Cuando pensamos en desastres naturales, a menudo nos vienen a la mente imágenes dantescas de caos, destrucción y, por desgracia, el dolor que conllevan. Uno de esos eventos cataclísmicos que marcó un antes y un después en la historia de Europa ocurrió el 1 de noviembre de 1755, en Lisboa, Portugal. Un terremoto de magnitud devastadora, seguido de un maremoto y grandes incendios, transformó la capital portuguesa de tal forma que la historia nunca volvería a ser la misma. Pero más allá de las estadísticas sombrías y las tragedias humanas, este evento también impulsó la ciencia de la sismología y una nueva aproximación a la ingeniería en una época en la que la Ilustración comenzaba a florecer. Así que, acompáñame en este viaje por los ecos de aquel oscuro día y su impacto duradero.

una mañana fatídica en lisboa

Imagínate por un momento cómo era Lisboa en el siglo XVIII. La ciudad, con su aire bohemio, sus calles adoquinadas y aquel bullicio que solo las grandes urbes pueden ofrecer, estaba viva con el espíritu de la época. El 1 de noviembre de 1755, sin embargo, el ambiente era diferente. La gente se preparaba para el Día de Todos los Santos, y las iglesias estaban repletas de feligreses encendiendo velas en memoria de sus seres queridos. Como si el destino tuviera un humorete macabro, en medio de esta atmósfera de recogimiento y fe, la tierra comenzó a temblar.

A las 9:30 de la mañana, un estruendo ensordecedor llenó el aire. Para un observador casual en la iglesia, como el reverendo inglés Charles Davy, aquel ruido era “parecido al estruendo lejano y hueco de un trueno”. Pero pronto se dio cuenta de que no eran meros carruajes atraviesando las calles. Era el terremoto que cambiaría para siempre la historia de Lisboa. En cuestión de minutos, la ciudad, que en ese momento tenía entre 200,000 y 300,000 habitantes, estaba sumida en el caos.

el desastre en cifras

Las cifras que rodean la catástrofe son escalofriantes. Las estimaciones sobre el número de muertos fluctúan entre 10,000 y 90,000. ¿Cómo es posible que un solo evento natural pueda provocar tanta pérdida humana? Hay quienes hasta llegaron a afirmar que se había llevado por delante «tres cuartas partes» de la ciudad. De repente, las celebraciones se tornaron en luto y desesperación.

El terremoto fue seguido de un maremoto que alcanzó olas de entre seis y nueve metros, inundando partes de Lisboa y dejando aún más desolación a su paso. Y como si eso no fuera suficiente, el desastre también trajo consigo incendios que se prolongaron durante más de una semana. Como lo describió Davy, “parecía que toda la ciudad resplandecía”. ¡Es como una película de terror, y no, no estoy hablando de cualquier slasher adolescente!

una reacción conmovedora

Imagina que eres uno de los supervivientes de aquella mañana. Mientras el suelo tiembla y las estructuras a tu alrededor colapsan, empiezas a correr hacia la Plaza del Comercio junto al Tajo, un lugar que en ese momento se convierte en un refugio de esperanza. Allí te encuentras con otros lisboetas, clamando juntos al cielo y buscando respuestas a tu tragedia. En medio del horror, la humanidad brilla con fuerza. ¿Cuántas veces hemos visto esto repetirse en la historia? Desastres que muestran tanto lo peor como lo mejor de nosotros.

Es ahí donde el comerciante inglés Braddick se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. La segunda sacudida del terremoto llegó mientras los habitantes de Lisboa intentaban encontrar refugio, causando aún más destrucción: «completó la ruina» de lo que ya había sido dañado, dijo. Un desastre en tres actos, si se quiere.

el legado científico del terremoto

Mientras que las imágenes del desastre son impactantes, no podemos ignorar que este evento también dejó lecciones invaluable en el ámbito de la ciencia. Antes de 1755, la sismología era una disciplina básica, pero la tragedia catapultó el interés en el estudio de los terremotos. Desde que ese día las campanas de todas las iglesias de Lisboa dejaron de sonar, la investigación sobre estos fenómenos empezó a tomar un rumbo nuevo.

