La vida nos sorprende con incontables desafíos y, a menudo, son los momentos difíciles los que nos enseñan las lecciones más valiosas. Hace poco, en una rueda de prensa que hizo Juan Roig, presidente de Mercadona, el empresario se enfrentó a sus emociones al hablar sobre el desastre ocasionado por la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) en Valencia. No se trató solo de cifras, sino de historias de vidas afectadas, de pérdidas irreparables y de la rapidez con la que se podía responder ante el caos. Pero, seamos honestos, ¿quién no ha sentido que puede llorar y reír al mismo tiempo?

La DANA y sus estragos: un «recordatorio» brutal

Cuando el agua desbordó los cauces y la ciudad se convirtió en un mar de desolación, el presidente de Mercadona recordó días que no esperaban volver a vivir. «Nos sentimos desamparados durante cuatro días», declaró, con el rostro marcado por la preocupación y la tristeza. ¿Quién de nosotros no ha sentido esa desolación al enfrentarse a una tragedia inesperada? Es en esos momentos que la empatía nos une como humanidad, sin importar si eres un empresario o simplemente un ciudadano.

El hecho de que Juan Roig, un hombre que lidera una de las cadenas de supermercado más grandes de España, se emocionara públicamente, nos recuerda lo vulnerable que todos somos. Después de todo, las cifras pueden ser frías y a menudo nos olvidamos de que detrás de cada número hay una historia humana. Así que la próxima vez que veas un informe financiero, recuerda que esas cifras pueden comenzar con lágrimas.

La respuesta de las administraciones: ¿falló el sistema?

El análisis de la respuesta gubernamental tras la catástrofe fue implacable. “Fallaron todas las administraciones”, dijo Roig, señalando la falta de agilidad en la respuesta. ¡Vaya sorpresa! Es común que en los momentos de crisis, los engranajes del sistema tarden más en reaccionar de lo que quisiéramos. Piensa en aquellos días llenos de reportes al estilo “código rojo” en los trabajos, cuando, para alguna reunión importante, todo el mundo llega tarde. ¿Fue una catástrofe natural descomunal? Por supuesto. Pero también nos deja preguntas como: ¿por qué no estábamos preparados para ello?

A pesar de la seriedad, no pude evitar sentir una pequeña risa amarga cuando Roig, en medio de la tristeza, dijo: «Lo único que hacen es pelearse entre las diferentes administraciones». Es algo que hemos visto tantas veces en la política que suena como un sketch de comedia. No obstante, dentro de esa broma, hay una verdad profunda: la falta de coordinación puede tener resultados devastadores.

La reconstrucción: una lección de solidaridad

Entre la tragedia y la respuesta tardía del gobierno, destacaron los gestos de solidaridad. Juan Roig habló sobre la ayuda que su familia había aportado: 108 millones de euros en contribuciones directas para la reconstrucción de los 21 supermercados afectados. ¡Eso es dedicación! En lugar de quedarse parados, decidieron actuar y contribuir al renacer de la comunidad. En esos momentos, la resiliencia se convierte en la respuesta más poderosa.

Recordé cuando mi comunidad enfrentó una crisis similar años atrás. Las tiendas locales se unieron para proporcionar alimentos y recursos a los afectados. Aunque la necesidad era inmensa, el sentido de comunidad se sintió más fuerte que nunca. Eran los pequeños casos de solidaridad humana lo que nos permitió no solo recuperarnos sino también forjar lazos más fuertes entre nosotros. ¿No es esa la auténtica fuerza de la humanidad?

El «yo no sé» de roig sobre la recesión

Cuando le preguntaron sobre la posibilidad de una recesión global, Roig, con su característico humor, expresó: “No tengo ni zorra idea”. Y, en un mundo donde los economistas hacen previsiones que a menudo parecen más acertadas con un dado que con una calculadora, ¿quién podría culparlo?

Es un recordatorio refrescante de que incluso aquellos en la cima del mundo empresarial no tienen todas las respuestas. A veces es mejor aceptar la incertidumbre y adaptarse a los cambios. Después de todo, ¿qué es la vida si no una serie de decisiones inexactas tomadas en la búsqueda de lo mejor?

La importancia de aprender de lo vivido

«Un millón de españoles nos sentimos desamparados», decía Juan a modo de introspección. La vulnerabilidad es una parte de ser humano, y aunque la tragedia puede ser abrumadora, siempre hay lecciones que aprender. Como él mismo afirmó, debemos analizar no solo lo que pasó, sino también lo que se puede hacer en el futuro.

Quizás su comentario más desafiante fue sobre la falta de un plan para el futuro. “No hay un plan conjunto de futuro”, dijo. Ciertamente, después de cada crisis, la oportunidad de desarrollar estrategias efectivas debería ser la consecuencia inmediata. ¿Pero cómo lograrlo?

Esto me recuerda a mis días de estudiante en la universidad, cuando tras un examen difícil, nos reuníamos para analizar nuestros errores y aprender de ellos. En un entorno empresarial, se convierte en esencial. Las preguntas retóricas sobre la efectividad de ciertos procedimientos y el compromiso constante con la mejora podrían ser el camino a seguir. ¿Es posible que las comunidades y las empresas unan fuerzas para establecer un plan proactivo que prevenga desastres futuros?

Mercadona y su lento pero constante crecimiento

A pesar de los desafíos, el balance de Mercadona estuvo lejos de ser negativo. En una jugada maestra, la compañía reportó un beneficio de 1.384 millones de euros, lo que subraya cómo incluso en medio del caos, hay oportunidades brillando. Este número no solo es una cifra; representa la resiliencia de una empresa que, a pesar de la tormenta, sigue en pie. ¿No es fascinante cómo la adversidad puede dar lugar a innovaciones y mejoras?

Roig también compartió que Mercadona creó 6.000 nuevos puestos de trabajo, reafirmando que incluso en tiempos difíciles, la creación de empleo es prioritaria. Al final, las empresas también son personas, y cuando les va bien, a la comunidad también le va bien. Esto va más allá de la economía; se trata de un compromiso con el bienestar de quienes dependen de uno al final del día.

Reflexiones finales: entre lágrimas y risas

Las palabras de Juan Roig pueden parecer simples, pero tienen un peso que resuena en la realidad cotidiana. La mezcla de emoción y sinceridad que mostró no solo toca el corazón, sino que invita a preguntarse: ¿cuál es nuestra responsabilidad como sociedad ante las dificultades?

Así que, la próxima vez que te enfrentes a una crisis, recuerda el legado de resiliencia y apoyo mutuo. Al igual que en la experiencia de Roig, hallar la fuerza en los momentos de debilidad es un poderoso recordatorio de que, bajo la lluvia, florecen las flores más bellas.

Mientras esperas que el tiempo cure las heridas, intenta ser parte de la solución. Ya sea apoyando a los comercios locales, ofreciendo voluntariado o simplemente escuchando a aquellos que enfrentan desafíos. Las lágrimas pueden ser parte del proceso, pero la risa y la empatía también deberían formar parte de la narrativa. Porque al final del día, como bien dijo Roig, “no vendemos lágrimas.” ¡Así que vendamos alegría, resiliencia y, sobre todo, esperanza!