La reciente decisión de Donald Trump de declarar el inglés como la única lengua oficial en Estados Unidos ha generado un mar de opiniones. Antes de que este movimiento fuera diseñado en un oscuro despacho de la Casa Blanca, el inglés nunca había necesitado cristales de formalidad para brillar en la nación multicultural más grande del mundo. Pero en los despachos de poder es instinto humano querer categorizar, diferenciar y a menudo, dividir. ¿Realmente es necesario bailar al ritmo de un ideario monolingüe en un país que es una paleta de colores, culturas y lenguas? Es un tema que merece un análisis profundo.

El trasfondo ideológico: ¿una lengua, una nación?

Si te has preguntado alguna vez por qué sostener que “en este país hablamos inglés” puede sonar tan excluyente y monolítico, no estás solo. La ideología detrás de esta afirmación, como el propio Trump ha señalado, es simple y directa: “una lengua, una nación”. Esto se asemeja a un mantra de muchas ideologías nacionalistas en todo el mundo. Pero en un país como EE.UU., donde la diversidad personal, lingüística y cultural es el pan de cada día, este enfoque parece sacado de un relato distópico.

Recuerdo una conversación en una terraza sobre cómo los cafés de mis amigos se llenaban de historias en idiomas que no entendía, pero que me encantaban. La riqueza de escuchar diferentes acentos y dialectos siempre me ha parecido un viaje al otro lado del mundo sin tener que comprar un billete de avión. Sin embargo, con la oficialización del inglés, los que no dominan la lengua de Shakespeare enfrentan una montaña rusa. Sin que nadie sepa cuándo será el próximo descenso.

El impacto en la comunidad hispana

Según estadísticas, hay más de 60 millones de personas hispanohablantes en EE.UU. y la mayoría de ellas no cuentan con un dominio completo del inglés. La revocación de políticas que facilitaban el acceso a servicios en español podría llevar a una situación desalentadora. Imagínate tener un problema médico grave y no poder pedir ayuda porque nadie entiende tu lengua.

¿Es eso un gesto hacia la unidad o más bien un golpe a la diversidad? Aquí es donde entran en juego las dos caras de la moneda. Por un lado, está el deseo de ver a los inmigrantes aprender inglés, un deseo completamente razonable. Pero, por otro lado, limitar el acceso a información vital a aquellos que no pueden comunicarse proficuamente en inglés es, por decirlo de alguna manera, poco humano. Como si tú y tu viejo amigo de la universidad te discutirán sobre si prefieres machacar fresas o un buen vino de crianza, mientras que el resto del mundo está en llamas.

La discriminación lingüística: un regreso al pasado

La realidad es que la oficialización del inglés va a generar una discriminación lingüística en el ámbito social, económico y político. La comunidad hispana se verá en la necesidad de navegar en una corriente que no habla su idioma y, con ello, se sembrará la semilla de la exclusión. Es como si con un solo golpe de pluma se borrara toda una cultura y se pretendiera que todos hiciéramos como que nunca existió.

Expertos señalan que esta oficialización, lejos de ser un acto inocente, es un paso hacia la criminalización de la inmigración hispana, exaltando un nacionalismo excluyente cuyo eco resuena con ideologías de tiempos pasados. Y aquí es donde reflexiono: ¿realmente hemos aprendido de la historia? ¿O nos estamos condenando a repetir los mismos errores de antaño?

Comparaciones con la situación en otros países

El caso de España y su propio trato hacia las lenguas regionales, como el catalán y el gallego, tiene un extraño paralelismo con lo que está sucediendo en EE.UU. en términos de nacionalismo y lengua. Esto me recuerda a una conversación con un amigo catalán que, en medio de un típico almuerzo familiar, comentó cómo algunas comunidades se sienten amenazadas por imponer una «lengua única». La sensación de que su identidad está siendo burlada es palpable y, al final, todos los presentes en esa mesa coincidimos en que lo último que se necesita en este mundo es más divisiones.

El PSOE, en su acuerdo con Junts para transferir competencias de inmigración a Cataluña, también juega en este tambor. La justificación de controlar las migraciones para proteger la lengua y cultura catalana es un eco de lo que está ocurriendo en América. No importa dónde estés, el miedo a perder la identidad siempre desempeña un papel significativo.

El papel de la Casa Blanca y el efecto en la opinión pública

La medida de Trump también ha tenido efectos inmediatos, como la eliminación de la versión en español del sitio web de la Casa Blanca, un gesto que ha sido criticado incluso a niveles de dignidad real, como mencionó el Rey Felipe VI en una reciente visita a EE.UU. Esto, además de ser un ataque directo a los derechos lingüísticos, es una falta de respeto hacia la comunidad hispanoparlante, quienes han aportado tanto a esta nación.

Pero, ¿qué significa este gesto para la percepción pública? Para muchos, es solo una confirmación del miedo que se ha desencadenado en ciertos sectores de la población. Aquellos que viven en un estado de incertidumbre constante, mirando hacia la frontera en lugar de la diversidad que tienen enfrente.

Las consecuencias a largo plazo: un futuro incierto

Los efectos a largo plazo de la oficialización del inglés podrían ser devastadores. Se prevé una marginalización creciente de la comunidad hispanohablante, dificultando su acceso a servicios públicos, perjudicando su capacidad para participar en procesos democráticos y amplificando la ya existente cultura del miedo. Pero, ¿vale la pena el costo de jugar a ser una nación monolingüe? ¿No sería más beneficioso fomentar un país donde la diversidad se celebre en vez de ser obstruida?

En mi experiencia personal, siempre he admirado a aquellos que tienen el valor de aprender un nuevo idioma, quizás porque me siento un poco menos solo en este mundo lleno de diferencias. Pero al mismo tiempo, es frustrante pensar que esta decisión puede empujar a muchas personas hacia un rincón oscuro y solitario.

Llamado a la acción: por un futuro inclusivo

Ahora más que nunca, necesitamos construir puentes. La diversidad lingüística es un recurso, no un obstáculo. Cada idioma trae consigo una cultura, una historia y una forma única de ver el mundo. Como sociedad, tenemos la responsabilidad de rechazar las ideologías xenófobas, promover la comprensión entre diferentes culturas y luchar por los derechos lingüísticos de todos los ciudadanos.

Esa es la pregunta que deberíamos hacernos: ¿queremos seguir alimentando un círculo vicioso de exclusión o preferimos abrir los brazos a una comunidad que es parte, y no un mero añadido, de nuestra riqueza nacional? Aunque las decisiones de la política actual pueden hacer que a uno le cueste ver la luz al final del túnel, nunca se sabe cuánto dura la oscuridad. La solidaridad y el entendimiento pueden vencer cualquier barrera que se nos imponga.

En conclusión, este cambio no solo afecta a quienes no hablan inglés, sino a todos nosotros. Por ello, hagamos un esfuerzo colectivo por apoyar y promover la diversidad lingüística para construir un futuro inclusivo que no se base en la exclusión del otro, sino en celebrar lo que cada persona trae a la mesa.

Después de todo, nadie quiere ser el último en la fiesta, ¿verdad?