Voltaire, en su famosa obra “Cándido”, reflexionó sobre la tragedia que había arrasado la ciudad y la capacidad humana para recuperarse. Los filósofos de la época, como Kant y Rousseau, también abordaron el tema del desastre y sus efectos en la conciencia social. Fue en este contexto que la elegancia del pensamiento crítico comenzó a florecer, desafiando las viejas creencias sobre la Providencia.

¿Cuánto hemos aprendido desde entonces? Te sorprendería saber que la sismología moderna, tal como la conocemos hoy, se considera que dio sus primeros pasos a raíz del terremoto de Lisboa. La necesidad de comprensión llevó a nuevas investigaciones y, eventualmente, al desarrollo de tecnologías antisísmicas más eficaces.

la reconstrucción de lisboa: un nuevo amanecer

Lisboa no se quedó atrapada en el pasado. El Marqués de Pombal, Sebastião José de Carvalho e Melo, se convirtió en la figura clave para la reconstrucción de la ciudad. Con un enfoque pragmático, como buen ilustrado, sugirió “rescatar a los vivos y enterrar a los muertos”. La ciudad necesitaba ser rescatada del caos y, como resultado, se levantaron nuevos edificios pensados para resistir futuros terremotos.

Además, se trazaron calles más anchas y se crearon normas de construcción que sentaron las bases de la ingeniería antisísmica. De esa forma, Lisboa se reconstruyó con un nuevo sistema urbanístico que incorporaba elementos que potenciaban la seguridad. La tragedia dejó su huella, pero gracias a la determinación de los sobrevivientes y los líderes de la época, la ciudad renació como un fénix. ¡Y con un espíritu aún más fuerte!

el impacto en la cultura y el pensamiento

La tragedia de 1755 llegó a ser un tema candente de discusión entre las mentes más brillantes de la época. Este evento natural no solo provocó cambios en la estructura física de la ciudad, sino que también impulsó una reflexión profunda sobre el lugar del ser humano en el universo y su papel ante la adversidad.

La pregunta que iluminó los debates de los filósofos fue: “¿Es el hombre realmente capaz de controlar su destino frente a las fuerzas de la naturaleza?”. La desgracia de Lisboa llevó a muchos a cuestionar las nociones de optimismo y determinismo que dominaban el pensamiento de la época. La noción de que “todo sucede por una razón” fue puesta a prueba.

Es realmente interesante pensar en cómo la narrativa de nuestra vida está plagada de desastres y recuperaciones. Después de todo, ¿quién no ha experimentado su terremoto personal? Aquellos momentos en que el suelo se tambalea bajo nuestros pies y desearíamos encontrar un refugio seguro, solo para darnos cuenta de que la reconstrucción está en nuestras manos.

reflexiones finales: la lección del temblor

Así que, cuando hoy se habla de terremotos y desastres naturales, es fácil caer en la desesperanza. Pero la historia de Lisboa nos enseña que cada catástrofe, por dolorosa que sea, puede estar oculta un camino hacia la rebirth. La ciudad supo levantarse de sus escombros y, con el tiempo, se convirtió en un ícono del valor humano y la resiliencia.

¿Cómo no ver esto comparado con nuestros propios desafíos? A veces, los temblores en nuestras vidas son oportunidades disfrazadas que nos empujan a reinventarnos. Vivimos en un mundo lleno de incertidumbres, y es importante recordar que, aun en los momentos más oscuros, hay luz al final del túnel.

Así que, la próxima vez que el suelo tiemble bajo tus pies, piensa en Lisboa. Quizás ese sea el momento para buscar refugio, sacar fuerzas y encontrar la manera de reconstruir. Porque al final del día, como dice el refrán, “lo que no nos mata nos hace más fuertes”, incluso si, a veces, necesitamos un pequeño sismo para recordarlo.