La política comercial de Donald Trump nunca ha sido de las más tranquilas. Desde la Casa Blanca, el ex presidente estadounidense ha movido los hilos de las relaciones comerciales de manera que incluso el más pintoresco de los telenovelas parecería un documental sobre la vida de las babosas. Pero esta última vuelta de tuerca en las tensiones comerciales entre Estados Unidos y Canadá está haciendo que hasta los más desinteresados en la materia se pregunten: ¿qué sigue?
Una guerra arancelaria en curso
El pasado 4 de marzo, Trump anunció un aumento de aranceles del 25% sobre el acero y aluminio que ingresa a su país desde Canadá, justificando que esto era una reacción ante un incremento en los precios de la electricidad exportada desde Ontario a EE.UU. Es como si le dijera a su vecino: «Si subes el volumen de tu música, yo también lo haré, pero de una forma que te duela en el bolsillo». ¿Quién podría esperar menos de un hombre que ha decidido resolver todos sus problemas con tweets y aranceles?
Pero claro, no solo se detienen ahí sus razones: el ex presidente también ha indicado que la política agrícola canadiense es perjudicial para los productores estadounidenses, y ha insinuado que el tráfico de fentanilo desde Canadá está fuera de control. Si uno toma un segundo para reflexionar, se podrían preguntar: ¿estamos asistiendo a un juego de dominó donde cada ficha cae con más fuerza que la anterior?
El impacto en la economía
La decisión de Trump generó en cuestión de horas reacciones tanto al norte como al sur de la frontera. Desde Canadá, el primer ministro provincial de Ontario, en un giro inesperado digno de una película de acción, decidió suspender la sobretasa del 25% a la electricidad exportada a EE.UU. Y aquí es donde las cosas se ponen interesantes: Trump, tras este giro, se mostró dispuesto a reconsiderar la duplicación de los aranceles propuestos sobre acero y aluminio. ¿Está Trump jugando al fútbol mientras el resto del mundo juega al ajedrez? Tal vez.
Mercado en picada
Como todo en la vida, los cambios en la política han repercutido de inmediato en los mercados; el índice S&P 500 sufrió una caída del 2.7%. Justo cuando pensabas que la montaña rusa del mercado había llegado a la cima, aquí estamos otra vez, bajando sin un paracaídas. La incertidumbre generada ha hecho eco entre economistas, quienes advierten que el enfoque de aranceles podría llevar a la economía estadounidense hacia una recesión. Como diría un amigo mío que siempre tiene razón cuando pronostica tormentas: “Mejor prepárate para lo peor”.
Los analistas alzan la voz
Larry Summers, exsecretario del Tesoro, no tiene filtro a la hora de expresar su preocupación, afirmando que —con todo este juego— estamos atrapados entre “el miedo a la inflación y el riesgo de una recesión”. La verdad es que el futuro luce tan incierto como el pronóstico del clima en abril, y todos sabemos que de eso el clima nunca se ha equivocado… al menos no tanto.
Una relación desgastada
Desde que Trump asumió el cargo, las relaciones con Canadá han oscilado entre lo amistoso y lo desafiante, pero quizás su última sugestión de que Canadá debería convertirse en el estado número 51 no solo fue grosera, fue un insulto a la pintura de pelaje que lleva el país. ¿Realmente creía que esto le haría ganar amigos? La respuesta, al parecer, es un rotundo “no”. Justin Trudeau no tardó en responder, calificando las palabras de Trump como “completamente inaceptables”.
Cuando eres presidente de Estados Unidos, te imaginas que, por defecto, el respeto debería ser parte del trato. Pero aquí estamos, al borde de una guerra comercial, más parecido a un partido de rugby que a una negociación diplomática.
La perspectiva canadiense
Desde el lado canadiense, las reacciones son escalofriantes. El gobierno está considerando represalias comerciales que podrían incluir restricciones a la exportación de materias primas vitales para la industria estadounidense. Y ahí es cuando se siente el verdadero peso de la situación: si Canadá decide apretar el botón del pánico, ¿qué sucederá con el mercado estadounidense? ¡Ver para creer!
Humor y resiliencia
A pesar de la gravedad de la situación, la resiliencia y el sentido del humor son ingredientes clave en cualquier crisis. ¿Recuerdas cuando Trump se llevó una palangana de agua cuando hablaban sobre la crisis del agua en Flint, Michigan? A veces, la risa es la única respuesta ante lo absurdo.
¿Qué viene después?
Mientras la Casa Blanca intenta calmar a los mercados resaltando los posibles beneficios de sus políticas arancelarias, mencionando que empresas como Honda, Volkswagen y Volvo están considerando expandir sus operaciones en EE.UU., uno no puede evitar preguntarse: ¿es esto realmente un signo de que todo está bajo control, o simplemente un intento de mantener la calma antes de la tormenta?
La política comercial de Trump sugiere que podría esperarse más incertidumbre en los próximos meses, con posibles nuevos aranceles sobre productos manufacturados. ¿Es posible que, en este ajedrez político, Canadá tenga un as bajo la manga? O quizás se encuentre en una trampa donde los peones están a merced de la reina.
La voz de la economía
Los analistas de Goldman Sachs han señalado ya una reducción de la proyección de crecimiento económico de EE.UU., del 2.2% al 1.7%, y aumentaron hasta el 20% la probabilidad de una recesión. ¿No es algo que debería mantener a todos despiertos por la noche?
Trump, por supuesto, se mantiene firme en su postura, asegurando que todo sacrificio es temporal y que a la larga esto traerá riqueza de vuelta a América. Sin embargo, uno tiene que preguntarse: ¿de qué riqueza estamos hablando exactamente?
Reflexión final: el inicio de una nueva era
Al final del día, la relación entre EE.UU. y Canadá es un recordatorio de que los conflictos económicos no solo afectan a los grandes líderes, sino también a las pequeñas empresas, a los individuos y, en última instancia, a nuestras vidas diarias. En este juego de ajedrez donde los peones sienten el peso del mundo en sus hombros, todos debemos recordar que la empatía y la colaboración pueden ser más poderosas que una decisión arbitraria.
Como dice un viejo adagio: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Si logramos ver más allá de las políticas de aranceles y de las grandilocuentes proclamaciones, quizás en lugar de un conflicto encontraríamos una oportunidad para aprender y crecer. La piel dura, la resiliencia y el sentido del humor siempre serán nuestras mejores armas en tiempos difíciles.
Y tú, ¿qué opinas? ¿Estamos realmente viendo el final de esto, o esta es solo una pausa en un largo y tumultuoso camino hacia la reconciliación comercial?