Cuando pienso en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer que tuvo lugar en Beijing hace tres décadas, no puedo evitar sentir un torrente de emociones. Más de 30,000 mujeres de todo el mundo se reunieron para alzar su voz y reclamar con firmeza que los derechos de las mujeres y las niñas son derechos humanos. ¡Eso es poderoso! Pero, ¿qué ha pasado en los últimos 30 años? ¿Realmente hemos hecho avances significativos o simplemente hemos girado en círculos? Hoy exploraremos esos logros, pero también las luchas que aún persisten.

Un resumen de la Plataforma de Acción de Beijing: ¿Qué celebramos hoy?

Para entender el contexto de los logros y las brechas que aún persisten, vale la pena recordar qué era la Plataforma de Acción de Beijing. Este documento que 189 países adoptaron en 1995 no solo fue un llamado a la acción; fue una hoja de ruta que enfatizaba la igualdad de género en 12 áreas clave. Desde la educación hasta la violencia de género, este marco ha guiado políticas e iniciativas en todo el mundo.

Pero aquí está el dilema: aunque hemos visto avances —a veces impresionantes, a veces desalentadores—, el progreso ha sido desigual. Un poco como ver cómo evolucionan las temporadas de una serie de televisión, donde algunas tramas avanzan a pasos agigantados mientras que otras parecen estancarse.

La educación: un faro de esperanza

Según el informe Girls Goals elaborado por Plan International, Unicef y ONU Mujeres, hemos logrado reducir el número de niñas que no están escolarizadas, pasando de 200 millones en 2000 a 122 millones en 2023. Suena impresionante, ¿verdad? Eso es un 39% menos. Sin embargo, aquí entra el peros. Te invito a que reflexiones: ¿realmente podemos estar contentos con estos números sabiendo que aún 122 millones de niñas siguen sin acceder a la educación? La desigualdad es más que una estadística; es una realidad que afecta a las vidas de millones.

El ciclo de pobreza y discriminación: una trampa mortal

Imagina ser una adolescente en el sur de Asia, donde la probabilidad de que no accedas a la educación o al empleo es tres veces mayor en comparación con un chico. Eso no es solo una cifra; es un ciclo de pobreza y discriminación que se perpetúa generación tras generación. Muchas de estas jóvenes están atrapadas en un sistema que no les da ninguna oportunidad para salir de la trinchera de la desigualdad.

Aunque la educación es el motor que puede romper este ciclo, aún parece inalcanzable para casi 50 millones de niñas que no saben leer ni escribir una oración sencilla. En este punto, no puedo dejar de preguntar: ¿qué clase de futuro podemos esperar si no invertimos en las herramientas necesarias para educar a la próxima generación?

Matrimonio infantil y mutilación genital femenina: progresos, pero insuficientes

Pensemos en el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina (MGF). Al escuchar que estos índices han disminuido en los últimos 30 años es un alivio. Pero la cruda realidad es que una de cada cinco niñas en todo el mundo todavía se casa antes de cumplir los 18 años. Eso te hace pensar, ¿no? Imaginar a una niña prometida o casada a esa edad es como una película de horror que lamentablemente se repite.

En países como Burkina Faso o Liberia, el porcentaje de niñas sometidas a la MGF se ha reducido a la mitad, pero el ritmo de cambio es tan lento que es casi frustrante. Necesitamos la urgencia de una niña en una sala de clases gritando su derecho a aprender, a ser libre, a soñar. Porque, seamos honestos, esas niñas son el futuro.

La violencia de género: un monstruo aún presente

Hablando de gritos, la violencia de género es otro monstruo con el que muchas mujeres y niñas lidian diariamente. Uno de cada cuatro adolescentes casadas ha sufrido violencia a manos de su pareja. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI sigamos aceptando estas cifras? Simplemente, no hay excusa. Además, más de 50 millones de niñas han sido víctimas de agresiones sexuales en todo el mundo. Estos datos no solo son alarmantes; son devastadores.

¿Y qué pasa con la percepción de la violencia? Más de un tercio de los adolescentes creen que en ciertas circunstancias, un hombre tiene derecho a golpear a su esposa. Este tipo de pensamiento necesita ser erradicado, pero ¿cómo lo hacemos? Creo que la respuesta pasa por un cambio cultural profundo que empiece desde la educación, y aquí entramos de nuevo en el tema de la educación.

La salud de las adolescentes: avances desiguales

Otro aspecto preocupante es la salud y el bienestar de las adolescentes. La tasa de embargos adolescentes ha descendido casi a la mitad en los últimos 30 años, lo cual podría considerarse un avance. Sin embargo, cada año, 12 millones de adolescentes de entre 15 y 19 años dan a luz. Y atención, porque las complicaciones en el embarazo y el parto son una de las principales causas de muerte entre las jóvenes de esta franja de edad. ¿Es realmente eso un avance?

Invertir en servicios de salud de calidad y educación sexual integral es crucial. Aquí es donde tenemos la oportunidad de marcar una verdadera diferencia. Imaginen un futuro donde todas las mujeres y niñas tengan acceso a cuidados de salud que no solo sean efectivos, sino también comprensivos.

Escuchar a las adolescentes: la voz del futuro

El informe Girls Goals deja claro algo que no podemos ignorar: la acción no puede esperar. Necesitamos escuchar a las adolescentes y asegurarnos de que sus voces sean parte integral de la toma de decisiones. Ellas no son solo el futuro; son el presente. Cuando inviertes en su educación, competencias digitales, protección y salud, estás construyendo un mundo más justo y equitativo.

Es como si tuvieras una planta en casa: si no la cuidas, no florecerá. La inversión es esencial para que nuestras niñas y jóvenes florezcan.

La responsabilidad es nuestra

En este viaje de tres décadas hacia la igualdad de género, hemos visto avances significativos, pero no suficientes. Y aquí es donde todos jugamos un papel fundamental. La igualdad no es solo un derecho; es una inversión en el futuro de la sociedad. Así que, ¿qué podemos hacer?

Podemos ser parte del cambio. Desde brindar apoyo a organizaciones como Plan International hasta ser defensores de los derechos de las mujeres en nuestras comunidades, cada pequeño paso cuenta.

Al final del día, tenemos que reafirmar nuestro compromiso con las niñas y jóvenes de todo el mundo. Su lucha es la nuestra. No podemos permitirnos retroceder. La próxima vez que te encuentres reflexionando sobre el camino hacia la igualdad de género, recuerda que esta es una lucha compartida. Su futuro depende de lo que hagamos ahora.

Como dice Concha López, directora general de Plan International: “No podemos permitirnos dar pasos atrás.” El futuro de nuestras niñas está en nuestras manos. ¿Estamos listos para asumir esa responsabilidad?