En el complicado tablero geopolítico del siglo XXI, las desigualdades y las injusticias emergen no solo en caminos y colisiones entre países, sino también en nuestras percepciones como sociedad. Así que hoy, quiero invitarte a reflexionar conmigo sobre un tema delicado, pero esencial: ¿por qué somos tan comprensivos con Marruecos y tan implacables con Israel? En este recorrido, exploraremos la historia, la política, nuestras emociones y quizás un par de anécdotas personales que arrojarán luz sobre esta incomprensible ambivalencia.
Comprensión vs. Implacabilidad: la balanza del juicio
Primero, empecemos con una pregunta retórica que nos puede resultar familiar: ¿por qué juzgamos a unos con una vara distinta que a otros? Es como observar a un niño pequeño con una galleta que se escapa: hay ese impulso de empatía cuando el niño es el que llora, pero cuando se trata de algún adulto haciendo trampa, ¿dónde queda nuestra gracia?
Lo mismo sucede en el contexto internacional. Cuando se habla de Marruecos, esas olas de comprensión parecen inundar nuestras mentes, pero al mencionar a Israel, la crítica se desata como una tormenta. La historia nos mostra que el conflicto entre Israel y Palestina ha sido un tema candente durante las últimas décadas, mientras que la cuestión del Sáhara Occidental ha estado en un limbo semiamnésico en la conciencia internacional. Pero, ¿realmente sabemos por qué? ¿Son estas respuestas inherentes a las tragedias humanas involucradas, o están enraizadas en nuestras propias vivencias y prejuicios?
Marruecos y su narrativa
El Sáhara Occidental es un tema que a menudo se encuentra en la periferia de nuestra atención. Desde la retirada española en 1975, el pueblo saharaui ha estado atrapado en una lucha por su independencia y auto-determinación. Sin embargo, cuando hablamos de Marruecos, las narrativas tienden a enfocarse en su cultura vibrante, su gastronomía, y hasta en sus increíbles paisajes.
Recuerdo una vez, durante un viaje en el que me perdí en las medinas de Marrakech, un amable vendedor de especias me ofreció una taza de té. Nos sentamos en su pequeña tienda, una colorida cueva de aromas y colores. Compartimos risas y supe de las alegrías y quejas de su vida cotidiana. En ese instante, no podía evitar sentir que la complejidad del conflicto saharaui se desvanecía ante la calidez de la interacción humana. Pero, ¿debería permitir que este encuentro personal influya en la forma en que percibo la política de un estado?
Esta es una cuestión que todos deberíamos examinar. A veces, la conexión personal puede atenuar nuestras críticas. Por lo tanto, podríamos preguntarnos: ¿estamos siendo justos en nuestra evaluación de Marruecos?
Israel: un paisaje de conflicto
Hablemos ahora de Israel. Un país que nos presenta un laberinto de violencia, sufrimiento y diplomacia. Las historias de esta nación están llenas de aspiraciones, éxitos tecnológicos, pero también de una historia marcada por el conflicto con los palestinos. La narrativa de Israel es diferente; frecuentemente nos llega envuelta en tragedia.
Recientemente, tuve una conversación con un amigo que trabajó en una ONG en Jerusalén. Su relato de la vida cotidiana en la Franja de Gaza y Cisjordania estaba lleno de imágenes desgarradoras. Al mismo tiempo, hablaba de la humanidad en medio del caos—un deseo ferviente de paz, de vida, de corresponsabilidad. Sin embargo, cuando se menciona el conflicto, emergen posturas más rígidas, como si se tratara de un eterno juego de ajedrez donde nadie quiere ser el que se rinde.
Precisamente aquí surge el dilema: ¿por qué la ironía de la tragedia en Israel parece que nos despierta una crítica más aguda y a menudo inflexible mientras que con Marruecos, el mismo nivel de injusticia parece que se diluye?
Factores políticos y mediáticos
Para entender esta dinámica, debemos considerar el papel de los medios de comunicación y de la política internacional. La cobertura mediática sobre Marruecos tiende a centrarse más en el turismo o la cultura, mientras que el enfoque sobre Israel a menudo subraya la violencia y el conflicto.
¿Alguna vez has notado cómo ciertos eventos son cubiertos con un enfoque particular que puede cambiar la forma en que la audiencia percibe la realidad? Recuerdo un evento que se viralizó en redes sociales: un animal salvaje en Marruecos que interrumpió un paseo turístico (nunca subestimes el encanto de un burro en la medina). La viralidad del video desvió la atención de conflictos graves en el país.
La percepción de la justicia selectiva
¿Estamos, por tanto, enfrentando una justicia selectiva? Las percepciones colectivas, los mitos, nuestros propios sesgos; todos estos factores moldean la forma en que juzgamos a Marruecos y a Israel. A veces, se siente como un juego de cartas en función de quién tiene más «trump cards» en la vida pública.
El setting internacional en el que estos eventos ocurren también tiene su peso. Por un lado, Marruecos es visto como un aliado clave en la región, mientras que Israel enfrenta una creciente oposición. La geoestrategia juega un papel importante en cómo interpretamos estos conflictos. Si tú fueras un líder político, ¿preferirías asociarte con un país que te da resonancia cultural, o con uno que te brinda más controversia?
La responsabilidad del diálogo
Ahora, al hablar de diálogo, recabamos responsabilidad. A medida que navegamos por estos terrenos, es esencial ser honestos en nuestras discusiones. Hablar de injusticias, de sufrimiento, no debería ser un ejercicio de selección personal. ¿Cuántas veces hemos guardado silencio ante situaciones de injusticia, simplemente porque no nos afectan personalmente?
La verdad es que ambos conflictos poseen elementos que claman por justicia. La empatía debe llevarnos a apreciar el sufrimiento de las víctimas en cualquier contexto, ya sea en Marruecos o en Israel. Aquí es donde nuestras historias y nuestras voces cuentan; pueden marcar la diferencia en la forma en que percibimos y discutimos conflictos.
Reflexiones finales: el poder de la empatía
Así que, al final del día, volver a nuestras emociones y asomarnos a nuestras motivaciones es clave. Empecemos por preguntarnos no solo “¿quién tiene razón?” sino “¿cuál es el costo humano de estas decisiones?” La historia es compleja, y solo cuando nos permitimos entrar en la confusión y el dolor del otro ser humano, podremos encontrar un camino hacia la comprensión.
Cierro este artículo con una invitación a la reflexión. Ya sea que estés preparando un té con especias marroquíes o deleitándote con un kibbeh israelí, recordemos que todos somos parte de esta intrincada red de justicia e injusticia. La próxima vez que observes un evento noticioso, intenta mirar más allá de la superficie y recuerda las historias humanas que hacen que esos cuentos resuenen. ¿De verdad somos tan diferentes, o solo miramos a través de diferentes lentes?