la oportunidad de verlas en el contexto de su taller es, sin duda, uno de esos momentos de «yamir»—perdón, quise decir «jamón».

La exposición nos invita a considerar cómo se llevaba a cabo la producción artística en el siglo XVII. Cada obra que vemos fue el resultado de un sistema de trabajo meticuloso que incluía la colaboración de varios artistas. Miguel Falomir, el director del Prado, explica que «la labor necesaria para pintar un cuadro se dividía en fases que permitían que el maestro y sus ayudantes intercalasen su trabajo». Y lo cierto es que eso potenciaba la productividad del taller.

Esto me recuerda a cuando en la universidad teníamos que entregar un trabajo en grupo. Siempre había alguien que hacía la presentación brillante, mientras que otros solo ponían su nombre en la portada. Rubens probablemente tuvo sus propios “componentes” menos brillantes, pero fue el talento creativo de Rubens lo que hacía que el resultado final fuera espectacular.

La experiencia de ver una exposición como nunca antes

La exposición es breve pero intensa, una pequeña inmersión en la obra de Rubens que evoca no solo su talento artístico sino también sus ambiciones comerciales. Al entrar, te sientes como si estuvieras en el corazón del taller del maestro: pinceles, pinturas, sillas de época, todo dispuesto como si estuvieras a punto de ver nacer una nueva obra. Pero no solo eso, hay un sombrero de ala ancha que podría haber pertenecido al propio Rubens. ¿Quién no ha querido probarse un sombrero así y sentirse como un gran maestro de la pintura, aunque sea por un momento?

Y luego está el famoso retrato de Ana de Austria. ¿Te imaginas ser capaz de identificar cuál es la obra original de Rubens y cuál es una copia de su taller? Aquí es donde entra en juego el código QR que se ha dispuesto para los visitantes. Esta herramienta no solo hace que la experiencia de la exposición sea interactiva, sino que plantea una pregunta fundamental sobre la autenticidad en el arte. Y tú, ¿qué piensas? ¿El hecho de que una obra se haya producido en un taller resta valor a su autenticidad?

Un vistazo a las críticas de la época

Es interesante observar que, a lo largo de los años, la percepción de Rubens ha variado considerablemente. Alejandro Vergara, el conservador de la exposición, menciona que muchos críticos consideraban que la alta producción de su taller perjudicó su reputación. Tal cual como si tu profesor de arte te dijera que tus aciertos son menos importantes porque trabajaste en grupo. Por supuesto, este martes tenía su clase de arte… ¡mejor no me acuerdo!

Sin embargo, como apunta Vergara, también podríamos ver este fenómeno como parte de un sistema más amplio de producción artística de la época. De hecho, Rubens estaba haciendo lo que cualquier pintor ambicioso haría en su lugar. Y, si piensas en los grandes artistas contemporáneos y en cómo manejan su trabajo, Rubens podría ser considerado un pionero, un verdadero CEO del arte.

Rubens en el contexto artístico del siglo XVII

Rubens no solo fue influenciado por su entorno, sino que también cultivó relaciones con otros grandes artistas, como Diego Velázquez. La intersección de sus carreras es fascinante. Ambos compartían una profunda admiración por Tiziano, un pintor que, a su vez, había establecido un estándar muy alto. De hecho, ¿qué tan orgulloso estaría Tiziano al ver cómo sus seguidores estaban llevando la pintura a nuevas alturas?

La exposición permite a los visitantes explorar esta dinámica a través de obras que hasta ahora pueden haber permanecido en la sombra. No solo se trata de Rubens y Velázquez; es también la oportunidad de descubrir pintores menores que fueron esenciales para alimentar el mercado del arte de la época.

El efecto olfativo: un toque innovador

Una de las cosas que más me sorprendió de esta exposición fue el uso del olfato como parte de la experiencia. Por lo general, cuando pienso en un museo, mis sentidos se ven atraídos casi exclusivamente por la vista. Pero aquí, el aroma a trementina te envuelve. Esto plantea una reflexión sobre cómo los sentidos pueden influir en nuestra percepción del arte. Te hace sentir que estás en el mismo estudio donde Rubens creó sus obras. ¿No es genial pensar que en un momento determinado, la misma trementina envolvió su lienzo mientras su imaginación fluía?

Reflexiones finales sobre la exposición

Así que, después de recorrer esta muestra, he de decir que realmente he apreciado no solo la magnificencia de Rubens como artista, sino también la complejidad de su producción. Su historia es un recordatorio de que el arte no es solo un producto final, sino también un proceso lleno de colaboraciones, estrategias comerciales y, por supuesto, un poco de tragos de trementina.

La exposición estará disponible hasta el 16 de febrero, así que si tienes la oportunidad, ¡no dudes en visitarla! Recuerda, cada obra tiene una historia que contar, y siempre hay espacio para entender y apreciar la conexión entre arte y contexto. ¿Quién sabe? Tal vez termines descubriendo que eres un Rubens en potencia en tu propio «taller» artístico. 😉